«No puedes cruzar el mar…
…simplemente mirando el agua».
Rabindranath Tagore.
“Quien nada espera, cuanto le depare el día,
…por poco que sea, será mucho.”
Fernando Pessoa.
(Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Bernardo Soares)
“Muchas cosas pueden cambiarnos en la vida…
…pero una comienza y acaba con la familia”.
Anthony Brandt.
«El peso de una casa no recae sobre los cimientos…
…recae sobre una mujer”.
Proverbio Mexicano.
«Todos morimos dos veces: Una vez cuando dejamos de respirar
y otra cuando alguien dice nuestro nombre por última vez.»
Robin Gunningham.
(Robert Banks o Robin Banks o Robert Banksy).
«La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, solo la luz puede hacer eso.
El odio no puede expulsar al odio; solo el amor puede hacer eso».
Martin Luther King Jr.
“El optimismo es un error; la esperanza, también: cuanta más esperanza tienes, más desdichado eres, porque más decepciones te llevas; y a la inversa: el secreto de una vida feliz consiste en no esperar nada de nada ni de nadie,”
Byung-Chul Han.
- Introducción
La vida está llena de momentos que, a primera vista, parecen ordinarios, pero que en realidad esconden profundos significados y lecciones. Este escrito, me sumerge en una de las tantas experiencias personales que me llevaron a advertir la naturaleza dual de la vida. A través de la historia de mi madre, Carmen, y su inquebrantable amor y sacrificio, descubrí verdades sobre la vida que antes me eran recónditas. Su partida, aunque dolorosa, me enseñó sobre la abundancia inmarcesible de su ser y la nobleza de su espíritu.
Por otro lado, este corto escrito, también es una reflexión sobre las contradicciones y certezas que definen nuestra realidad. Y en este viaje introspectivo, cada página revela un fragmento de la sabiduría que mi madre, y la vida misma, me han legado. Espero que estas cuartillas no sean solo una historia más, sino un espejo en el que puedas ver reflejadas tus propias experiencias y emociones, porque, al final, todos morimos dos veces: una cuando dejamos este mundo y otra cuando nuestro nombre es olvidado. Y el escrito, esencialmente es un esfuerzo por mantener viva la memoria de los que amamos y por quienes seguimos aprendiendo, incluso después de su partida.
- Optimismo de la Desilusión
Un día de los que señalamos como uno más, topé con el porqué mamá se preocupó tanto por todo siempre. En especial de nosotros sus hijos. Esto sucedió con sus cenizas a la salida de mi aposento, escoltada de la madre de mi hija, Luchy, la que partió de este plano meses antes que mamá, quien se fue naturalmente a los 94 años, ante mi atrapada mirada.
A veces recuerdo ese minuto y apenas advertí que fue un privilegio que no entendí en el instante. A pocos días de cumplirse tres años de su partida sigue enseñándome de que abundancia inmarcesible estaba hecha. Como ser único, Carmen fue contradictoria, porque siempre fue más exigente con ella misma que con nosotros sus seres amados sin límites.
Mamá era de esas mujeres que se lanzarían por un abismo, si con ello salvaguardase del peligro a sus hijos. Y era tan noble, que lo mismo hacía con mis primos, los hijos de su cuñada y mejor amiga Teresina. Eran tan diferentes como el cielo y el mar, pero como éstos, se barajaban zurcidas en el panorama final. Además, eran tocayas por el calificativo de la Santa Teresa. En algún juego celestial secreto, la providencia las enlazó en un bello ramo de luces al final de un arco iris. Carmen Teresa y Teresina eran dos caras de la misma moneda.
A diferencia de Teresina, había una objeción entre lo que Carmen daba por hecho y en lo que creía un hecho. Además, moría callada con sus contradicciones, porque al final de contrastarlas, Mamá, con su magia, veía la discrepancia entre lo que se «da por hecho» y lo que se «cree un hecho«, que residía plenamente en la certeza y la apreciación de la realidad.
En síntesis, lo que se «da por hecho« es una verdad aceptada sin porfía, mientras que lo que se «cree un hecho«, es una verdad percibida que puede ser debatida, y está sujeta a la interpretación personal. Para mamá ambas cosas eran una sola bajo su visual personal extrema. Si creía que algo parecía ser un hecho, entonces, lo daba por hecho.
Para Carmen, la regla que se refiere a sospechar que algo está pasando, es la misma Regla 39 de NCIS que dice “No creas en coincidencias”. Esta regla implica que, si algo parece sospechoso, posiblemente lo sea, y es mejor investigar más a fondo. De la misma fuente el Sargento Saunders (como decíamos al carácter mandamás de mamá) incorporó las reglas 91 y 13. R-91: Cuando salgas, no vuelvas; R-13: Nunca, jamás, te involucres personalmente en un caso.
- La Muerte Nunca es Aparente
A mamá no era fácil engañarla, porque sabía (y nos lo decía) que, uno se acostumbra tanto a cuidar las formas o aparentado lo que no es, que termina engañándose a sí mismo. No sé dónde leyó eso, pero toda esa sentencia por aparente que fuera, tenía mucho sentido. Recuerdo que, considerando las cosas, me di cuenta que aparentar es gran parte de nuestro proceder diario, por muchas razones, algunas entendibles, otras válidas, pero todas inútiles.
Si pensamos en su filosofía de doble rasero, la política y sus agoreros, expertos en aparentar, no tienen propósito ninguno, a no ser vergonzosamente, falsear las verdades y aparentar que lo hacen por el gentío inope. Hoy todos saben que son puras engañifas y por eso perdieron las elecciones recientes, aunque aparentan, con caras´ e tabla, que ganaron.
- Sinopsis
La historia de mi madre, Carmen, es el hilo conductor que teje este relato. Su vida, marcada por el sacrificio y el amor incondicional, me enseñó que la verdadera abundancia reside en la nobleza del alma y en la capacidad de amar sin límites. A través de sus acciones y enseñanzas, descubrí la similitud entre lo que se da por hecho, y lo que se cree un hecho, una distinción que sigue guiando mi percepción de las circunstancias.
Este es un nuevo homenaje a su memoria y a la de todos aquellos que, como ella, han dejado una huella imborrable en nuestras vidas. Aunque todos morimos dos veces, una cuando dejamos este mundo y otra cuando nuestro nombre es olvidado, las lecciones y el amor de mi madre perduran, iluminando mi camino y el de quienes la conocieron.
Al cerrar estas letras, espero que hayas encontrado en ellas un reflejo de tus propias prácticas y vibraciones. Que las historias aquí contadas te inspiren a valorar cada momento y a reconocer la abundancia inmarcesible que reside en cada acto de amor y sacrificio. Pues, al final, es en estos gestos donde encontramos el verdadero significado de la existencia. Y una forma para que la memoria de nuestros seres queridos siga viva en nuestros corazones, y que sus enseñanzas continúen guiándonos, más allá del tiempo y el espacio.
Marcantonio Faillace Carreño