Sin tregua – Auge y caída de la V República

Auge y caída son hechos naturales en los procesos económicos y políticos que ha vivido el mundo en todos los tiempos. Sobre  ellos hay una especie de fuerza de gravedad que hacen difícil que se mantengan en su mejor nivel alcanzado, pues los cambios que se producen a su alrededor, muchas veces imperceptibles, comienzan a horadarlos.
Así fue con los grandes imperios como el romano, con los absolutismos de la edad media, con las nuevas situaciones que creó la revolución industrial, con la revolución rusa de 1917, y ahora, en la era cibernética,  estos se hacen más acelerados.
En Venezuela no ha sido distinto desde la época del descubrimiento, la independencia de la monarquía española, el fracaso de los tres intentos republicanos de 1811 a 1819, la fractura de la Gran Colombia, el nacimiento de una nueva nación en 1830, la guerra federal, los caudillismos del siglo XIX, la dominación andina de la primera mitad del siglo XX, el advenimiento de una democracia representativa y partidocrática en 1958. Ni lo es ahora, cuando por la decadencia de este último ciclo, mal llamada IV República – la III creada en Angostura en 1817 por Bolívar ¿Duró casi dos siglos ininterrumpidos o fueron varios procesos? – que permitió la emergencia de un líder autócrata, atrabiliario y con un discurso demagógico que caló, y quién dominó el escenario durante 14 años, hasta su fallecimiento. A tres meses del mismo, la denominada “V República” está en pleno ocaso. Con Chávez muerto, está al borde de su sepultura.
Los signos son por demás elocuentes. Una crisis económica que se agrava; una corrupción impune e incontrolada, sin límites; un déficit fiscal monstruoso, niveles de endeudamiento externo nunca vistos – el último del mes pasado con petroleras rusas y gringas por 2 mil millones de dólares – incremento del desempleo, del costo de la vida, de la escasez, de los malos servicios, de la inseguridad, la negativa  al diálogo. La sensación es que estamos en el umbral de un túnel que conduce a una anarquía, que el gobierno – sin legitimidad y sin liderazgo sólido – no puede contener. Cuando eso ocurre, es inevitable el surgimiento de otras fórmulas que buscan resolver el grave atolladero, del que no pueden sacarnos los que hoy se atrincheran en Miraflores. Estas pueden ser civiles, pero también militares. O una combinación de ambas.
Todo lo arriba expuesto nos lleva a invocar la experiencia chilena cuando el golpe de 1973 a Salvador Allende, ciertamente las circunstancias eran otras, pero las contradicciones internas de la Unidad Popular, entre un sector moderado y otro ultraizquierdista influenciado por los cubanos; una política económica signada por la escasez, la devaluación y la tensa conflictividad política, económica y social, dieron al traste con esa esperanza, que renació 17 años después, con una pesada lección aprendida en los duros moldes del exilio, la cárcel, el luto y el dolor.
Hoy los vientos que soplan entre nosotros no parecen ser distintos de aquellos del Chile de Pablo Neruda. La mal llamada “V República” se mantuvo gracias al carisma de Chávez y, fundamentalmente, al alza de los precios petroleros, pero su despilfarro y mal aprovechamiento, la siembra de odios sociales y la negativa al entendimiento en una polarización absurda y estimulada, nos han conducido a una situación crítica. La herencia dejada por el caudillo de Sabaneta es calamitosa, y el heredero y su equipo de “enchufados”, un tanto desangelados todos, no saben que hacer con ella, mientras el país suavemente, al compás de las olas, aparentemente tranquilas, se les está iendo al garete en un mar de fondo que en cualquier momento irrumpirá en la costa.