La situación de los detenidos en Venezuela es cada vez más alarmante, y el caso de Rayder Jiménez es un triste ejemplo de la realidad del sistema penitenciario. Su tía, Maydelen Heredia, relata cómo logró verlo una vez en el Centro de Detención Preventiva Pata e’ Palo, en Barquisimeto, donde tuvo que pagar 5 dólares por una visita de solo 30 minutos.
“Solo pudimos verlo una vez porque no teníamos más recursos para pagar la visita y las cosas que había que llevarle”, explica.
El 25 de agosto de 2024, Rayder fue trasladado sin previo aviso al Centro Penal de Tocuyito, en Valencia, lo que sumó más angustia a su familia. Desde entonces, la comunicación ha sido casi nula. La única visita autorizada ocurrió el 3 de octubre, y el encuentro dejó a la familia devastada.
“Ver las condiciones en las que está nos puso aún más tristes. Está muy decaído, cabizbajo, delgado y demacrado”, relata Maydelen.
Señala que las condiciones dentro del penal son inhumanas. Según los testimonios de otros familiares, la comida que reciben está llena de gusanos y pelo. “No les permiten ni azúcar ni sal. La avena que les dan es simple, sin ningún tipo de aditivo”, denuncia Maydelen. Esta mala alimentación ha llevado a Rayder a sufrir mareos, además de que recibe un tratamiento inadecuado para sus ataques de pánico.
“No le dan lo que necesita; le administran otras pastillas que no son las que él toma normalmente”, añade.
La experiencia de Maydelen y su familia resalta la grave crisis humanitaria que atraviesa el sistema penitenciario en Venezuela. Los detenidos no solo enfrentan la falta de atención médica adecuada, sino también condiciones deplorables que atentan contra su dignidad y salud.
Los familiares exigen una urgente atención y acción por parte de las autoridades y la comunidad internacional para garantizar los derechos humanos de todos los detenidos en el país.
