«El arte no es más que…
…la duplicación de la naturaleza.»
Aristóteles.
«Lo esencial no es la verdad,
…sino la sinceridad de la mentira.»
Georges Bernanos.
«La originalidad no es otra cosa que,
…una imitación perfectamente ejecutada.»
Voltaire.
«Todos somos aprendices en un oficio,
…en el que nadie se convierte en maestro.»
Ernest Hemingway.
«La creatividad es la inteligencia divirtiéndose.»
Albert Einstein.
«La imitación es la forma más sincera de adulación.»
Charles Caleb Colton.
- Al Torcer la Esquina
Todas las mañanas salgo a caminar una hora en la urbanización donde resido. Es una práctica que cargo desde que cumplí medio cupón de vida y el doctor me recetó actividad física. No es que me guste madrugar o hacer jogging porque a los robustos sólo nos gusta meterle al buche y por eso estoy pasado de maraca con la barriga que parece un caucho de motocicleta repleto.
Siempre uso la misma ruta. El ciclo completo tiene poco más de 1 kilómetro de largo, y una parte pasa por un centro comercial cercano donde converge una plaza Bolívar con su estatua ecuestre cagada de pájaros, sin buena manutención por la autoridad municipal. Tal vez, las aves se están vengando de los regidores bolivarianos por incapaces e infractores de derechos humanos, (y naturales) y que usan de excusa independentista para comerse la luz con el pueblo y obrar sobre la multitud. Debemos estar agradecidos con las emplumadas y afligido por lo odioso que al Libertador de las Américas le rellenen de miércoles o ñoña la cabeza, el tricornio y a su corcel más famoso, Palomo (caballo blanco de gran tamaño y cola larga; regalo de la campesina Casilda Zafra, que escoltó a Bolívar en batallas como la del Pantano de Vargas y la de Boyacá), por más que sea.
Luego de la plaza, volteo la calle y entro al parque donde hay una pista para atletas a uso gratuito. Allí doy un par de vueltas antes de volver por donde vine. En el retorno hay un sinfín de actores que caracterizan las mañas criollas.
Al volver del prado, siempre encuentro al mítico Chico que vende arepas con el lema hechas con amor del bueno. También pasó por la tienda de Doña Carmen, una señora lusa que regenta su bodega desde hace décadas y que tiene la habilidad de dar siempre el vuelto exacto, aunque los sencillos, no corran. No puede faltar El Mono, un joven con talento para el rap que improvisa rimas mientras recoge la basura de la calle, uniendo arte y trabajo en una sola actividad. Por último, siempre me cruzo con La Gata, una mujer misteriosa que, según rumores, hace lavados espirituales y lee el tarot, aunque en el fondo todos la conocen por sus cuentos mágicos que, combinan realidad y ficción.
Cada uno de estos interlocutores, con sus rutinas y mañas, colorea mi ruta matutina con una pizca de Caracas auténtica y el recuerdo eterno de mi Carmencita del Toboso, mi mamá, que hacía poco dejó el mundo de los vivos. Me venía diciendo que recordar a mamita no sólo era una costumbre humana y forzosa, sino que era un reconocimiento a su grandeza insuperable en nuestra formación educativa, verbo y gracia, ciudadana. Hay madres que si le ponen un extra a ese aspecto esencial en la formación de sus herederos por aquello de creer en formar una familia que sepa a sociedad y no a secuaces. Que guste de empatizar en buena medida y no de antipatizar con Ed-mundo y todo el mundo.
Si partimos de la base que la persona y su singularidad única e indivisible (foco básico de una sociedad robusta, para no llamarle buena, porque eso de buena sociedad, no existe), entonces es comprensible pensar que no tenemos equivalente, solo parecidos con alguna cara común que camine por ese mundo de la dimensión desconocida. Pero lo que no sabía era que eso pronto iría a cambiar. El mundo puede caminar con los pies de otro y mirar con ojo ajeno, pero lo que se supone no puede hacer es, ser un mismo yo, en un otro.
- Dualidades o un Encuentro Inesperado
En una mañana de esas donde mis pies recorrían la habitual ruta matutina, esa que he caminado desde que el doctor recetó actividad física para combatir los estragos de una barriga bien estada. El sol despuntaba con su resplandor usual ñero, iluminando la estatua ecuestre de Bolívar en la plaza, como si la barnizara de oro y donde las aves, impertérritas, seguían dejando su guano excrementicio sobre el Libertador y su noble corcel, Palomo.
Al girar la esquina y entrar al prado, algo raro captó mi atención. Entre los habituales corredores y caminantes, vi a un hombre que no solo tenía mí misma complexión robusta, sino que también vestía de la misma manera con camiseta gastada y los mismos shorts que yo. Mis ojos se fijaron en él con una mezcla de incredulidad y desconcierto.
El hombre también me advirtió. Nos detuvimos a unos metros de distancia, nuestras miradas fijas el uno en el otro. Sentí una sensación de desdoblamiento, como si el mundo alrededor se hubiera desmayado y solo quedáramos nuestros reflejos el uno frente del otro.
Me acerqué lentamente, sin apartar la vista de su rostro, que era un espejo perfecto mío. Cada arruga, cada línea de expresión, incluso la manera en que respiraba… todo era idéntico. Cuando estuve lo suficientemente cerca, extendí mi mano temblorosa y él hizo lo mismo, como un reflejo. Nuestros dedos se tocaron, y una sensación de vértigo me invadió.
Era como si el cosmos hubiera clonado mi presencia y lo hubiera puesto en mi calle. No sabía cómo, ni porqué, pero ahí estaba: mi doble, mi réplica perfecta. La magnitud de lo que significaba empezaba a asimilar en mi mente, mientras una parte de mí se preguntaba si ese nonsense estaba a punto de cambiar para siempre.
Este inesperado encuentro marcó el inicio de una serie de eventos que alterarían mi percepción de la realidad y la esencia misma de mi ser. Pero eso, queridos lectores, es una historia para otro capítulo.
- Par de Dos.
La mañana siguiente, luego del roce con el dedo, cuál E.T, y el insomnio de la noche anterior, sin entender nada, apareció, o ¿aparecí?, en la misma esquina, (dejándome como el adagio irlandés… si no estás confundido, no sabes lo que está pasando), frente a mis ojos, idéntico a mí. Nos miramos con ese asombro, como si estuviéramos viendo un reflejo vivo.
Decidimos acercarnos lentamente, con cautela, sin apartar la vista el uno del otro.
—¿Quién eres tú? —pregunté, casi en un susurro, sintiendo que mis propias palabras vibraban en el aire.
—Eso mismo te pregunto yo —respondió él, con una voz que era un eco perfecto de la mía. Nos miramos de pie a cabeza, buscando discrepancias, pero lo único que hallábamos eran similitudes asombrosas.
—Mi nombre es Kony…bueno, soy yo -dije, tratando de darle sentido a la situación…- Pero tú también eres yo. ¿Cómo es eso posible?
—No lo sé —respondió, mirándome con la misma confusión reflejada en sus ojos-. Me llamo Mark, hago la misma ruta cada día. Pero nunca había visto a nadie exacto a mí.
Nos quedamos en silencio por un momento, procesando el desconcierto. Sentía que el universo había decidido jugar una extraña burla, duplicándonos sin previo aviso.
—¿Recuerdas cómo llegaste aquí? —pregunté, buscando una pista que nos ayudara a entender.
—Sí, claro —dijo—. Me levanto temprano, camino una hora por la urbanización, paso por la plaza Bolívar y luego por el parque. Es mi rutina desde hace años. ¿Y tú?
—Exactamente igual —respondí, sintiendo que el enigma se profundizaba—. Parece que llevamos vidas paralelas. Pero esto no tiene sentido por donde lo veas.
La racha matutina nos rodeaba, y el mundo seguía su curso estándar, ajeno a nuestro extraño encuentro del segundo tipo, aunque parecía, más bien, encuentro del tercer tipo.
—Tal vez —comencé, inseguro—, tal vez no somos solo una duplicación física. Puede que haya algo más profundo, algo que no comprendemos todavía.
—Quizás —asintió él—. Pero, ¿cómo lo descubriremos?
Nos miramos de nuevo, y en ese momento supe que este encuentro era solo el inicio de una serie de eventos que desafiarían nuestra percepción de la realidad. Nuestro mundo estaba a punto de cambiar para siempre, y juntos, tendríamos que desentrañar el misterio de ser un par de dos, como unos mosqueteros partidos por la mitad.
Así empezó nuestra insólito, casi surrealista hecho. Pero eso, pana es, otra historia.
…To be continued…
Marcantonio Faillace Carreño