Hace ya varios años estuvo de visita en Barquisimeto un matrimonio, amigo del escritor Alberto Castillo Vicci. El matemático y ella ingeniera de sistemas. Coincidió su visita de trabajo con la procesión de la Divina Pastora.
El matemático aprovechó el día para repasar notas de trabajo mientras su esposa y amigos seguían la procesión por televisión, como siempre una multitud impresionante que desbordaba calles y avenidas. Ensimismado entre números y cálculos sentía que la majestuosa manifestación de fe era algo muy hermoso pero al mismo tiempo un episodio humano en el cual había un gasto inmenso de energía improductiva.
No obstante su distancia anímica del ambiente de excelsitud espiritual sus emociones íntimas se conectaron con la divina presencia de María entre la gente, su mente estaba en las ecuaciones y los logaritmos pero su corazón no pudo resistirse al idilio entre la eternidad y la fe.
Continuó su trabajo en Barquisimeto por unos días más el matemático y entre su mundo científico y la atmósfera de misas y rezos que acompañaron la visita de la sagrada imagen a los templos de la capital larense, se creó un hilo de vecindad y apego que estableció una relación silenciosa y amable.
Regresó el matemático con su esposa a Caracas y la rutina estresante de la gran ciudad fue apagando los ecos de tranquilidad y sosiego anímico que les acompañó en los espacios crepusculares, la ansiedad y el bullicio retomaron su terreno de afanes y prisa, con el agregado de un dolorcito de cabeza resistente a la aspirina y el traguito de ron con canela.
Una tarde el matemático se quedó solo en casa y su esposa fue a la universidad a dar su clase de posgrado. De pronto un cosquilleo subió gradualmente de la pantorrilla a la cintura y luego se trasladó a gran velocidad a la nuca, el matemático corrió hasta el teléfono para hacer una llamada urgente pero de pronto la oscuridad se le vino encima y antes de caer desmayado lo único que vio fue la imagen de la Divina Pastora.
Su esposa iba rumbo a la universidad y de improviso sintió un ramalazo de desesperación en el pecho, no sabía que era, la angustia no la dejó pensar y regresó a su casa de manera acelerada. Al entrar a la sala vio a su esposo tendido en el suelo y con la ayuda de un vecino lo subió al automóvil y partió rauda hacia la clínica, allí lo atendieron en emergencia y pudieron salvarle la vida. Se salvó por lo rápido que lo trajo, unos minutos más y hubiera sido imposible volverlo a la vida, porque ingresó casi sin signos vitales, le dijo el médico residente.
Esto sucedió hace muchos años pero Kiko Castillo lo recuerda con precisión, porque fue una intervención milagrosa de la Divina Pastora a favor de una persona que no había invocado su protección, simplemente había establecido una relación amigable, una vinculación espiritual sin procederes religiosos, simplemente un lazo de respeto y reconocimiento que se convirtió en un milagro. Desde esa vez el matemático vino a la procesión y se abochornó de haber pensado que tanta gente detrás de una imagen eran gasto inútil de energía, sino más bien una suma de fuerza maravillosa que daba alivio a miles y miles de persona solamente con estar cerca. Salve Divina Pastora.
Jorge Euclides Ramírez