“…Cuán profundamente se afinó esta forma de manipulación, desde aquel faraón Vizier Ay, pasando por el monje Rasputín, hasta llegar a Joseph Goebbels, sin olvidar el más antiguo mito o alegoría, encarnado por una serpiente astuta e inteligente usada como símbolo para alertar sobre las consecuencias del engaño al dejarnos convencer por una oferta falsa dirigida a conseguir su objetivo…”
Jorge Puigbó
El Aturdimiento producido por tanta contradicción, protagonismo y dramatismo que nos envuelve a todos en estos días, me condujo a buscar en la WEB una explicación, que por ser sencilla la copio: desde el punto de vista médico la confusión es la «incapacidad para pensar de manera tan clara y rápida como uno normalmente lo hace», asimismo el DRAE trae una definición de la misma palabra, pero en otro sentido: «Mezclar cosas diversas de manera que no puedan reconocerse o distinguirse.», y trae un ejemplo: «La oscuridad confunde los contornos de las cosas«. Estas dos definiciones nos ayudarán a entender mejor lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
-La palabra avalancha nos recuerda la impotencia que se siente frente a una masa inmensa de nieve, tierra y piedras que arrolla todo a su paso. Un alud descomunal de palabras altisonantes que construyen opiniones y conceptos, está arrasando la cordura y la sindéresis necesaria en los medios de comunicación, sobre todo en las redes sociales. Como nunca antes, el sentido del vocablo polarizar como acción de atraer y concentrar algo alrededor de un polo ha cedido frente a la tendencia política de entenderlo como división entre dos bandos irreconciliables. Una distorsión preocupante, un alejamiento del “otro”, un predominio del sesgo cognitivo de grupo, una aceleración del instinto primitivo de la tribu.
-Frente a cualquier circunstancia hay que pensar y meditar bien lo que queremos expresar, siendo mayor su importancia en estos tiempos cuando la inmediatez manda. Sabemos que es casi imposible no caer en la tentación de dar una respuesta inmediata a cualquier situación, declaración o suceso que nos impresione, es una especie de prurito de ser los primeros en opinar; en reenviar rápidamente lo que sea, casi siempre sin comprobar o leerlo bien; en manifestar, muchas veces, nuestro parecer precipitado; en competir con los otros para ver quien lo dice primero. Nosotros lo llamamos el síndrome del “tubazo”, usando un viejo término periodístico, pero que, de primicia, en estos casos, no tiene absolutamente nada por ser, generalmente, una simple repetición del contenido de las redes de información o desinformación.
-Los que, alguna vez, practicaron la pesca submarina saben de qué se trata cuando se habla de enfrentar aguas turbias en las cuales se imposibilita ver con claridad. Todo parece estar rodeado de una oscura niebla y las imágenes se distorsionan escurridizas. Venezuela, y el mundo entero, en estos días, parece un mar revuelto, la negrura se impone, una tormenta repentina nos azota sin parar y no nos deja ver la realidad, lo que realmente está sucediendo. Nos atropella un río crecido y desbordado de pasiones, de emociones y cuando esto sucede es muy difícil el juicio equilibrado. Es la globalización del caos, el triunfo de la relatividad, de la manipulación y el predominio de la posverdad.
–Las redes sociales en estos días se han transformado en algo imposible de comprender, un diluvio de charlatanería, de especulaciones, de agresividad, las inundó y una impresionante manipulación de la información se hizo presente, como nunca antes, y sí sumamos a esto el sesgo cognitivo, o predisposición, de las personas a oír, leer y trasmitir lo que les conviene, lo qué les agrada, dejando de lado la racionalidad el resultado es caótico para la objetividad. ¿Alguien dijo que las ideologías habían muerto?
– La audacia irresponsable priva sobre todo lo demás, una retórica vacía que trata de demostrar lo inteligente que somos guía las respuestas y los egos de algunos están que estallan, enceguecidos por imponer sus apreciaciones y puntos de vista.
–Marketing, márquetin, mercadeo o mercadotecnia, palabras diferentes para referirse a una misma cosa, a un mismo fin: venderles a las personas algún objeto o idea, convencer mediante argumentos bien elaborados de las bondades y virtudes de algo que se ofrece, incluso si no las tiene. La locuacidad de aquel antiguo y ambulante personaje, el cual vendía todo tipo de ilusiones para sanar espíritus y cuerpos, con la acción de brebajes misteriosos o pases hipnóticos y mágicos, estaba acompañada de un profundo conocimiento de la naturaleza humana, de sus debilidades, de sus anhelos, de sus esperanzas. Cuán profundamente se afinó esta forma de manipulación, desde aquel faraón Vizier Ay, pasando por el monje Rasputín, hasta llegar a Joseph Goebbels, sin olvidar el más antiguo mito o alegoría, encarnado por una serpiente astuta e inteligente como símbolo para alertar sobre las consecuencias del engaño al dejarnos convencer por una oferta falsa dirigida a conseguir su objetivo. Es un péndulo que siempre ha oscilado entre la verdad y la mentira, en nuestros días su recorrido se ha reducido. Las prácticas de manipulación del consumidor se trasladaron con su eficiencia y medios al campo político y la propaganda, la información-desinformación, sin ética alguna, acompañan con técnicas cada vez más depuradas y efectivas (como la inteligencia artificial), a la acción política diaria, llegando a ser parte de un juego donde, al final, pareciera estar ganando la incredulidad y la decepción en el ser humano, todo como consecuencia de la falta de certeza y de principios. Se pretende anular la democracia y por tanto la libertad, avanzando en sistemas totalitarios de absoluto control social.
Jorge Puigbó