Donald Trump es el 47° Presidente de los Estados Unidos, el primero desde Grover Cleveland en 1892 en regresar a la Casa Blanca después de perderla cuatro años antes. La elección, dirimida en el voto popular por dos puntos porcentuales fue a ese nivel ajustada, al llevarse al Colegio Electoral es más amplia con 312 compromisarios para el ganador y 226 para la Vicepresidenta Harris. La clave estuvo en que el ex-Presidente ganó en los siete estados considerados decisivos, en los cuales las encuestas no podían predecir ganador pues sus números estaban dentro del margen de error. Y no estaban equivocadas, salvo en Arizona y Carolina del Norte donde la diferencia fue de cinco y cuatro puntos respectivamente, en todos los demás estuvo en 3% o menos, con casos como Michigan (1.5%) y Wisconsin (0.8%).
Trump aumento su votación y sus porcentajes con relación a sus dos anteriores candidaturas en 2016 y 2020, por primera vez ganó en el voto popular, aunque no lograra la diferencia de 4.5% que le sacó Biden en 2020 ni los más de ochenta y un millones de votos que éste alcanzó cuando le ganó. En esta victoria indiscutible de 2024, el Presidente electo estuvo al menos cinco millones de votos por debajo de la cifra del hoy Presidente saliente hace cuatro años.
A lo largo del cuatrienio en el que Trump se negó a reconocer el triunfo de su adversario y mientras era objeto de dos sentencias condenatorias y varias imputaciones cuyos procesos judiciales no concluyeron, las encuestas fueron consistentes en el predominio de la opinión desfavorable a él, tendencia que venía ya clara desde que ejercía el gobierno. La firma especializada Statista apunta que mientras que la opinión sobre Harris sumaba 52% en las categorías desfavorables y 47% en las favorables, los guarismos de Trump eran 54% desfavorables y 44% favorables.
¿Cómo se explica entonces que haya ganado la elección?
Vayamos por partes, con los datos disponibles hasta ahora que se irán afinando, porque ese país beisbolero es naturalmente apasionado por las estadísticas.
Anótese la complejidad del sistema electoral estadounidense. No se trata de una sino de cincuenta y una elecciones de las cuales Trump ganó 31 y un pedacito de Maine, mientras Harris 19 y un pedacito de Nebraska, porque el derecho electoral no es federal sino estadal y en esos dos estados la asignación de miembros del Colegio Electoral es proporcional. Y agréguese la complejidad de la sociedad americana con sus variables por clase social, etnia, educación, sexo, edad y su distribución en una inmensa geografía con naturales diferencias históricas y socio-culturales entre el Sur, el Medio Oeste, el Oeste, el Este, sin contar las remotas Hawai y Alaska, repartidas en ciudades, zonas suburbanas, pueblos y zonas rurales.
Hay una “regla” general en las campañas electorales: aquel en torno a quien gira el debate tiene la ventaja. Eso, obviamente, ocurrió. Es verdad que su presencia constante en los noticieros estos cuatro años fueron predominantemente causadas por las acusaciones y procesos judiciales en su contra, pero también que sus abogados lograron que la mayoría no tuviera desenlace y que su estrategia de comunicación logró que lo favorecieran como “perseguido” en vez de perjudicarlo como convicto o presunto delincuente.
El gobierno de Biden será mejor evaluado por los historiadores que por sus contemporáneos, pero quedó marcado por la debilidad desde la catastrófica salida de Afganistán, cuyo acuerdo heredó de Trump, la inflación derivada de la inversión para reactivación post pandemia que en EEUU es menor que en otros países industrializados y la masiva inmigración. La crisis en el Oriente Medio no ayudó a un Presidente cuyas credenciales dicen de su experiencia internacional, pero la principal preocupación de la ciudadanía es la economía. En los votantes republicanos fue el alza de los precios, en los votantes demócratas preservar la democracia.
George Will, intelectual conservador, comentó tras las elecciones en The Washington Post que así como continua la autodegradación republicana el auto sabotaje demócrata la ayuda. No es lo mismo defender el muy legítimo respeto a las minorías a convertirse en una colección de minorías. ¿Cuánto progresismo woke puede aguantar la credibilidad del centrismo sintetizador de la candidata sin arriesgar su credibilidad? La campaña de Harris aunque unió al partido, demasiado breve por la demora de Biden en admitir lo evidente que a veces es muy difícil, tropezaba con un problema: siendo distinta, era muy improbable que pudiera diferenciarse de una Administración impopular. Tampoco sobra el consejo de Roosevelt a propósito de MacArthur: “Nunca subestime a un hombre que se sobreestima”.
A la mayor parte de los estadounidenses no les gusta Trump ¿Qué diferenció entonces esta elección de la anterior que perdió? En 2020 competía con un político moderado, irlandés, de clase media trabajadora de Delaware. En 2024 con una californiana de color, hija de profesores universitarios inmigrantes de India y Jamaica. La división de la sociedad americana es dato conocido y hay que sumarle divisiones que no necesariamente se aprecian desde la superficie. La mayoría abrumadora de las mujeres votó por Harris, lo mismo pasó con los hombres por Trump ¿En márgenes tan estrechos, habrá incidido algún residuo de machismo y racismo? ¿Era un salto adelante demasiado audaz?
Ramón Guillermo Aveledo