La etapa universitaria no es trágica pero sí frenética. Largas horas de estudio devalúan la vida social. En el caso de los estudiantes, durante cinco años, o más, las personas comparten todo el día en los salones, laboratorios o casas de compañeros. Esto sin contar las noches de insomnio y de resistencia durante los años de la carrera.
Dicen que los “atletas de la inteligencia”, como en el deporte, prescinden de reuniones y salidas para seguir aferrados al aprendizaje. Pero además de intelecto, el ser humano es afecto y estar en compañía de personas especiales, más que un capricho, es vital.
La historia lo comprueba, un amigo es un tesoro, un testimonio de aceptación que incluso refleja quiénes somos verdaderamente.
Los psicólogos Peter DeScioli y Robert Kurzban, de la Universidad de Pensilvania, sostienen que el ser humano siempre calificará a las amistades como buenas o deficientes por su ayuda en tiempos difíciles.
“La gente quiere amigos que cuiden de ellos (…) los amigos están preocupados principalmente por las necesidades de otros, más que por los beneficios que pueda obtener al ayudar”. Curiosamente, este planteamiento tiene su origen en los modelos de alianzas y acuerdos entre países, los cuales surgen para evitar situaciones conflictivas.
“Las amistades están relacionadas con las alianzas. Vivimos en un mundo donde el conflicto puede ocurrir y los aliados deben estar preparados de antemano”, puntualizan.
En este sentido, la Unesco invita por decreto a todas las personas alrededor del mundo a celebrar el valor de la amistad y la familia durante el mes de mayo, y mantener esa alegría a lo largo del año. Según científicos de la Universidad de California, la genética juega un papel crucial si de amistades se trata. El estudio afirma que “elegimos a los amigos no sólo porque son socialmente parecidos sino porque se nos parecen desde el punto de vista genético”. En síntesis, cuando buscamos relacionarnos también compartimos predisposiciones hereditarias, inconscientemente.
Este avance implica que no elegimos amigos por intereses comunes, como se ha pensado hasta ahora. Lo contrario ocurre con las parejas. Los novios se buscan opuestos a los rasgos genéticos.
El trabajo pone en evidencia que “tenemos vínculos genéticos tanto con la familia como con los amigos”, es decir que el ADN influye.
La amistad es terapéutica
La amistad cuando es sólida es un “divino tesoro para la salud”. Los momentos felices y de catarsis que se viven junto a aquellos a quienes se considera hermanos, son positivos.
Según el psicólogo Eugene Kennedy, de la Universidad de Loyola en Chicago-EEUU, estas relaciones tienen un profundo efecto sobre el bienestar físico.
En este contexto, es indispensable encontrar a personas que edifiquen, pues una buena alianza podría hasta alargar los días en la tierra, afirman múltiples investigaciones.
Por otra parte, el sociólogo holandés Gerald Mollehorst lleva una década analizando hasta qué punto lleva el control de su red de contactos.
Asegura que el 48% de los amigos permanece a fiel después de siete años. De esta cifra, sólo el 30% preserva la misma condición de confianza que tendría en el pasado.
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