La mayor de cinco hermanas y nacida en 1948 en Barquisimeto, la profesora Reina Gil de Azuaje, presidenta del Voluntariado de la Fundación Badan Lara, siempre sintió inclinación hacia la docencia. “Estudié literatura, porque me llamaba la atención la lectura y la cultura.
En aquella época nadie te mandaba a estudiar, por eso cuando alguien me dice que antes no había oportunidad de ir a la escuela, no le creo. Uno estudiaba porque le salía del alma y por eso era posible graduarse en cuatro o cinco años”, enfatizó, recordando cómo su madre le decía: “Menos mal que estudiaste para profesora, porque te gusta mucho mandar”.
Relató cómo a partir de los tres años, su vida transcurrió entre Boconó y Biscucuy, hasta su regreso a la capital larense para iniciar estudios universitarios.
Esta información la compartió durante un ameno encuentro con el director de EL IMPULSO, arquitecto Juan Manuel Carmona, y los jefes de Redacción e Información de esta casa editorial, José Ángel Ocanto y Violeta Villar; Maevy Cordero, coordinadora de la web y quien suscribe. Aseguró haber sido formada como docente por excelentes profesores en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. “Era una época de oro, cuando a los docentes se les consideraba una élite”, dijo, acotando que había efectuado un posgrado en el área de docencia universitaria que le dio la satisfacción de formar a muchos de sus antiguos alumnos de bachillerato. Allí se desempeñó por 26 años.
-¿Qué opina de la actual situación del sector educativo?
– Me duele mucho su crisis, pues si bien comenzó por el salario, ahora es el trasfondo político el que ha pasado a primer plano con imposiciones para la vida universitaria. De ceder en la lucha, significaría olvidarnos de la autonomía, la libertad y la pluralidad de ideas. Pero además, el mundo de hoy es una aldea, y el estudiante actual no es el mismo de hace 20 años. Se enfrenta a un conjunto de estrategias y medios que le permiten aprender de otra manera.
Un niño de cinco años ya maneja una computadora. Por lo tanto, el profesor que se formó en la universidad hace muchos años, no puede seguir enseñando a una generación totalmente diferente. Mi querido Pedagógico tiene que hacer una revisión del perfil profesional”.
“También me duele la cantidad de jóvenes profesionales que emigran para buscar nuevos horizontes, lo cual tampoco es fácil. Cuando visité por primera vez el consultorio de mi hijo en el exterior, quien se graduó como médico cirujano en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, lloré cuando vi que los otros seis médicos que trabajaban allí también eran venezolanos”, confesó, acotando que también tiene una hija ingeniero que se marchó del país.
-¿Cuándo entra la Fundación Badan en su vida?
-Desde pequeña me gustaba ayudar a los demás. Mi mamá siempre me decía que yo quería componer el mundo. Cuando daba clases de posgrado en Barquisimeto, me encontré al doctor Jonás Mendoza, médico hematólogo a quien había conocido de niña cuando su hermano trabajaba en Biscucuy. Fue él quien comenzó con la Fundación Badan Lara con una pequeña oficina en el Hospital Central Universitario Antonio María Pineda hace ya más de 25 años, para traer medicamentos contra el cáncer. Me salía del Pedagógico, cuando había actos administrativos, para ir al hospital. Así me inicié en esta labor social, la cual me llena mucho como persona.
-¿En qué consistió su labor al principio en Badan?
– Buscaba medicinas para pacientes con cáncer, así me empecé a involucrar con los afectados por este mal, y especialmente con los niños, e incluso me hice amiga de muchos de ellos. Cuando me jubilé seguí acudiendo al hospital, y poco después se creó la nueva sede de la Fundación Badan Lara en la avenida Vargas con carrera 31 en Barquisimeto. Ese era el sueño del doctor Mendoza.
-¿Cómo se creó el voluntariado?
-Al principio solicitabas una medicina oncológica y entonces, al igual que ahora, era un sacrificio. En ocasiones se compraba en la minifarmacia del Hcamp y se le pedía colaboración a los amigos y muchas veces uno mismo aportaba de su bolsillo. Todo dependía de lo que se necesitara, porque se requería hasta suero.
De ahí surgió la idea de crear el voluntariado, cuando se creó la nueva sede de la Fundación Badan Lara como institución en 1996.
Desde entonces venimos ofreciendo servicios médicos y atención integral para pacientes con cáncer a precios más económicos.Nacimos para ayudar a los pacientes. Actualmente tenemos 27 voluntarios. Ahora la Fundación gestiona un banco de sangre, laboratorios, consultas médicas y quimioterapias. La mayoría de los aportes son posibles gracias a la empresa privada”.
-¿Cómo se concretan los aportes de la empresa privada?
-Los aportes siguen siendo deducibles de impuesto, pero actualmente toda donación debe ser notariada. A veces espero toda la mañana a que vengan a firmar a la notaría.
Como anécdota contó que en una ocasión alguien le preguntó qué vendía, luego de haberla visto pasar mucho tiempo en la notaría. “Le respondí que sólo vendía esperanzas”.
-¿Cuál es el estado actual del voluntariado de Badan Lara?
-Estamos consolidados. Nos sentimos complacidos, porque podemos cumplir una labor muy importante que permite ayudar diariamente a pacientes del Hcamp, el Hospital Pediátrico Agustín Zubillaga, el Gómez López de la Sociedad Anticancerosa, y el Pastor Oropeza del Seguro Social.
-¿Hay un perfil de voluntario?
– En esta Venezuela de crisis, el Voluntariado es una realidad emergente que permite solucionar muchos problemas.
Para mí es un reto social que permite luchar por lo que crees y sentir satisfacción por una labor cumplida para colaborar por un país más justo y solidario. Para esto es necesario que cada uno contribuya en la medida de sus posibilidades”.
“El cáncer es un enemigo difícil de vencer que puede llegar en cualquier momento y donde sea, y no respeta edad, sexo, ni clase social. Es una enfermedad que involucra al paciente y a su núcleo familiar, psicológica, espiritual y económicamente. Ver a un niño sufrir es difícil; te llega al alma. Para ser voluntario, hay que tener un corazón muy grande y muy fuerte, porque es una situación muy dura, especialmente ante la actual escasez. El paciente más joven de Badan es un bebé de 17 meses con un neuroblastoma y metástasis pulmonar”.
-¿Cuáles son las próximas metas del voluntariado?
-Estamos en conversaciones con una empresa para adquirir un mamógrafo y también muy interesados en poder contar con un albergue para los pacientes con cáncer que deben recorrer grandes distancias para recibir tratamiento oncológico en Barquisimeto, de modo que puedan pernoctar aquí. Por esta razón le hacemos un llamado al Gobierno para que nos apoye en su construcción”.