En su excelente libro La inteligencia fracasada: teoría y práctica de la estupidez, el español José Antonio Marina sostiene que las bases de la estupidez son el prejuicio, el dogmatismo, el fanatismo y la superstición. Yo añadiría la soberbia, porque la soberbia hace que la gente cometa muchas estupideces. Hace unos días lo comentaba con un amigo a quien se lo recomendé y él me sugirió añadir otra: la frustración. “Nadie es más estúpido que un frustrado que decide salir a la calle”, me dijo.
Lo traigo a colación porque una de las estupideces más grandes que he visto en los últimos tiempos la protagonizó el presidente de Ecuador, Rafael Correa -un frustrado que decidió salir a la calle- cuando decidió renunciar a las preferencias arancelarias que le había otorgado a su país Estados Unidos, para darle asilo a un traidor. “Si por nuestra posición, por mi posición honesta y soberana, hay retaliaciones que perjudiquen a mi pueblo, no tengo ningún problema en hacerme a un costado, mi cargo siempre estará a disposición de mis mandantes, ustedes, el pueblo ecuatoriano”, dijo.
Pues ojalá que los ecuatorianos decidan “hacerlo a un lado”. Porque la suya no es una posición honesta ni soberana. Nadie –por más presidente que sea- debería poner en riesgo el bienestar de su país para beneficiar a un delincuente. Porque Edward Snowden es un delincuente. Y además traidor. Y un traidor no guarda lealtad. El problema es que aunque los ecuatorianos decidieran hacer a Correa a un lado, el daño ya estaría hecho.
Correa tendrá que responder ante la Historia el perjuicio que puedan causar sus decisiones. Es insólito que un profesional que estudió en una de las mejores universidades del mundo –es egresado de Harvard- se deje llevar por una premisa tan básica como que “el enemigo de tu enemigo es tu amigo”. Las personas como Snowden no son amigas de nadie. Y supongamos por un instante que se tratara de darle asilo a alguien probadamente bueno y honesto como Mandela, por ejemplo, tendría sin embargo primero que considerar las implicaciones de esa decisión y las consecuencias para su pueblo. Para eso lo eligieron.
Por otra parte, el personaje a quien protege Correa a costa del bienestar de su gente hay que agarrarlo con pinzas. Cuando salió al público y dio las polémicas declaraciones que hoy lo colocan como tema en los principales medios del mundo, Snowden dijo que no quería vivir en una sociedad que hace “este tipo de cosas” (espiar)… “No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar o admitir”. Ciertamente alguien tiene derecho a cambiar de opinión respecto al tipo de vida que lleva, pero también es cierto que cuando optó por ella no fue obligado. En 2004 se alistó en el Ejército de los Estados Unidos con la intención de llegar a las Fuerzas Especiales. A consecuencia de un accidente que le lesionó ambas piernas llegó primero a la CIA y luego a la NSA. No puede culpar a nadie de las cosas que hizo, porque fue libre de hacerlas. Él lo escogió. Ha podido retirarse sin armar el escándalo que armó. Me imagino que no es el primer espía que se retira…
Y como siempre que aparece alguien criticando al “imperio” (y mejor aún si es gringo), salió el corito de ñángaras a apoyar la estupidez. El primero fue Nicolás Maduro, quien en cadena nacional manifestó su solidaridad no sólo a Correa, sino también a Snowden. Paradójico que el gobierno espía se queje de que otros países espíen… Pero ya estamos acostumbrados a las contradicciones. El “valiente joven”, “expresión de la rebelión de la verdad” merece –Maduro dixit- “asilo humanitario”. La Madre Teresa de Calcuta rediviva. Por supuesto, invocó a Chávez (cuándo no), calificó de “valiente” a Correa, le ofreció apoyo… Bravuconadas. A que no se atreve a decirle a los Estados Unidos que no le vendemos más petróleo…
Mejor ni lo digo, porque de pronto hasta lo hace y nos dice “pero tenemos patria”… Como decía Einstein, lo único infinito es la estupidez humana…