El viaje espiritual

-

- Publicidad -

Fue el irlandés Eric Robertson Dodds (1883-1979) quien tuvo el atrevimiento de escribir un libro de título bastante paradójico: Los griegos y lo irracional (1960). Ello lo digo porque al oír las palabras pensamiento griego uno exclama casi unánimemente: pensamiento racional. Octavio Paz en su magnífico libro titulado  Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982), refiere, citando a Dodds, que el viaje espiritual es una gota de sangre extranjera en el cuerpo de la cultura griega. Esa gota de sangre fue probablemente escita o tracia.
Es una idea que sostiene que el alma es una realidad diferente al cuerpo y separable de éste. Unos de los primeros pensadores en asumirlo fueron Pitágoras y Empédocles, a través de los cuales llega  a Platón y de Platón, en un largo y sinuoso trayecto que se confunde con la historia espiritual de Occidente, hasta nosotros.
El fundamento de esta creencia -dice Paz- es un dualismo estricto (atemperado por Aristóteles y después por la Escolástica medieval) el alma por ser de naturaleza distinta al cuerpo, puede separarse de su envoltura carnal en momentos excepcionales, como el éxtasis y ciertos sueños. El alma, pues, es prisionera del cuerpo. Idea que la Iglesia Católica siempre vio con desconfianza y que nunca aprobó.
Sin embargo, bajo  la influencia del platonismo esta creencia jamás desapareció del todo y figura en formas más o menos atenuada en muchos místicos y filósofos cristianos. En los siglos  II y III dC eran llamadas estas experiencias “sueños de anabasis”, expediciones al mundo del espíritu. En la Edad Media el viaje del spiritu peregrino alcanza su forma más plena, compleja y perfecta en la Divina Comedia. Durante el Renacimiento y el barroco se convirtió en el género literario de la sátira, como el viaje de John Donne (1572-1631) a la Luna. En otros se convirtió en expedición astronómica en el Somnium de Kepler (1571-1628) y, después, en el Iter exstaticum del jesuita alemán Atanasio Kircher (1601-1680), que era una de las lecturas favoritas de Sor Juana Inés de la Cruz.
En el mundo de habla castellana el viaje espiritual se expresa con grandiosidad en el extenso poema Primero sueño, escrito por la monja novohispana sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y que tiene como tema la búsqueda del conocimiento, pero que se despliega no en el espacio de una noche sino de una vida. Su protagonista no tiene nombre ni edad ni sexo: es el alma humana. Octavio Paz nos da un juicio tajante sobre el poema: “hay que subrayar la absoluta originalidad de sor Juana, no hay en toda la literatura de los siglos XVI y XVII nada que se le parezca. Es un poema único en la poesía del Siglo de Oro.”
Cuando quien escribe realizaba una investigación sobre la vida y obra del educador y abogado Dr. Ramón Pompilio Oropeza (1860-1937), fundador del Colegio Federal Carora en 1890, encontré una curiosa reminiscencia neoplatónica del viaje intelectual. Se encuentra en un breve discurso escrito en 1882 cuando Oropeza cursaba estudios secundarios en el Colegio de La Concordia de El Tocuyo, regentado por el bachiller Egidio Montesisnos Canelón (1831-1913). Allí leemos: “¡Cuanta satisfacción experimenta el alma al contemplarlos! Entonces es que ésta, encontrándose, por decirlo así, como independiente de la materia que la encierra, se trasporta con poderoso vuelo en las del placer a otras regiones, donde todo es luz, aromas, encantos y armonías; y allí con la satisfacción del bien que se posee contempla en éxtasis arrobador, horizontes ilimitados del más preciosos y halagüeño porvenir.”
El viaje del joven Oropeza es similar al de Sor Juana, pues ambos son viajes que buscan el conocimiento, pero a diferencia del viaje de la monja mexicana, en el estudiante caroreño el viaje es la consecuencia de la búsqueda del conocimiento. Este curioso pasaje neoplatónico es  apenas  eso: un pasaje, puesto que Oropeza se encuadra firme y sólidamente en la tradición cristiana y católica que le deviene de su entorno social y espiritual, quiero decir el que le trasmite Carora, llamada “ciudad levítica de Venezuela”. Una atmósfera religiosa que ha cubierto a esta antigua y remota población del Occidente de Venezuela desde el siglo XVI, y al cual dediqué una extensa y meticulosa investigación a la cual le di el título: Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora, siglos XVI al XIX (2003), magistralmente tutorada por el Dr. Reinaldo Rojas, la cual espero sea publicada a la brevedad.

Pulsa aquí para apoyar la libertad de expresión en Venezuela. Tu donación servirá para fortalecer nuestra plataforma digital desde la redacción del Decano de la Prensa Nacional, y así permitir que sigamos adelante comprometidos con la información veraz, como ha sido nuestra bandera desde 1904.

- Publicidad -

¡Contamos contigo!

Apóyanos aquí

- Publicidad -
Artículo anterior
Artículo siguiente

Más leido hoy

- Publicidad -

Debes leer

- Publicidad -
- Publicidad -