#OPINIÓN Retratos en grupo #3Oct

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La lucha por restablecer la democracia requiere forjar aliados en complejas sociedades abiertas en las que rivalizan fuerzas que se autodenominan “progresistas” y otras “libertarias”.

En ambos campos hay distintas corrientes, elementos contradictorios, y sujetos variopintos. En ambas hay quienes cultivan relaciones de distinto tipo con las tenebrosas fuerzas totalitarias que pujan desde Eurasia apoyados en sus confederados en el mundo libre.

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En cada país se mueven distintas pasiones y agendas. Todo ello en un mundo en constante cambio, donde la procura de apoyos y alianzas se da sobre un terreno azaroso que exige cautela, prudencia, discreción y mucha diplomacia.

Para subrayar las frecuentes paradojas vale citar un sorprendente ejemplo que muchos no han evaluado atentamente: Que el reciente reconocimiento del Parlamento español al triunfador electoral venezolano se logró con votos de un execrado prófugo llamado Puigdemont y por razones totalmente ajenas a Venezuela.

Por eso es oportuno que quienes representan la causa de Venezuela en el exterior, y aún quienes la apoyan adentro, muestren mucho prudente recato cuando se trata de temas internos de aquellos países cuyo apoyo se busca, evitando desplegar alineamientos con fuerzas y personas que tienen otras prioridades dentro de un universo democrático.

Es lógico tener simpatías y preferencias personales por factores políticos en otros países, pero esta lucha no se trata de una cruzada global, aun cuando el problema tenga dimensiones supranacionales. Cada cosa tiene su momento y oportunidad, y la liberación de Venezuela es la prioridad absoluta para que nuestro país pueda luego contribuir con la libertad de otros.

Los inoportunos despliegues públicos de unidad política con quienes se coincide en países del exterior no pasan de alardes gestuales que suelen resultar contraproducentes, y pueden cosechar más adversarios que apoyos en aquellos países en cuya política se actúa. Mucho más cuando otras naciones están en plenas pugnas por el poder, y con medios sociales atentos al más mínimo gesto.

Para muestra un botón: Un factor decisivo para que los Demócratas norteamericanos retrasaran la aprobación del eventual tratado de libre comercio con Colombia fue el público despliegue de amistad entre los presidentes Uribe y el Republicano Bush, a quién sus adversarios querían llevarle la contraria en todo. En diplomacia más vale la discreción y la reserva.

Cada quién tendrá simpatías por partidos y personajes en el exterior, pero siempre se nos ha advertido sobre los peligros de retratarse en grupo.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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