Los procesos penales en contra de gobernantes, militares, jueces, empresarios, médicos y demás personas relacionadas con el nazismo, que hicieron posible el asesinato, la migración forzada, la discriminación y la persecución por odio de millones de personas, realizados en la ciudad de Núremberg entre noviembre de 1945 y octubre de 1946, finalizaron judicialmente con penas de muerte, cadenas perpetuas y tres absoluciones, no obstante estos juicios como lección moral y como inicio de la competencia internacional en crímenes de lesa humanidad, siguen vigentes para orientar un justo tratamiento de tales atropellos.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y ante el escenario de muerte y devastación que impactó al mundo en lo profundo de su fibra humana, se hizo urgente la aplicación del Derecho para hacer justicia. No había precedentes de una justicia internacional que avalara esta iniciativa y por ello sectores radicales del positivismo objetaron estos procesos, no obstante prevaleció el criterio ius naturalista de que todo crimen debe ser castigado y ante los ojos del mundo el nazismo cometió crímenes pavorosos contra millones de seres humanos.
No fue nada fácil poner en práctica esta iniciativa judicial porque los juicios eran contra el conjunto de instancias públicas de un país, donde hubo concierto de intereses múltiples para causar daños internos y externos con la prevalencia de un inmenso poder militar. No obstante se procedió con estricto apego a las normas éticas que garantizaran los derechos esenciales de los imputados. No fue una venganza legal de los vencedores como algunas voces aisladas expresaron, fue el correcto uso del derecho penal para establecer responsabilidades sobre un conflicto mundial donde una de las partes violó con flagrancia y recurrencia, leyes ancestrales de respeto a la dignidad humana.
En los juicios de Núremberg se juzgaron a personas sin escrúpulos quienes bajo la fachada de una ideología perversa llevaron a la cámara de gas a seres humanos de distintas edades, sin fórmulas de juicio previo y ni siquiera por presunción de la comisión de algún delito, sino simplemente, por estar en listas elaboradas en alguna oficina del régimen donde se estableció que eran ciudadanos que amenazaban los proyectos de continuidad hegemónica del régimen.
Los juicios de Núremberg se continuaron luego en Tokio y Estados Unidos para determinar la vinculación de jueces y médicos en experimentos que tenían como pronósticos la muerte segura de las personas sobre las cuales se aplicarían las pruebas.
Estos juicios consagraron que si es posible una justicia internacional que sirva de blindaje de los derechos humanos y que ningún régimen, por grande que sea su poder interno, puede violarse impunemente. De esta manera los gobiernos de países que incumplen con estas normas que amparan los derechos de los ciudadanos, deben saber que sin importar la impunidad temporal que les brinde su poder judicial, al romper o infringir leyes aprobadas internacionalmente, serán objeto de un procesamiento penal llevado a cabo por tribunales con competencia internacional.
Quienes maten torturen, apresen, persigan, obliguen a migraciones forzadas de su propio pueblo, tendrán cono final seguro juicios penales en tribunales internacionales, con jueces imparciales pero implacables que no dejará sin castigo a los violadores de estos derechos ciudadanos reconocidos por la comunidad democrática global.
Por ello el título de este artículo: Los Juicios de Núremberg no han concluido, precisamente porque no ha concluido el desafuero de gobernantes que abusan de su poder, causando daño y sufrimiento a gente inocente y desvalida. Por ello el proceso contra la maldad iniciado en Núremberg continúa y el castigo para los responsables de atropellar la dignidad humana, simplemente por diferencias políticas, sociales, raciales o religiosas, no se hará esperar.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez