En la víspera de la visita 167 de la Divina Pastora a Barquisimeto, la pequeña iglesia de Santa Rosa se convierte en un hervidero de fe y devoción. Fieles de todas las edades y procedencias se congregan para elevar sus plegarias a la Pastora de las Almas, dando testimonio de los milagros concedidos y reafirmando una tradición arraigada en el corazón del pueblo larense.
Más allá de la procesión multitudinaria, en la intimidad de este espacio sagrado, se encuentran historias personales de agradecimiento, esperanza y una conexión profunda con la Virgen.
Fieles acuden a la Virgen
Los testimonios recogidos en Santa Rosa revelan la diversidad de experiencias que unen a los devotos con la Divina Pastora. Para algunos, la devoción es un legado familiar transmitido de generación en generación. Una feligrés, visiblemente emocionada, relata cómo su familia, desde su padre y su abuela hasta su tía, le inculcaron el amor por la Virgen desde temprana edad.
“Servir a la Divina Pastora es algo inexplicable, una emoción demasiado grande. Es algo que llena el corazón totalmente”, afirma, invitando a otros a vivir esta experiencia transformadora. Su agradecimiento se centra en la bendición de sus hijos, incluyendo un niño con necesidades especiales. “Le doy gracias a ella todos los días por la bendición de que mi hijo esté conmigo”, expresa conmovida.
Devotos viajan desde otras partes del país
Otros devotos, aunque no nacidos en Barquisimeto, han encontrado en la Divina Pastora un faro de esperanza en momentos difíciles. Una mujer comparte el milagro que atribuye a la Virgen: la sanación de su hija, quien sufría convulsiones desde pequeña.
“Le pedí mucho a ella, hice una promesa con ella por cinco años, se la cumplí”, cuenta con gratitud. Incluso los deportistas encuentran en la fe un complemento a su disciplina. La señora Beatriz Rodríguez, aficionada al bowling de 57 años, agradece a la Divina Pastora por su “actitud y voluntad” para seguir practicando su deporte.
La procesión, aunque un evento central, es solo una parte de la devoción. Los fieles visitan a la Virgen días antes, buscando un encuentro personal y un espacio para la reflexión. Un devoto relata cómo, desde su infancia, su madre lo llevaba a Santa Rosa en la víspera de la procesión.
Recuerda con nostalgia las procesiones de antaño, muy diferentes a las actuales, con una plaza más pequeña y un ambiente particular. La misa del deporte y el maratón Divina Pastora también forman parte de las actividades que congregan a los fieles en torno a su fe.
Un testimonio particularmente conmovedor es el de una mujer que agradece por la vida del hermano de su hija, cuyo parto fue complicado. “Cada año venimos dando gracias a Dios por los milagros que nos hace. Uno de ellos es la vida de su hermano, que cada día luchamos por él”, expresa conmovido. Este relato subraya cómo la fe en la Divina Pastora se convierte en un soporte fundamental en momentos de dificultad y un motivo constante de agradecimiento.
Los testimonios recogidos en Santa Rosa revelan la profunda conexión que une a los devotos con la Divina Pastora. Más allá de la tradición y el fervor colectivo, se encuentran historias personales de fe, esperanza y agradecimiento. Cada plegaria, cada promesa cumplida, cada milagro atribuido a la Virgen, fortalece un vínculo que trasciende generaciones y consolida a la Divina Pastora como un símbolo de fe y esperanza para el pueblo larense.
