Una revisión de la literatura médica revela que la población puede agregar unos pocos frutos secos a su dieta, o reemplazar otros alimentos con esos “snacks” ricos en grasa saturada y fibra, sin engordar.
Los autores combinaron la información de 31 ensayos clínicos internacionales y descubrieron que existía muy poca diferencia en el peso o la circunferencia de cintura entre grupos con una dieta normal o una opción enriquecida con frutos secos.
“La mayoría de los estudios sobre la dieta enriquecida no mostraron un aumento de peso significativo, a diferencia de lo que suponíamos”, dijo el doctor David Bleich, jefe de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo de la Universidad de Medicina y Odontología de Nueva Jersey, en Newark.
El equipo de Gemma Flores-Mateo, del Instituto Universitario de Investigaciones en Atención Primaria Jordi Gol de Tarragona, en España, comentó que estudios previos habían asociado el consumo de frutos secos con una reducción del riesgo de morir o de desarrollar diabetes e hipertensión.
Bleich, que no participó de la revisión, recordó que sus investigaciones habían revelado que los marcadores de resistencia a la insulina, un valor que anticipa diabetes, disminuían cuando los pacientes agregaban frutos secos a su alimentación.
“Cualquiera pensaría que si aumenta el ‘contenido de grasa’ de la dieta, empeoraría la resistencia a la insulina. Esto habla de la calidad de las grasas que consumimos”, explicó.
Las grasas saturadas, la fibra y la proteína de los frutos secos también suprimirían el hambre.
En los ensayos clínicos revisados, a los participantes se les había asignado al azar una alimentación normal o una versión enriquecida con frutos secos (o, a menudo, esos productos reemplazaban otros alimentos), con un seguimiento de entre dos semanas y cinco años.
Al final, los que habían consumido los frutos secos adicionales adelgazaron unos 0,63 kilogramos (kg) y perdieron casi 1,27 centímetros (cm) de circunferencia de cintura con respecto de los que habían consumido una dieta normal. Pero esas diferencias podrían atribuirse al azar.
“Aunque los efectos fueron leves, los resultados contrarrestan el temor de que el consumo de frutos secos promueva la obesidad”, publica el equipo de Flores-Mateo en American Journal of Clinical Nutrition.
“Nuestros resultados respaldan la incorporación de frutos secos en dietas de prevención cardiovascular”, añadió.
Pero no se trata sólo de “agregar algunas nueces a una dieta de mala calidad”, aclaró Bleich, que dijo que la protección cardíaca se logra con una alimentación saludable, rica en frutas, verduras y aceite de oliva, por ejemplo, además de la incorporación de frutos secos.
El doctor Adam Gilden Tsai, de la Universidad de Colorado, en Denver, no recomendaría que sus pacientes agreguen frutos secos a la dieta diaria, sino que los usen para reemplazar otros alimentos y, así, obtener algunos beneficios, como mejorar los niveles de colesterol.
“Se pueden consumir frutos secos si se pueden controlar las calorías que se ingieren”, precisó Tsai, quien manifestó que es difícil que la gente coma una sola porción.
“Normalmente, le diría a un paciente: ‘Un pequeño puñado de frutos secos hace bien y es un snack que causa saciedad, pero coma con cuidado porque tiene muchas calorías’”, finalizó.