¿Indignos o indignados?

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Los seres humanos necesariamente tenemos que ser individualizados y personalizados, en toda circunstancia por el hecho cierto de ser poseedores de dignidad y libertad, lo que implica a su vez que todo ser humano es responsable de sus actos. En consecuencia toda conducta colectiva no implica eximir de responsabilidad a sus participantes.
Esto viene al caso cuando toda una sociedad o parte importante de ella se extravía y asume conductas cómplices, tanto porque participa como porque calla. Es lo que pasó en la Italia fascista y en la Alemania nacionalsocialista, así como en la Rusia bolchevique y en la España franquista. Igualmente indigna fue la conducta de muchos franceses frente a la invasión nazi, conducta indigna que todavía hoy avergüenza a la nación francesa.
Aquí en América latina también ha sido relativamente frecuente el silencio cómplice o la participación inescrupulosa de muchas personas que por interés, cálculo o miedo terminan avalando dictaduras y gobiernos corruptos e inescrupulosos. Así fue en la Argentina de Videla y en el Chile de Pinochet; igualmente en las feroces dictaduras militares brasileña y uruguaya, así como muchas otras que siguen avergonzando al continente. Otro buen ejemplo es la tiranía cubana de más de medio siglo, que no habla muy bien de un pueblo, por lo menos de una parte de él, que pareciera haberse acostumbrado a la complicidad y a la servidumbre. De allí el titulo de este artículo: ¿Indignos o indignados?
En el mundo actual la respuesta que se ha venido imponiendo afortunadamente es la de los llamados “indignados”, quienes han logrado que en los últimos treinta años el mundo pasara de más de setenta dictaduras a menos de cuarenta. El ejemplo más reciente lo tenemos en el Medio Oriente, cuando la indignación de millones de personas acabó con las tiranías y dictaduras longevas de esa parte del mundo. Igualmente en algunos países europeos millones de personas se lanzaron a las calles y plazas para protestar por la corrupción e insensibilidad de malos gobiernos y políticos corruptos.
La idea no es recurrir a la violencia irracional de las “masas” pero sí a la presencia activa de la gente en la vía pública, en el ejercicio pleno de su ciudadanía civil, participando y protestando pacifica y legalmente como expresión de su “indignación”. La experiencia histórica demuestra que siempre son las cobardías morales y las complicidades de muchos las que generan tiranos y tiranías, dictadores y dictaduras. Las “mayorías” no siempre tienen razón, al contrario en tiempos de crisis casi siempre se equivocan, muchos por interés y casi todos por temor. El miedo a la libertad también forma parte de la historia de la humanidad.
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