#OPINIÓN Las formas y las apariencias son esenciales #17Mar

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«Decimos mentiras cuando tenemos miedo…

miedo de lo que no sabemos,

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miedo de lo que pensarán los demás,

miedo de lo que se descubrirá sobre nosotros.

Pero cada vez que decimos una mentira,

lo que tememos se hace más fuerte».

Robert Paul «Tad» Williams

A la mujer del César no le basta con ser honesta ni con decir que es honesta, sino que por sus actos y por su conducta debe parecer honesta.  Esta es  unafrase que invita  a reflexionar sobre la importancia de la coherencia entre las palabras y los actos, y a cultivar una imagen de integridad y transparencia. De cuidar la propia reputación y evitar cualquier comportamiento que pueda generar dudas o sospechas. 

Esta frase, «La mujer del César no solo debe ser honesta, sino que por sus actos y por su conducta debe parecer honesta», es una adaptación moderna de un dicho histórico atribuido a Julio César. Para entender su significado, es útil conocer el contexto original:

Origen histórico: La frase original, «La mujer de César no solo debe ser honrada, sino parecerlo», surgió de un incidente en el que Pompeya, la esposa de Julio César, se vio envuelta en un escándalo. A pesar de no haber pruebas concluyentes de su culpabilidad, César se divorció de ella. Su razonamiento era que, como su esposa, debía estar por encima de toda sospecha. La apariencia de honestidad y virtud es tan importante como la honestidad misma.

Interpretación moderna: La frase se utiliza hoy en día para enfatizar la importancia de: La integridad: No basta con ser honesto, sino que también es necesario actuar de manera que los demás perciban esa honestidad. La reputación: La forma en que nos ven los demás puede ser tan importante como nuestras intenciones. La transparencia: Nuestras acciones deben ser claras y sin ambigüedades, para evitar malentendidos o sospechas.

Se trata de una anécdota o vicisitud narrada por el célebre historiador griego Plutarco en su obra “Vida de Julio César”.- Aconteció que Cayo Julio César, poderoso gobernante romano en tiempos de la última República, tenía entre todas sus esposas una hermosa y virtuosa mujer llamada Pompeya de quien un Patricio de nombre Publio Claudio Pulcro se enamoró perdidamente y ante la imposibilidad de estar cerca de ella y confesarle su amor, el osado enamorado se disfrazó de mujer y entró al palacio del César para poder aproximarse a Pompeya, entonces fue descubierto por las mismas mujeres y denunciado a los guardias –  los eunucos –  que custodiaban el harén, pero el correoso enamorado pudo escapar.

Sin embargo, Cayo Julio César, quien era un hombre de principios y costumbres muy estrictas, a pesar de que estaba claro de que su esposa no tenía culpa del hecho fraguado y protagonizado por Claudio, la repudió públicamente con “va de foras” y fue entonces que expresó la frase que el historiador Plutarco haría famosa y proverbial al recogerla en su obra: «A la mujer del César no le basta con ser honesta, sino que además, tiene que parecerlo». O sea que las apariencias son tan importantes, igual que las formas deben corresponder siempre a los contenidos.

Una versión apócrifa nos relata que Pompeya hizo genuflexión al César y le dijo de modo reverencial pidiéndole perdón por el hecho ocurrido: Señor mi Señor yo soy honesta, no es mi culpa que Publio haya entrado a mis habitaciones. Y el César le respondió: Mujer algún gesto atrevido o insinuante, alguna señal permisiva, has debido hacerle a Publio Claudio Pulcro para que se haya atrevido a entrar al Palacio a las habitaciones de las mujeres, al harén del Emperador para cortejarte. A la mujer del César no le basta con ser honesta sino que debe parecer honesta  y tu no pareces honesta por eso te repudio. “va de foras”.

Posiblemente Pompeya no había cometido ningún acto indecoroso, pero la acción de Publio Claudio Pulcro puso a dudar al César sobre la fidelidad de su mujer, y fue por ello que el emperador exclamó: «mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet» («La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo»). Desde entonces se ha aseverado que el César pudo haber cometido una gran injusticia, pero en defensa del emperador se argumenta que, en todo caso, las formas y apariencias son esenciales en quienes tienen la responsabilidad y el deber de ser ejemplos de coherencia y compostura.   

Mal puede pretender alguien convencer a los demás mediante actitudes histriónicas de que su comportamiento es honesto, recto, honrado, moral o ético, o conforme a las leyes, si su conducta demuestra todo lo contrario. Hay quienes mediante extravagantes simulaciones gritan, lloran incluso para exprimir en los demás el sentimiento de lástima, en tanto se les deje pasar por alto lo que está a la vista, que no es otra cosa que la prueba elocuente de que no es honesta u honesto como lo pregona.

Estos actores y actrices los encontramos en cualquier esfera, en el mundo privado o en la función pública. Una simple sumatoria, una operación de descarte o un argumento en sentido contrario, no deja lugar a dudas sobre la verdadera personalidad de quienes así se comportan. Al descubrir que una persona que habías colocado como un ejemplo de virtud y sensatez por sus dichos, en razón de lo que preconiza, pero que en un momento inesperado desnuda su personalidad mostrándose cuál es, entonces evalúas que la rectitud en ella es una línea zigzagueante o tortuosa a conveniencia, que la honestidad es solo un envoltorio diseñado para encubrir una perversa médula, que no hay respeto por las normas porque las aplica selectiva y alcahuetamente, porque ni siquiera aparenta moderación y cuando lo hace es solo una mampara para encubrir su carácter escandaloso, que nunca ha sido íntegra porque se devanea entre el oportunismo y las apariencias, porque es connivente con lo inmoral y lo espiritual no es más que una blasfemia.

Como un castillo de naipes derribado por una sorpresiva brisa, así quedan sobre el piso las falsas virtudes que emperifollaron en algún momento a quien blandiendo estandartes de decencia y rectitud, ahora descubres que es puro cuento. ¿Quiénes pueden dar crédito a los dichos de una persona así? Pues no se engaña a quien se sabe engañado.

Este artículo me fue publicado en la Revista Venezolana de Educación “Educere”, de la Universidad de los Andes, bajo el título  “La Mujer del César”, Año 10 No 34, Junio – Septiembre 2006. Página 548.  

«Una mentira no puede vivir en paz»

Martin Luther King, Jr.

Dr. Crisanto Gregorio León

[email protected]

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