En las pasadas elecciones ganamos un despertar del nacionalismo que estaba perdido en la memoria del colectivo.
La gente se unió bajo el lema: “el orgullo de ser venezolano”. Esta consigna penetró e hizo irrumpir una nueva manera de observarnos. Ser venezolanos nos aglutina. Si todos nos consideramos de esta tierra, somos iguales, entonces, ¿por qué nos hacen ver como diferentes?, no sólo habitamos o nacimos en la misma patria sino que sufrimos o vivimos todo lo que pasa aquí, sea pequeño, grande, tras o intrascendente. Por lo tanto, ese es el verdadero punto de encuentro. Nos encontramos desde la venezolanidad. Ello significa que tenemos intereses comunes y debemos luchar por ellos. Este país es de todos sin excepción.
Es un error vernos como enemigos cuando somos hermanos. Algunas veces cuando expresamos que pensamos diferentes, comienza un proceso de rechazo, de discriminación que nos obliga a replegarnos, a aislarnos o a agruparnos con los que piensan de igual. Si rechazamos al diferente no damos el salto necesario para aceptar al otro, para sentir empatía.
La convivencia ciudadana se base en valores claramente determinados como los dos señalados, porque de otra forma nos disgregamos. Debemos partir de un principio básico que es el de individualidad. Nos crearon como seres individuales, con características diferentes, aunque seamos parecidos a nuestros padres, hermanos, aunque estemos configurados genéticamente iguales, hay una chispa divina única e irrepetible en cada uno.
Esa individualidad nos permite percibir la realidad y actuar de manera diferente. Observamos que dos hermanos criados de la misma manera, con idénticas reglas, teniendo los mismos padres, optan por caminos ideológicamente diferentes y hasta opuestos. Lo que a uno de ellos le parece adecuado, el otro lo rechaza. Debemos considerar eso, si tengo diferencias conceptuales con mi hermano de sangre, ¿por qué no voy a tenerlas con otros humanos? Vernos como seres individuales nos permite darnos cuenta que lo que me afecta a mí no necesariamente afecta al otro, que mi forma de pensar y actuar es única e irrepetible, por lo tanto, no tengo por qué parecerme al otro, ni pretender que se parezcan a mí, ni que piensen como yo. En esas diferencias lógicas, naturales, tenemos intereses comunes y puntos de encuentro que debemos valorar. Por lo tanto, sentirnos venezolanos sobre todas las diferencias es un paso muy importante para explorar los elementos que nos unen, revisarlos, evaluarlos y mejor aún, construir puentes, caminos, que nos lleven a ser un mejor país.
Tenemos una cultura matizada por tanta mezcla, que no somos puros en nada, ni en sangre ni en costumbres. Este ha sido un pueblo permeable a las influencias culturales de otras naciones, de las muchas que nos han mestizado. De nuestras raíces auténticas quedan solamente los grupos indígenas aislados, todo lo demás está indiscutiblemente mezclado. Esas culturas han aportado costumbres y sentimientos diferentes que se han hecho propios, al punto que están amalgamados en un todo indisoluble. Somos en su mayoría trigueños que ya dice mucho de la mezcla interracial. Somos un todo, sentirnos una parte es un absurdo que nos hace daño. Si consideramos que somos uno solo, lo que le pase a uno repercute en el otro. Mientras permanezcamos unidos, aglutinados, seremos fuertes. Es una ley natural, es parte de la teoría biológica de la complejidad.
No aceptemos que venga algún político a dividirnos bajo alguna consigna negativa para que nos sintamos aislados, discriminados o no incluidos. La no inclusión depende solamente de cada uno. Mientras nos sintamos parte de algo, somos parte de ese todo. Somos venezolanos. No hay ciudadanos de primera o de segunda y actuemos en consecuencia: Reclamar los derechos que tenemos a ser tratados por igual, así como también a cumplir con nuestros deberes…por igual. Es fácil ver nuestros derechos, pero no nuestros deberes. Tenemos deberes para con el país, que es el vaso que nos comunica, que nos une. Amarlo, respetarlo y hacerlo grande es parte de esos deberes.
Sentirnos felices de ser venezolanos, es aceptarnos, valorarnos, aumentar el autoestima sabiendo que podemos aportar y que será apreciado ese aporte. Entonces, si todos somos venezolanos, vamos a comenzar a actuar en consecuencia: Unámonos para lograr cosas positivas que nos lleven al progreso.
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Se estrena un nacionalismo
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