Donald Trump es la encarnación del pragmatismo político derivado de su condición de exitoso empresario alejado de los cuentos de camino para ir al grano de los negocios. Gente motivada siempre por la ley de la máxima ganancia capitalista.
En consecuencia, es de los que practica la concepción de la política como arte de lo posible al igual que la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios. Por ende, es alguien capaz de bailar con el Diablo para salir del infierno. De allí la simpatía por líderes autocráticos como lo sostiene Fernando Cult.
A esa visión del hombre y la sociedad se adhiere Trump. Si en alguien se juntan los conceptos y hechos más crudos de la política es en su persona. Es el que dejó solos a sus aliados los kurdos, en 2019 en Siria, a merced entonces de la criminal dictadura de Bashar Hafez al-Asad y sus protectores rusos.
Históricamente el liderazgo político estadounidense se ha caracterizado por su sentido práctico sin teoricismos. Son la supremacía del más vivo pragmatismo al momento de decidir rupturas o pactos con el enemigo.
No se creen con la verdad absoluta en materia de modelos sociopolíticos, ni tampoco pretende imponerlos y mucho menos pierden su tiempo en debates ideológicos. Pero defienden a capa y espada el sistema económico más productivo del mundo: la economía capitalista de mercado.
Citamos igualmente lo ocurrido en 1989, cuando la extinta Unión Soviética invade Afganistán y EE. UU. inexplicablemente se retira y abandona a la resistencia afgana. Años después regresan oportunistamente para echárselo en cara a los afganos.
En América Latina recordamos su apoyo a las dictaduras derechistas en los tiempos de la Guerra Fría luego de 1945. Por lo que en 1948 no tuvieron empacho alguno en apoyar el golpe militar contra el gobierno democrático del escritor venezolano, Rómulo Gallegos.
En ese molde político encaja el bravucón empresario y político que hoy ocupa la silla presidencial de EE. UU.
Precisemos que Trump asomó, durante la campaña electoral, como prioridades de su gobierno el Canal de Panamá, Groenlandia, Canadá, México y China y el problema social de los migrantes. En ningún momento el caso del sistema existente en Venezuela fue materia de primer orden.
Ahora resulta sorprendente que aplique sanciones arancelarias a Canadá, Colombia y México donde existen gobiernos democráticos sin sobrepasar la línea del autoritarismo. Pues en Colombia, Gustavo Petro será un declarado izquierdista pero no un tirano.
En cambio, la administración imperante a Venezuela, en las primeras de cambio, lo ha tratado con mano de seda al renovar la licencia a la empresa Chevron para la explotación de petróleo.
La compra de crudo más caro que el canadiense y mexicano en una jugada múltiple que oxigena a la administración de Nicolás Maduro que se atornilla en el poder. Tácitamente, se trata de un reconocimiento político y diplomático al mismo dado que es producto de una negociación mutua con reunión de alto nivel en Miraflores. Es la situación coyuntural reciente en concreto, con concesiones de lado y lado, que suscita suspicacias.
Ello mientras paradójicamente Trump se ha convertido en el feroz verdugo de los más de 350 mil migrantes venezolanos en Estados Unidos.
Confesamos que hemos hecho un esfuerzo por entender al fenómeno Trump en su intento de poner orden a lo interno y externo. Pero el asunto es que para Estados Unidos están primero sus intereses de gran potencia mundial sujeto a su juego táctico y estratégico de la geopolítica. Un juego contradictorio y riesgoso en que se sacrifica a los aliados menores. Es lo que explica el trato suave al gobierno venezolano.
En esas condiciones, resultan poco convincentes las declaraciones de la congresista republicana María Elvira Salazar, envuelta en un juego de palabras, cuando dijo que los socialistas tiemblan ante Trump. Es más bien un intento por remedar el capote tras lo ocurrido en Caracas.
En este mundo globalizado existen los países olvidados condenados a sufrir las peores adversidades por la indiferencia y complicidad de las grandes potencias que se lo reparten a su real antojo. Lo confirma, otra vez, el anuncio de Trump de expulsar a los palestinos de la Franja de Gaza.
Son los hechos testarudos de la política como certeramente lo decía el líder soviético Lenin.
Freddy Torrealba Z.