En Venezuela, la violencia contra la mujer comienza con la desatención del Estado #28Nov

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El Estado no les garantiza siquiera los derechos básicos a la mujer, y mucho menos vela porque la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia se cumpla, o por educar a los funcionarios para hacerla cumplirm, por tanto en Venezuela no se puede hablar de protección a las mujeres, reseña el portal especializado, Caleidoscopio Humano. 

No hay que olvidar, que  unos servicios públicos deficientes son una barrera que limita el crecimiento y desarrollo pleno de las mujeres venezolanas. Cuando cientos de mujeres deben, a diario, acarrear agua para poder realizar las tareas del hogar o cuyos horarios laborales deben ajustarse a cuando llega el agua y cuando no, no podemos hablar de un Estado protector.

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Mujeres como Carmen Castillo, residente de Simón Rodríguez, en Caracas, quien solo recibe agua por tubería una vez a la semana y por un lapso de un día y medio; son mujeres maltratadas, aunque el moretón no sea visible en el cuerpo.

Durante el fin de semana —en sus «días libres»—, Carmen debe dedicarse a lavar, limpiar, hacer todas las tareas del hogar y acarrear para poder abastecerse para el resto de los días que no cuenta con el servicio. El peso de acarrear no solo ha hecho estragos en su calidad de vida sino también en su salud, afectando su espalda. 

Es realmente agotador. Algunas veces el agua se va y no viene en 15 días; allí es peor porque no tengo tanque de agua y me toca cargar tobos desde llenaderos cercanos. Es un trabajo pesado porque son varios viajes. Es inhumano vivir sin agua», dijo. 

Pero el agua no es el único servicio con el que el Estado castiga y vulnera los derechos de las mujeres. Sucede lo mismo con el servicio eléctrico, el internet y el transporte público que, además de precario y peligroso, es un golpe al bolsillo de las trabajadoras. 

La carencia de servicios básicos, energía limpia, servicios de salud reproductiva, educación de calidad y un ambiente sano limita el acceso de las mujeres a oportunidades económicas y aumenta su carga de trabajo no remunerado. Esto pone en riesgo su salud y bienestar.

Aunque no lo parezca, una mujer que por un corte de electricidad pierde la comida o los artefactos que —con esfuerzo— compró con un salario precario, es una mujer maltratada; una mujer que tiene que cocinar a leña porque no encuentra en donde comprar gas, es una mujer maltratada; o una mujer que debe faltar a su trabajo, o dejar a sus hijos solos durmiendo, para ir a retirar la bolsa Clap —en horarios absurdos—, es una mujer maltratada.

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