Cuando el agente espacial Garbo cumplió 72 años, decidió revelar al mundo quién era realmente. Habían pasado 40 años y las librerías y los periódicos estaban repletos de sus célebres hazañas sin tenerse la más mínima idea de quién era la persona que estaba detrás de este mítico seudónimo.
Fue en 1984, cuando el doble agente secreto tomó la difícil decisión de dar a conocer su identidad verdadera.
Entonces convocó a los medios de comunicación para ofrecer una conferencia de prensa en el hotel Ritz de Madrid, España, y tras una expectante pausa de los desorientados periodistas, manifestó: “Engañé a Hitler porque era enemigo implacable de la humanidad dado mi padre me enseñó el significado de libertad”. Frente a las ráfagas de flas y ensordecedoras preguntas de los periodistas, estaba Joan Pujol García, conocido como Garbo.
Garbo era un doble espía. Su nombre clave para los alemanes era Arabel. Era su espía estrella, era el hombre que les proveía valiosos datos de inteligencia -aunque algo tardíos- sobre los movimientos del enemigo.
Pero la realidad era otra, Garbo era el arma secreta de los británicos, un doble agente experto en el peligroso arte del engaño.
Era español
Joan Pujol García había nacido en Barcelona, España, el 14 de febrero de 1914. Era el tercero de los cuatro hijos de un próspero propietario de la fábrica de tintes para textiles más importante de Barcelona.
Su juventud acomodada concluyó en el verano de 1936 cuando fue llamado a formar parte del ejército tras el alzamiento en armas de Francisco Franco contra la Segunda República Española. Era el inició la cruenta Guerra Civil que asolaría ese país durante los siguientes tres años.
Odiaba los conflictos y la violencia, por tanto, rehusado a enrolarse en el ejército y con la doble tilde de desertor de la patria, se escondió en una vivienda del barrio de la Catedral y ayudado por una vecina que le consiguió documentos de identidad falsos, pudo salir después de casi dos años de resguardo. “Perdí 20 kilos y casi todo el cabello. Parecía un hombre decrépito de 40 años, aunque solo tenía 25”, comentó a la prensa.
Intentó huir a Francia, pero al ver el intenso movimiento militar en la frontera desistió de la idea. Cansado de sentir miedo, se presentó como voluntario en el Ejército Republicano y trabajó en el tendido de cables telegráficos e inmediatamente como telegrafista, convencido que no dispararía un solo tiro.
En una escaramuza, se filtró en una trinchera enemiga y se entregó pensando que, al unirse al bando franquista, se acabaría su pesadilla, no obstante, terminó en una mazmorra por un tiempo, y luego en las filas de Franco, cuyas tropas ganaron la guerra civil el 1° de abril de 1939, con saldo de medio millón de muertos, hambre y destrucción.
Cinco meses después, los nazis invadieron Polonia. Comenzaba un conflicto dantesco: la Segunda Guerra Mundial.
El doble agente secreto
Al finalizar la Guerra Civil española, Joan Pujol consiguió un trabajo como gerente en un modesto hotel de Madrid. En 1940 contrajo matrimonio con Araceli González Carvallo, con la que procreará tres hijos: Juan, Jorge y María Eugenia.
Europa estaba a los pies de Franco y la dictadura de Salazar en Portugal. La tiranía de Hitler amenazaba con dominar todo el continente. Joan Pujol sentía un desmedido desprecio por los totalitarismos.
Decidido a convertirse en espía, en Madrid se acercó a las autoridades británicas tres veces sin suerte antes de lograr su cometido por una vía alterna.
Debido a las contrariedades, Joan tomó una curiosa determinación: Bajo la identidad de “señor López”, ofreció sus servicios como agente secreto a La Abwehr, el servicio secreto alemán, mostrándose como un ferviente funcionario del gobierno español de tendencias pronazis.
Pero La Abwehr requería de un agente con documentación adecuada para movilizarse por Europa y Joan no disponía de este valioso recurso, por lo que fue rechazado.
Pujol movió cielo y tierra y consiguió un pasaporte diplomático falsificado y eso convenció a los alemanes. Una vez aceptado, le impartieron un curso intensivo de espionaje, que incluyó la escritura cifrada. Le dotaron de ciertos códigos, tinta invisible y 3.000 dólares. Lo enviaron a Lisboa en julio de 1941 con la misión que pasara eventualmente a las islas británicas. Su nombre clave sería “Alaric”.
Instalado en la capital de Portugal, intentó en vano ofrecerles sus servicios a los ingleses. Sin posibilidad alguna de trasladarse a Gran Bretaña, utilizó su ingenio para hacerles creer a los germanos que se encontraba en Londres espiando a los aliados.
Armado de una copia de la Guía Azul de Inglaterra, una obra de la Royal Navy, una guía de ferrocarriles, y algunas revistas encontradas en la biblioteca local, inventó informes tan impresionantes que consiguió pensaran que provenían de Londres.
Pujol enviaba los mensajes cifrados a través de un supuesto piloto de la aerolínea KLM que recogía los informes en Londres y luego los enviaba a Madrid desde Lisboa. Todos era datos inventados mezclados con hechos reales.
El Servicio de Inteligencia Secreto británico (Mi6) interceptaron extraños mensajes enviados a los alemanes supuestamente desde Inglaterra y en los que se hablaba de regimientos, barcos y maniobras militares inexistentes.
Uno de esos informes, remitido por un tal “William Gerbers” (uno de los falsos agentes de Pujol), reportaba la salida desde Liverpool de un convoy rumbo a la isla de Malta. Para su sorpresa, los alemanes lo creyeron y enviaron aviones y submarinos a la caza de los barcos ficticios. Aunque la operación fue un obvio fracaso, los nazis no culparon de ello a Pujol, sino a los italianos que los acompañaron en la maniobra.
Cuando el Mi6 descifró la presencia de aquel espía que trabajaba para Hitler, activó las alarmas, fue entonces cuando la esposa de Pujol puso en marcha el plan trazado y estableció contacto con la Embajada norteamericana en Lisboa en donde confesó que su marido, en un intento de colaborar con la causa aliada, se había infiltrado en el servicio secreto alemán. Consignó el pliego de códigos secretos y la tinta invisible para convencerlos.
Inmediatamente los estadounidenses recomendaron a los ingleses que contactaran al presunto agente alemán. A los tres días, reclutaron a Pujol para el contraespionaje, le dispensaron los medios para trasladarse a Londres, donde posteriormente se le unirían su esposa Araceli y sus hijos. Pujol arribó a la capital británica en abril de 1942.
En un principio el Mi6 le asignó a Pujol el nombre clave de “Bovril”, en alusión a una marca de extracto de carne de vaca. Asimismo, le designaron un supervisor: Tommy Harris quien luego de fraternizar con el español, lo consideró “el mejor actor del mundo”, por lo que lo bautizó “Garbo” en homenaje a la sueca Greta Garbo, una de las estrellas más populares del Hollywood de entonces.
La red de Garbo
En un reportaje publicado en El País, el 11 de septiembre de 1984, el propio Joan Pujol García relató cómo fue el proceso para convertirse en doble agente secreto y engañar al III Reich.
“Construí una red de agentes, completamente inventada, que trabajaba a mis órdenes desde el interior del Reino Unido y pasaba información al servicio secreto alemán. Mi red tenía 17 agentes -llegó a tener 20 en total- y estaba compuesta por secretarias de ministerios, empleados, administrativos. Todos imaginarios. Incluso llegué a contar con un piloto. Sus denominaciones, en código, eran la V y un número. Mediante esta red, poco a poco, en un laborioso esfuerzo logramos conseguir la confianza del servicio secreto alemán. Una vez lograda, las condiciones para intoxicarlo estaban dadas, y eso fue lo que hicimos”, revela Joan Pujol para El País.
Garbo y Harris perfeccionaron la red de agentes que Pujol empezó a concebir en Portugal. Llegaron a disponer de 27 subagentes, todos ficticios por supuesto, cada uno con su perfil, personalidad y problemas, y dispersos por toda la geografía británica.
“Los había de distintas nacionalidades, incluyendo a Carlos un joven estudiante venezolano de familia acomodada y residente en Glasgow, que posteriormente logró reclutar también a su hermano para que espiara a los Aliados en Suramérica”, apunta el periodista Michael Nissnick, en un artículo publicado en El Estímulo (10 de octubre, de 2019).
A través de esta red de agentes secretos, vía Madrid, Garbo y su socio fueron capaces de transmitir al servicio de inteligencia alemán información del calibre necesario para ganarse la confianza de los nazis.
Venció a Hitler
En enero de 1944, loa aliados pusieron en marcha la Operación ‘Fortitude North’. Los alemanes informaron a Pujol de que los aliados se estaban preparando para una invasión en Europa a gran escala y le requieren para que les mantenga informados.
El Alto Mando Alemán estaba en lo cierto: los planes británicos y estadounidenses para la invasión de la Europa ocupada estaba en desarrollo.
Para ocultarlo, los aliados desplegaron un estratégico plan, al que dieron el nombre en clave de ‘Overlord’, con la colaboración esencial de Garbo.
Entre enero y el día D (martes 6 de junio de 1944), más de 500 mensajes de radio se cruzaron entre Garbo y Madrid, que él directamente retransmitió a Berlín.
Era vital hacer creer a los alemanes que el desembarco en Normandía era una vulgar distracción y que la verdadera operación ocurriría mucho más al norte, en el Paso de Calais. Y en este punto entraron en escena Garbo y Harris al frente de la “Operación Fortitude”.
La estratagema entrañaba aún un último y elegante golpe de efecto: el MI-5 dio instrucciones a Garbo para que Arabel (la red de espionaje de Garbo) transmitiera – seis horas antes de su ejecución- la información del desembarco y que destacara el cambio de planes, pues ahora sería en Normandía, donde Hitler había indicado previamente. De este modo, los alemanes no perderían la confianza en su agente. “La pieza no sería sacrificada”.
“La Operación Overlord se cobró la vida de más de 110.000 personas de ambos bandos, pero fue un gran éxito para los Aliados (y para Garbo), pues se pudieron romper las defensas germanas, avanzar en la liberación de Francia y ganar la Segunda Guerra Mundial al año siguiente”, asienta el periodista Michael Nissnick.
“El caso es que después de que el desembarco de Normandía se consolidó, como era de esperar, los alemanes me pidieron cuentas de la información que les había dado. Yo, muy tranquilo, les di una explicación coherente: el desembarco por Normandía era inicialmente una maniobra de diversión, pero el éxito de su propio curso hizo que el alto mando aliado decidiera convertirlo, sobre la marcha, en el desembarco principal y único, al igual que la incompleta resistencia de los alemanes hallada allí por parte de los aliados”, narra Joan Pujol en el mencionado reportaje para El País.
Joan Pujol García fue el único participante de la Segunda Guerra Mundial condecorado por ambos bandos, recibió las más altas distinciones: el 29 de julio de 1944, se le notificó: Con gran alegría y satisfacción puedo comunicarle con fecha de hoy que el Führer le ha concedido la Cruz de Hierro por sus extraordinarios méritos, condecoración que –sin ninguna excepción– solo se otorga a los combatientes en primera línea.
Por su parte, los británicos le otorgaron a Garbo la Orden del Imperio Británico en una ceremonia secreta poco antes de la Navidad de 1944. La medalla le fue entregada por Sir David Petrie, director general del Servicio de Seguridad, en un banquete celebrado en su honor.
Cuando terminó la guerra, “Alaric” se entrevistó con miembros del servicio secreto alemán escondidos en Madrid, quienes pese a su infortunio mostraron su profundo agradecimiento para con su agente secreto, compensándolo con 25.000 pesetas, entonces una pequeña fortuna, recursos que utilizó Garbo para ocultarse y huir a Venezuela.
Fingió su muerte
Con la ayuda del servicio secreto inglés, el MI5, Garbo simuló haberse mudado del Reino Unido con destino a Angola. Pocos después algunos medios de comunicación anunciaron su triste deceso a causa de la Malaria, otros le atribuyeron la muerte a la mordedura de una serpiente.
Garbo realizó un tour por América, pues “Quería hallar un país democrático en el que pudiera establecerme con carácter definitivo. Por último, decidí quedarme en Venezuela. Sin dejar rastros de ninguna clase, ya que deseaba continuar a salvo de los nazis”, cuenta.
En 1945, Garbo y Araceli se establecieron en Lagunillas, estado Zulia, Venezuela, país que por aquellos años fue una pujante receptora de inmigrantes. Se le conoció como Juan y no Joan.
Tras una serie de duros reveses económicos, Araceli no se adaptó a la nueva vida, lo que motivó la separación conyugal. Ella volvió a Madrid con sus tres hijos y Juan Pujol se desposó nuevamente con Carmen Cilia Álvarez, con quien tuvo tres hijos más, María Elena – quien un 31 de diciembre, finalizando los 70, el aumento repentino de la tensión arterial, le quitó la vida. También al hijo que llevaba en su vientre –, Carlos Miguel y Juan Carlos.
Juan emprendió varios negocios: adquirió una finca en Valencia, estado Carabobo, y le instaló un novedoso sistema de riego, pero el predio fue saqueado durante los disturbios que se generaron tras el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos en noviembre de 1948.
Trabajó para la empresa Shell, que dominaba la explotación petrolera en el estado Zulia, enseñando español a técnicos estadounidenses e inglés a los gerentes venezolanos.
Igualmente, regentó una tienda de recuerdos en un hotel de Lagunillas. También fundó ‘La casa del regalo’ en donde vendía: lápices, cuadernos, hojas de papel, tijeras y todos los llamados: utensilios de oficina. Intentó hacer funcionar su propia hostería, a la que llamó “Maricel”, en Choroní, un pueblo pesquero edificado en las faldas de la Cordillera de la Costa, donde una vez comenzó a escribir sus memorias.
Pujol se mudó a un apartamento que había comprado en la urbanización La Trinidad, al este de Caracas.
Revivió en Venezuela
“Durante treinta y seis años viví pacíficamente en Venezuela”, contó Juan Pujol agregando que, en 1984, cuando menos lo esperaba, Nigel West, un historiador militar especializado en cuestiones de seguridad e inteligencia, logró romper la cobertura que había mantenido con tanto éxito, y encontró su rastro después de una laboriosa búsqueda y una cuidadosa investigación. Ni sus hijos del primer matrimonio sabían que su padre era el épico agente Garbo.
La reaparición del legendario Garbo fue todo un acontecimiento mediático. Fue invitado al Palacio de Buckingham por el mismísimo Duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, para imponerle formalmente la Orden del Imperio Británico otorgada casi medio siglo antes.
Juan Pujol falleció en Caracas a causa de un derrame cerebral el 10 de octubre de 1988 a la edad de 74 años. En el cementerio de Choroní una sencilla inscripción da cuenta que sus restos reposan allí. Fue su última voluntad.
Su gesta… ¿es fruto de su ingenuidad o de su ’humanidad’? ¿Héroe o inconsciente embaucador? En cualquier caso, el espía más famoso de todos los tiempos consiguió convertirse en leyenda, cuya última misión la desempeñó en Venezuela.
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
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