Resulta hasta patético comprobar que quienes más especulan con el hambre del pueblo, con su frugal economía, no son solamente los comerciantes inescrupulosos, sino que estos son complementados con ciertos segmentos de ese mismo nivel social; me estoy refiriendo a buhoneros, bodegueros, taxistas, verduleros, mecánicos, plomeros, jardineros, etc., quienes, valiéndose de las perentorias necesidades de la población, abusan desmesuradamente de los precios. Parece que Venezuela es el paraíso de los especuladores.
Las peregrinas justificaciones que aducen para su reprochable conducta son, entre otras, que tienen que esperar a que sus víctimas caigan en la necesidad, que carecen de prestaciones sociales y hasta el valor del dólar paralelo. Los buhoneros venden a precios especulativos, poco solidarios, sin controles los productos desaparecidos de los estantes de los comercios formales. Nos preguntamos ¿si hay escasez, donde y como los obtienen? ¿Están vinculados a los acaparadores? Los bodegueros en los barrios especulan desvergonzadamente con los precios de los productos de primera necesidad, disfrazando sus inmorales ganancias entre las pequeñas cantidades que los pobres adquieren. Los dueños de las Ferias de Verduras, desvirtuando sus propósitos iniciales, cobran múltiples precios por las verduras, para ocultar sus verdaderas ganancias, con lo que perjudican a los dos extremos de la cadena: productores y consumidores –productor–intermediario-Mercabar-verdulero-consumidor, donde los tres que no producen se quedan con la parte del león- y los demás son sus víctimas. Los taxistas, en un permanente y arbitrario abuso, cobran lo que quieren por una carrerita –en Argentina y México, donde el combustible es carísimo, el precio de la carrera más costosa está por debajo del costo de la más barata en Venezuela- Los servicios de mecánica, plomería, electricidad han alcanzado precios prohibitivos, debido en parte a que los clientes preguntan el precio después de prestado el servicio –se recomienda a los usuarios pedir presupuesto por escrito para cada caso-.
En otro orden de ideas, pero en el mismo contexto, el abuso –sobre todo con los más humildes- de porteros y burócratas, lo cual es proverbial, en tanto que se trata de personajes insensibles y prepotentes. Todos estos hechos, entre otros, forman parte del calvario de los pobres, los humildes, quienes han de sufrir, aparte de lo más amargo de la inflación, el tratamiento indigno de los funcionarios, así como los aumentos inexplicables –hasta el 20% semanal- de huevos, carne, pescado, pollo, queso, etc. No se puede ni se debe soslayar en esta exposición sobre el enfrentamiento entre pobres contra pobres, la actitud de casi todas las autoridades, al tratar como delincuentes a jóvenes y adultos pasados de color y/o vestidos de manera sencilla, a quienes acorralan para quitarles su dinero o pertenencias –morrales, motos, etc.-. Así como la generalizada práctica conocida como “matraca” cuando por cualquier nimiedad en la documentación o fallas en las luces es razón para exigir dinero. Policías y otras autoridades también son parte del pueblo, pero agreden a su propia clase, no solamente en los casos expuestos, sino además por las dificultades que oponen a cualquier trámite para obtener algún documento exigido por las mismas autoridades.
Pueblo vs pueblo
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