El protocolo milenario que define al nuevo líder de la Iglesia católica #24Abr

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A puertas cerradas, bajo un estricto protocolo que ha perdurado por siglos, se lleva a cabo uno de los procesos más solemnes y herméticos del mundo: la elección del nuevo Papa. Conocido como cónclave, este rito ancestral combina tradición, secretismo y espiritualidad para designar al sucesor de San Pedro.

El término «cónclave», derivado del latín cum clave (“con llave”), alude a la antigua práctica de encerrar a los cardenales para impedir cualquier tipo de influencia externa durante la deliberación. Hoy en día, ese aislamiento sigue siendo absoluto: los cardenales electores deben entregar todos sus dispositivos electrónicos y quedan incomunicados del mundo exterior hasta que concluye la elección.

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Durante el proceso, los cardenales son alojados en la residencia Domus Sanctae Marthae, cuyas ventanas son selladas, al igual que los accesos al área del cónclave, que se realiza en la emblemática Capilla Sixtina. Toda esta logística responde a las normas establecidas en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por San Juan Pablo II en 1996, y posteriormente modificadas por Benedicto XVI.

Para elegir al nuevo Pontífice se requiere una mayoría calificada de dos tercios. Sin embargo, si después de 30 votaciones no se logra consenso, se abre la posibilidad de un balotaje entre los dos candidatos más votados, una opción introducida para evitar bloqueos prolongados.

No pueden hacer campañas para su elección

El proceso no solo es riguroso en sus formas, sino también en sus valores: está prohibida la autopromoción, las campañas internas y cualquier forma de presión o pacto entre cardenales. Las penas por violar estas reglas pueden llegar incluso a la excomunión.

El día del cónclave inicia con la celebración de la Missa pro eligendo Pontifice, tras la cual los cardenales marchan en procesión hasta la Capilla Sixtina. Allí, bajo los frescos de Miguel Ángel, prestan juramento de confidencialidad y se disponen a votar. Cada voto se deposita de manera individual y secreta en una urna sobre el altar.

El resultado de cada votación se comunica simbólicamente al mundo exterior a través del humo que se eleva desde una chimenea instalada en la capilla. Humo negro indica que aún no hay decisión; el esperado humo blanco anuncia que la Iglesia tiene un nuevo líder.

El cónclave es una tradición viva que une lo espiritual con lo humano, reafirmando el compromiso de la Iglesia con su historia y sus fieles. En cada detalle, desde el juramento hasta el ritual del humo, late la continuidad de un legado de más de dos mil años.

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