Pilato quiso precisar si Jesús de verdad pretendía ser Rey de los judíos, cosa inaceptable por el Imperio Romano, cuyo único rey era el César. “Tú lo has dicho”, respondió Jesús, “sí soy Rey… pero mi Reino no es de aquí, no es de este mundo” (Jn. 18, 33-37).
¿Qué querría decir Jesús con eso de que su reino no era de este mundo? El reinado de Cristo será como es Dios: eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio, nunca se acabará, nunca será destruido.
Ya comenzó, y será establecido para siempre en la Parusía, en su segunda venida en gloria. Es lo que celebramos en la Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Desde el Antiguo Testamento el Profeta Daniel nos habla de ese Rey: “Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido” (Dn. 7, 13-14).
Ya no habrá más reinos de este mundo. Sólo existirá el poder de Dios. Y todos seremos sus súbditos. Pero ¡qué clase de súbditos! (ref.Ap. 1, 5-8 y Rom. 8, 15-17).
¿Cómo será ese momento? “Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo” (Dn. 7, 13-14). “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc. 13, 26). “Miren: El viene entre las nubes, y todos lo verán” (Ap. 1, 5-8).
Ahora bien, ¿Cómo podemos ser parte de su Reino?: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33). “No es el que dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7, 21). “Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 18, 3).
Dios siempre ha sido, es y será. Vendrá de nuevo, sí. Volverá para mostrar que es “el Señor del universo”, que “gobernará por siempre a su pueblo y su Reino no tendrá fin” (Lc. 1, 33).
Isabel Vidal de Tenreiro