La poesía lo acompaña adonde quiera que va. La música la entona en la melodía de su voz. El talento es su tarjeta de presentación.
Este martes, el desayuno-foro fue con Zakarías Zafra Fernández. Un joven apasionado, esclavo declarado de la palabra, tímido confirmado en la relación del tú a tú y tan versátil como la vida misma le ha permitido ser.
La delgada carpeta roja que deja en manos de sus entrevistadores, cuya imagen de portada muestra un beso que sólo llega al aliento, dice su nombre. Y en letras pequeñas, más abajo, se oficia como escritor.
Lo cierto del cuento, que no es poema, es que Zakarías, a sus 25 de edad, manifestó honra y gratitud al haber podido sentarse a la mesa con el arquitecto Juan Manuel Carmona y los periodistas José Ángel Ocanto, Violeta Villar Liste, María Hortensia Zapata, Jesús García y Claudia Aldana, además del fotógrafo Billy Castro.
Llegó temprano con su aire intelectual a cuestas. Saludó afectuoso y se dispuso a desnudar el alma si hasta ese calibre llegaban las preguntas.
Este muchacho es administrador de profesión, pianista egresado del Conservatorio de Música Vicente Emilio Sojo y docente actual del mismo instituto, cursante de una especialización en Periodismo, de un diplomado en docencia y alumno de la Escuela de Teología de la Arquidiócesis de Barquisimeto. También es hijo, amigo y novio de su novia en la medida que el tiempo le suelta minutos disponibles.
Por si fuera poco, es locutor de radio. Cada domingo, a las 8:30 de la noche y hasta las 10, produce y conduce el programa Sonidos de vanguardia por la estación Fama 98.1 FM, desde donde hace sonar música diversa pero sólo entre los géneros jazz, bosanova, latinjazz, onda nueva, tango, fusión y flamenco.
Este muchacho que aparenta más edad por su madurez y riqueza de conversación, se levanta a las 7:00 de la mañana cada día porque se acuesta tarde estudiando, leyendo o produciendo.
Ganó recientemente un premio para ir a Francia, por 15 días, luego que resultara seleccionado por un cuento que envió a la Embajada de Francia, escrito en ese noble idioma.
– ¿Queda tiempo para la diversión?
“¿Para divertirme según quién?”, respondió.
La metamorfosis
Niño promedio desde pequeño, nada sobresaliente en matemáticas o ciencias biológicas pero sí en las materias históricas, parlanchín hasta por los codos, pero no necesariamente popular. “Ahora hablo menos y escucho más”.
Así describe el mismo Zakarías su primeros años de vida, los cuales transcurrieron en el seno de la educación católica del Colegio San Vicente de Paúl. “Aquí en Barquisimeto nací, me formé y sigo viviendo”.
Pero a los 16 años, cuando llegó el momento de abandonar la chemisse beige y el morral, ocurrieron los cambios. “A esa edad comenzó mi metamorfosis, encontré mi verdadero ser y mi talento de expresión, posiblemente porque mi madre siempre me guió hacia el arte sin prever que me atraparía por completo”, confiesa el poeta.
Un día decidió confesar a su padre lo que quería ser. “Le dije, papá quiero ser poeta. Y casi se le escapan los ojos de sus órbitas”.
Con la palabra “imposible” como respuesta y un guayabo como del que pierde un gran amor, Zakarías no vio apoyo para alcanzar su sueño y por ello aterrizó en la pista de la Licenciatura en Administración.
“Pensé que si de repente iba a un banco a pedir un crédito no me lo darían si decía que era poeta”, bromeó.
Comenzó en la Universidad Fermín Toro, avanzó en el Tecnológico Antonio José de Sucre y finalmente se graduó en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, casa de estudios a la cual ingresó por méritos culturales luego de ganar dos concursos de piano de gran prestigio.
Nunca abandonó la tinta y el papel. Impulsado por su padre, optó por ayudarle en su oficina llena de números y cálculos. “Pero en medio de mis asignaciones matemáticas, drenaba mi angustia escribiendo poesía”.
Ahora es un hombre que se autodenomina tímido y no precisamente en actividades públicas, sino en la intimidad de la conversación persona a persona.
Mientras estudiaba en la universidad, el gusanito de la inspiración poética aparecía con demasiada frecuencia. Pero también estaba allí la música.
Me preguntaba si era posible ser músico y a la vez poeta. Y concluí que sí, porque eso es lo que soy ahora. Nunca he visto el arte como un pasatiempo, creo que es algo serio y amerita dedicación para lograr calidad, reflexiona el invitado.
Problema antropológico
Cuando se le toca la tecla política, Zakarías Zafra Fernández mira hacia su interior y muestra preocupación. Especialmente por la actitud “tibia, apática y distraída” que tienen muchos jóvenes venezolanos sobre la realidad actual.
“El joven promedio está desesperanzado y eso es terrible”.
Y es precisamente el miedo lo que hace que la juventud no tome las riendas de las luchas de forma definitiva. “Es común conseguir un muchacho o muchacha que se pregunta, con mucha frecuencia, si de verdad vale la pena lo que está haciendo. Hay cierta desilusión”.
Los jóvenes estamos llamados a transformar la sociedad, debemos ser responsables porque somos quienes vamos a construir el mañana. Aquel que tenga miedo, le hago un llamado a la confianza. A que ponga sus talentos al servicio de la construcción de una mejor sociedad.
Con regular frecuencia este escritor publica artículos de opinión en este periódico. Y muchas veces ha tenido que recoger la cascada de sentimientos que vienen hasta la punta de su lápiz para ser comedido con un lector que merece mesura.
Piensa que si la pluma de un escritor se vende a favor de una ideología, cualquiera que sea, es porque éste así lo decide. Jamás será una casualidad.
Uno de sus sueños es publicar siempre. Y así escribirá en la misma medida que la vida lo inspire, que maduren sus experiencias y que su imaginario siga produciendo ideas que combinadas con su propia realidad deriven en poemas, artículos, canciones…
De aquí, ¿para dónde?
En la mente de Zakarías siempre ha estado presente la inquietud de estudiar o vivir una experiencia fuera del país. Sin embargo, no es tema cercano aún.
Ahondando un poco sobre su biografía, en el año 2009 publicó Quinquenio, poemario que recopila sus primeros años de trabajo literario. Se trata de un repertorio de poesía pasional, intimista, de desgarrado erotismo, signada por lo enérgico, explosivo y a veces melancólico de la juventud.
En el 2011 publicó su segunda obra, denominada El bemol de los latidos, el cual bautizó en la Sala Alternativa de este rotativo.
“¿Me preguntan que cómo me veo en el futuro? El futuro es demasiado impredecible. Creo que debo alcanzar algunas otras cosas que me permitan ser un mejor compañero (si de casarse se trata), tal vez soy un poco egoísta pero también se trata de conciencia”.
Fotos: Billy Castro