Vamos a enseriarnos un poco, o un poquito, al menos.
Sobre todo por ese asunto de la pena que le da a uno con el vecino. A uno el venezolano. Me pregunto, muy preocupado qué pensará la Academia de Ciencias Sueca, que otorga el Premio Nobel de Economía, ante la declaración universal y contundente que nuestro flamante y recién llegado presidente tomó la trascendental decisión de inundar el mercado nacional con productos de las más variadas especies provenientes de todos los confines de la tierra, una nueva y mejorada cornucopia, empezando con la importación de nada menos que 50 millones de rollos del mejor papel “toillet”.
Examinemos las posibilidades: A) Que de esta manera se fortalecerán infinitamente los Indicadores Mundiales de Comercio al aumentar en por lo menos 20 puntos porcentuales el flujo de mercancías. B) Que los venezolanos consumen una cantidad exagerada de este tipo de papel, dado que el fenotipo alimenticio criollo tiene una tasa de rendimiento entrada/salida en sus sistemas digestivos incomparable con el resto de la humanidad. C) Que hay un tipo por allí, a quien le dieron el contrato para importar esos productos con una tasa de dólares preferenciales de 6.3 Bs/$ para que se ayude en algo, agarre ese racimo de dólares y los venda en la esquina caliente en 5 veces el precio por el cual los compraron. D) Que nuestro flamante presidente, de economía no sabe pero ni una pizca de la materia dictada por Keyness. E). Que la vaina es una mamadera de gallo.
Bueno, el asunto es que los anuncios económicos de gobierno actual han sido una serie de disparates. Se metieron en una pelea contra el mancebo Lorenzo Mendoza de la Polar y recibieron una golpiza salvaje, le dieron hasta con el tobo. No hayan qué hacer ni qué decir. No hay medicinas. No hay repuestos para motos ni para vehículos.
Hay una escasez generalizada que no se resume jamas a carencia de papel higiénico. El aumento salarial del 20% se hizo trizas. No firman los contratos colectivos. Van a aumentar el pasaje en un 33% o simplemente se para todo el transporte nacional indefinidamente.
Anuncian aumentos en la mayoría de los alimentos como pollo, carne de res, huevos, harina de maíz, pan de trigo. No hay dólares para importar y la producción baja aceleradamente. La inflación se desata como una loca furiosa y el gobierno dice que “por ahora” no la podrá controlar.
La inversión nacional y extranjera disminuye a pasos agigantados. No estamos recibiendo nada del gigantesco flujo de inversiones hacia los países en desarrollo. La venta de vehículos baja significativamente y el gobierno habla de los carros iraníes que nadie compra en el mundo. Las clínicas privadas lucen abarrotadas dado que la crisis hospitalaria es demencial. Dios Santo. Y repito, la única declaratoria que hace el gabinete económico es hablar de la importación de papel higiénico.
Nadie da pie con bola. Mientras la Bolsa de Valores de Estados Unidos, el llamado índice Dow Jones alcanza los 15 mil puntos, batiendo día a día sus propios récords, la recesión asoma sus feroces dientes en Venezuela. Recuerdo que Giordani y el finado hablaban de una crisis mundial donde el capitalismo se hundía terriblemente y la patria de Bolívar emergía como un faro de luz económica y centro mundial de la nueva integración del Caribe, de Suramérica, de America, del mundo y hasta del universo.
Toda esa paja terminó en una realidad donde el comercio mundial registra el nacimiento de un grupo emergente de grandes países, tipo Tigres Asiáticos, los Bircs, es decir, las nuevas grandes economías, Brasil, India, Rusia, China y Sudáfrica, Venezuela lamentablemente no alcanza ningún nivel envidiable.
Estamos asistiendo, muchos de nosotros pasivamente, a la agonía de la producción y distribución venezolana y al ahogamiento forzado del consumo. No hay indicador alguno que alumbre el camino. No se ve luz por ninguna parte. Cuando una crisis política, y nosotros estamos dentro de una bien aguda, se une a una crisis económica, las salidas usuales son distintas al camino de la democracia. Y amigos leyentes no se le encuentra orilla a este maremágnum.
Maduro nos conduce a un régimen totalitario que mucho quisiera organizar, dirigir y controlar, pero sin tener la menor capacidad para gobernar electoralmente, mucho menos lo tendrá para controlar los vientos, los huracanes que se esconden detrás de cada esquina y que con su errática conducta no hace sino alborotar.
Nos salvamos: Llegó el papel higiénico
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