Calmado y centrado se observa el hombre que estuvo 11 meses secuestrado por presuntos integrantes de la guerrilla colombiana.
Su humanidad se ve frágil: delgado, estatura baja, cabellera lisa en la que se asoman algunas canas, facciones finas, ojos verdes y correctivas con monturas negras y gruesas. Pero su rostro, sus ojos; dejan ver a simple vista que se trata de un hombre valiente a quien le tocó vivir una dura experiencia a la cual se enfrentó con gallardía y dignidad como él mismo lo destaca. Se trata de Germán García Velutini, presidente del Banco Venezolano de Crédito, quien vino la semana pasada a Barquisimeto al Instituto Universitario Jesús Obrero para hablar sobre el perdón.
Sentado en una silla, se le ve autografiando su libro Dios en mi secuestro. Viste pantalón gris, camisa blanca con cuadros gris y mocasines marrones.
El hombre que en medio de su secuestro no rogó por su vida sino que pidió una Biblia para leer la vida de Jesús, comenta que lo más importante para solucionar los problemas del país es que exista una reconciliación entre oficialismo y oposición e inicie un diálogo en el cual la agenda sea la discusión de posibles soluciones a los problemas que afectan a todos por igual.
Velutini, quien aprovechó su vida en cautiverio para alimentarse espiritualmente, dice que los problemas más graves que golpean a Venezuela actualmente pueden ser aprovechados para lograr la unión. Los ve como la excusa perfecta para que las dos corrientes que actualmente debaten la política nacional se unan con el compromiso de buscar una solución. Asegura que al sentarse a conversar descubrirán que no son tan diferentes como creen, en particular porque padecen de los mismos problemas.
Dios coloca a cada quien en el sitio que le corresponde
Cree que la situación del país sí se puede resolver, pero no se trata de simples palabras, pues este hombre en medio de su cautiverio preguntó a Dios por qué le había tocado a él vivir el secuestro y sostiene que ese ser supremo le respondió a través de una carta de San Pablo que dice: “Dios coloca a cada miembro de la Iglesia en el sitio que le corresponde”. Desde ese momento pensó que estaba raptado porque le tocaba y así cree que Venezuela vive lo que le toca vivir, pero todas esas dificultades serán superadas.
Recuerda que cuando estuvo raptado nadie le hablaba y en medio de ese silencio reflexionó que si no tenía el derecho de hablar con alquien entonces se dedicaría a orar. El hombre que corría peligro de muerte, lejos de pedir desesperado que pasara rápido aquel trago amargo, oró por sus familiares, amigos y por todas aquellas personas que en aquel momento “estuvieran viviendo una situación mucho más difícil que él”.
Terapia de meditación
Decidió cómo afrontar su tragedia y comenzó a enfrentarla con sencillas y cortas terapias de meditación. En la actualidad cree que para construir un futuro de paz los venezolanos deben empezar también con pequeños eventos como charlas. Así como él en su desierto se despojó de todas sus necesidades y se sentó a hablar con Dios, a pedirle por los demás, así cree que deben sentarse la oposición y el gobierno. Dejar a un lado las aspiraciones personales para poner en la mesa el tema Venezuela que está pendiente y es lo más importante porque los incluye a todos, a los de uno y otro lado por igual.
“Se trata de sentarse a conversar de manera seria, responsable y honesta, sin tomar en cuenta por quién voté yo, o por quién votaste tú. Dialogar sobre lo que queremos todos y trasmitir ese mensaje a la población para que se convierta en una visión de país compartida, que sea el objetivo común a lograr”.
Velutini, quien dice que en medio del secuestro pidió respuesta a su padre superior y asegura que pudo escucharlo a través de los evangelios y de las cartas a los apóstoles, comenta que el gobierno debe comenzar a escuchar para tender puentes de paz.
El existoso banquero en medio de una carta que envió a los medios meses después de haber sido liberado dice que en algún momento los captores le quitaron la colchoneta en la cual dormía, le redujeron las raciones de comidas y lo más traumático: Le quitaron las lecturas. Ante esa restricciones volvió a preguntar a Dios cómo afrontar esa nueva realidad y con el pasar de los días comenzó a repasar en su mente los pasajes bíblicos que más le gustaban. Comenzó a repasarlos en su mente, a revivirlos y a buscarle el significado esencial, descubrió que todo se resumía en servir a los demás sin importar la situación que toque vivir.
Se muestra convincente de que esa es la filosofía que deben asumir los que hacen política en Venezuela: iniciar un diálogo a partir del cual no existan ganadores ni perdedores; ni verdugos ni víctimas sino que haya un conglomerado victorioso que sea el gentilicio venezolano completo.
Cree que en medio de tantas diferencias aparentes entre Gobierno y oposición hay un tema pendiente por solucionar: La inseguridad, pero lo más curioso es que asegura que al sentarse a buscar soluciones al problema, sin posturas política, lograrán realizar una segunda tarea pendiente: La reconcialición. “La inseguridad es un problema y no tiene que estar metida la política. Seguramente luego de varias horas de conversar van a surgir acuerdos y con esta acción esos líderes (Maduro y Capriles) darían un ejemplo al país de unión, todos terminarían de aceptarse con sus diferencias y se lograría la unión nacional”.
La otra excusa perfecta que ve Velutini para que los dos polos se sienten a dialogar es la educación que también beneficiaría a toda la población. “La educación consiste en formar ciudadanos que decidan cuál camino tomar. Tampoco tiene que politizarse; estoy seguro en que si trataran este tema con sinceridad y seriedad también llegarían acuerdos positivos para todos, pero debe haber mucha voluntad política en las dos partes y sobre todo honestidad”.
Pero Velutini sabe que no todo es perfecto y lamenta la violencia que actualmente se está observando en algunos espacios de la vida política como la Asamblea Nacional. Considera que allí están muchos de los líderes del país y eso produce más violencia en los liceos, en la calle, en las escuelas y hasta en las familias.
Piensa que el primero en extender la mano y ofrecer la rama de olivo debe ser el Gobierno, como ocurre en todos los países del mundo.
Perdonar es don de Dios
Velutini, el hombre que sostiene que no le guarda rencor a sus captores, que los perdonó, detalla que el odio corroe a la gente y que el perdón es un don de Dios, que él da y el hombre también va trabajando. Que se trata de una actitud noble, de recordar lo malo que te han hecho sin guardar rencor. Resalta que esa es la mejor terapia que deben empezar a hacer los venezolanos, no solamente los políticos sino la población entera y así se logrará el país que todos quieren.
Velutini habla sobre la justicia en Venezuela y lamenta la corrupción que existe. Cree que ese mal que enferma al sistema judicial terminará cuando los jueces sean electos de manera popular.
Define la libertad como una voz interna que le dice a cada quien que puede estar tranquilo porque hizo lo correcto. “A mí me secuestraron pero nunca me quitaron la libertad, porque mis ideales fueron los mismos, siempre fui un hombre digno que decidí cómo afrontar mi cautiverio, fui libre para elegir los pasajes bíblicos que quería leer, nadie me impuso nada.
Testimonio de puño y letra
Apenas salir en libertad, envió una carta a los medios. He aquí algunos fragmentos: “Al analizar que estaba secuestrado, lo primero que se me ocurrió fue dar gracias a Dios por haberme dado 54 años de vida feliz, con una familia excepcional y que, quizás, era el momento de tiempos difíciles y de sufrimiento. Que ese sufrimiento debía ofrecerlo a Dios en mi corazón y por muchas personas que, en ese instante, transitaban por situaciones más difíciles que las mías. Pedí a nuestro Señor que me diera la fe y la fortaleza necesaria para afrontar esta nueva circunstancia de mi vida y para que también, a toda mi familia, en especial a mis hijos e hijas, les diera esa fe y fortaleza que iban a necesitar. Pedí a mis captores que me dieran una Biblia, a lo que accedieron, y a los pocos días me la entregaron. Comencé a leer, empezando por los Evangelios, las cartas de los apóstoles, el Antiguo Testamento, y así de marzo a agosto la Palabra de Dios fue mi compañía durante muchas horas al día. Y descubrí que hablamos a Dios cuando rezamos y que oímos a Dios, que nuestro Señor nos habla, cuando aceptamos su inspiración, cuando dejamos guiarnos por Él, cuando leemos sus palabras. Más de una vez, asaltado por una duda o por un interrogante, y mientras pensaba, me sucedía que al día siguiente o algunos días después recibía respuesta; un pensamiento, una lectura. Así conseguía una paz que me es imposible explicar, paz que sólo se siente internamente. Y en esos momentos, una inmensa felicidad de estar con Nuestro Señor se hacía presente.
(…) Nuestro Señor me dio la memoria, me dio su compañía y la compañía de Nuestra Madre Querida, la Virgen, para acompañarme día a día. Me llenó la certeza que mi vida solitaria, sin mediar palabra con nadie, tenía un sentido. Que lo importante en la vida es servir a nuestro prójimo”.