#OPINIÓN Filosofando… #25Sep

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“Nuestras virtudes son más frecuentes,

pero nuestros vicios se distinguen mejor”.

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La Rochefoucaul

Damos lo que tenemos.- Obvio diría alguien, es una perogrullada, nadie puede dar lo que no tiene, salvo que lo hurte, pero jamás fue suyo. Con la exclamación del epígrafe, no aludo a cosas materiales aunque el gesto o la actitud puedan derivar en algo tangible. Me refiero a las formas y maneras con y para nuestros semejantes y mejor, aún ante nuestros prójimos más próximos. Lo inmaterial no necesariamente ha de ser etéreo cuando insufla energías y mejores son las buenas energías; las que inyectan entusiasmo y dejan en nuestra existencia el dulzor del encuentro con espíritus en perfeccionamiento o con una sensibilidad más evolucionada. En razón de las vicisitudes de la vida, nos vemos obligados a obtener pólizas de seguro para nuestros bienes materiales y hasta de vida. Lo que redunda en tranquilidad y concordia interna por ser previsivos. Pero hay precauciones que no tomamos en las relaciones cotidianas, y a veces bajamos las defensas ante quienes ni siquiera imaginamos tienen un poder adverso sobre los ánimos y la diafanidad de los espíritus y si no nos percatamos con prontitud, pueden irrumpir en nuestro templo y con su aura negra e impura descompensar el orden de nuestro universo y la armonía por la que trabajamos en el afán de ser mejores personas. Como un maleante que espera el descuido de la víctima para despojarle no sólo cosas materiales, sino la tranquilidad y hasta la vida; así hay gente con la que te encuentras que parecen un foso profundo de penumbra que te abraza y corre el riesgo de absorberte con sus sombras por ser un cuerpo opaco que proyecta una imagen estridente y oscura, restándote fuerzas, de las que solo podrás zafarte de sus nudos espirituales con una exclamación profunda al paráclito. En cambio, el don de gentes, la personalidad afable, la gracia y el estilo servicial, la honestidad del espíritu en el respeto recíproco, agradan al ánimo y propician las óptimas relaciones humanas por ser simpatías que irradian buenas energías. El mejor indicio como póliza de seguro ante los estafadores de la quietud del alma, es la proyección de su sombra que incomoda como una prenda de vestir apretada que sabes que no es de tu talla.

Artificiosa conversación.- Seguramente, se ha encontrado alguna vez de repente charlando con “toda naturalidad”, sobre un tema que le concierne, lo toca o le afecta personalmente, pero que otro ha comenzado por usted y que ha logrado despertar su interés. Embarga la suspicacia, el esfuerzo por aparentarle una incipiente relación, al expresar en su presencia alguno u otro desliz oral, gestual o conductual para hacerle sentir a gusto en la conversación provocada y lograr capturar en usted, otra expresión que de manera idónea pueda ser objeto de censura y entonces se verá sometido al juzgamiento por quienes se han erigido señores sin mácula. Quien produjo la conversación, una vez que ha logrado que usted entre en confianza; explanará pensamientos e ideas clave, asumiéndolas como propias, pretendiendo provocar que usted adopte una postura cónsona con lo deseado, e identificará como suyos, sus pensamientos y opiniones; y usted le dará lo que busca, así no haya encontrado nada, pues de ninguna manera su inquisidor aceptará estar equivocado si su esquema mental lo condena. Atinadamente expresó La Rochefoucaul que “Nuestras virtudes son más frecuentes, pero nuestros vicios se distinguen mejor”. Por eso la espontaneidad y la diafanidad en la exposición de quien no oculta nada, porque no sabe nada de aquello que pudiera ser objeto de una conversación artificiosa, a veces nos confunde y nos hace pasar por ingenuos ante el hallazgo de la vileza de quienes son expertos en la tarea de obnubilar a su interlocutor o al menos están convencidos de su especial cualidad. La soltura en la exposición puede despistar al más prevenido, sin embargo, la firme convicción de quien pudiera expresarse sin dejar lugar a dudas sobre su impoluta corrección es un punto a favor de quien comete alguna felonía; porque al no notársele picardía su falso halo de integridad favorece a una perversión. Parafraseando a Ángel Osorio en su Alma de la Toga; hemos de colocarnos en posición de alerta para el certero conocimiento del alma de los hombres.

Simón de Cirene.- La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo ofrece un repertorio de personajes de los más variados, en el que muchos podemos vernos reflejados. Fue Simón de Cirene, según los evangelios de Marcos, Lucas y Mateo; la persona que ayudó a Jesús a llevar su cruz hasta el Gólgota. Al principio Simón no lo hizo voluntariamente, fue obligado por los centuriones a cargar la cruz. Pero ciertamente fue impactado por ese hombre – Ecce homo-, que consiguió en su camino y luego se sintió feliz de poder aliviarle la carga en aquel corto trayecto hasta el “Gólgota”. Entre tanto, Jesús era objeto de la más cruel barbarie; lo escupían, lo insultaban, lo vejaban, lo humillaban, lo golpeaban y difamaban. Por efecto de las espinas clavadas en su cabeza la sangre recorría su rostro e inundaba sus ojos. Pero ante la caída de Jesús con el peso aplastante de la cruz, Simón tuvo una misión primordial: darle unos momentos de descanso al cordero. Pero ¿Qué había hecho Jesús para merecer tal castigo? Esa pregunta recorrió el pensamiento del Cirineo y flagelado como había sido el hijo de Dios, Simón vio en su mirada la de un hombre inocente. Entonces, gustoso se encimó la cruz y salvó sin pensarlo su propia alma. Al Cirineo no le fue indiferente el sufrimiento del Nazareno. ¡No! , por el contrario, al terminar su corta pero excelsa misión, fue pateado por los soldados romanos, pero Simón de quedó al lado de su nuevo amigo, al pie de la cruz con la convicción de la inocencia de aquel hombre, en la comprensión del triunfo de Jesús, al haber resucitado al tercer día. Recuerdo una frase del discurso final de la película Patch Adams: “La muerte no es el enemigo, si vamos a luchar contra la enfermedad, vamos a hacerlo contra una de las peores que existe: la indiferencia”. De modo que el verdadero cristiano, no debe ser indiferente ante las penurias de sus hermanos. Cada día en cada momento, preferimos no atender y ni siquiera enterarnos del problema de otros, con tal de que no nos quiten el tiempo o no ocupen nuestra ya apretada agenda y preferimos darle altivez e importancia a nuestras vanidades, siendo indiferente ante el dolor del amigo o del hermano que sabemos necesita de nuestro apoyo. Y no nos importa el cómo se las arreglará. ¿Cuántas veces has encontrado un Cristo en tu camino y te niegas a hacer de Simón de Cirene?

La indefensión aprendida y el entorno cambiante o la selva de la vida.- Cuando llegamos a un lugar, solemos mirar a nuestro alrededor, captar en el instante todo eso que nos circundará por segundos, minutos, horas, años, tal vez el resto de nuestras vidas. Los recién nacidos, aún sin saber las razones, visualizan cada cosa y movimiento, pues se trata de un instinto. Entonces cuando tenemos la capacidad de comprender, sabemos que necesitamos estar conscientes de nuestro mundo exterior, de nuestro entorno. Hay quienes en su sanidad espiritual les es connatural quedar bien por su forma de ser, y brindan una buena y real imagen. Pero debemos comprender que no todas las personas piensan y sienten igual. A unas les parecemos maduros, a otras desdichados, otras sienten empatía y entusiasmo al conocernos, y más aún, si la reputación nos precede. Pero no siempre es así. La gente es cambiante, hoy te quieren, y mañana simplemente dejan de hacerlo. A diario encontramos infinitas cosas que nos hacen cometer el error de desear amoldarnos a esas personas, dejando de ser nosotros mismos. Los seres más débiles optan por ser focas y aplauden todo lo que los demás dicen y hacen, aceptando ofensas a su persona. Los más fuertes, van rebeldes por el mundo, aprovechándose de aquellas focas que permiten que éstos les pisoteen su moral, sus principios, sus valores y hagan de ellos conforme a sus antojos. Ante los ojos de Dios, todos somos iguales. Pero ¿Quién es Dios?, ¿acaso solo es el refugio de los débiles, el Dios de quienes no tienen valor suficiente para afrontar al mundo con todas sus contras?. Pues no, Dios es la Justicia verdadera, es el único que puede demostrar que los “fuertes” no son más que títeres de la maldad existente, y aunque no parezca los débiles no son desdichados porque cuentan con el cobijo, con la misericordia y con la gracia de Dios. Los débiles son aquellos que aguantan toda clase de injusticias, son personas que soportan la represión inmerecida de sus victimarios , para no ofender a aquél que los creó. Porque existen personas que se gozan de ver y calibrar el sufrimiento ajeno – psicópatas, sociópatas y narcisistas – , que no tienen un solo segundo de empatía para ponerse a pensar en los problemas que tal vez haya tenido esa persona que está sufriendo, pues no les basta a los malvados con el peso que ya lleva encima el prójimo, si no que lo obligan a cargar sobre sus hombros diversas injusticias e infamias, y en esa persona sin índice de maldad opera la indefensión aprendida.

Las manos de Dios.- No carecen de significado las situaciones experimentadas y vividas. De todo queda un aprendizaje. Las cosas no suceden al azar. Indisolublemente tienen un porqué. Es difícil aceptar los propósitos intangibles o incomprensibles, en la faena del diario acontecer; sea cual fuere el trabajo o el oficio desempeñado. Los roles son infinitos. Nuestra comprensión pocas veces alcanza satisfacer las expectativas que se espera de nosotros. En ocasiones por no entenderlas y en otras por desconocerlas. Se entretejen los destinos como una súper-autopista o un gigantesco distribuidor vial e inadvertimos el proyecto de Dios. Cada cual tiene una tarea y es colocado en la función específica para asumir, con o sin su conciencia, un proyecto en el engranaje de la vida. Unos lo acatan con entereza sin descubrirlo, otros se encabritan y hay quienes tienen conciencia de ser la mano de Dios y se deleitan en cumplirlo para cuando les corresponda ver su rostro. Para muchos, la vida es vacuidad; pocos meditan sobre la suerte y la abundancia, la salud, la alegría y la tristeza. Como un diploma en el que se invierten largos años, paro luego no desempeñar la profesión. La vida es una carrera donde se obtiene un certificado de cuyas experiencias y desempeños nos harán sentir orgullosos, vanidosos o serenos de conciencia para cruzar un portal con un semblante sonriente. Nos moldeamos o nos dejamos moldear. Rechazamos la tarea del destino o cabalgamos sobre él. Negamos la existencia del destino o forjamos el que deseamos, sin percibir que ya está marcada alguna asignación especial del hacedor del universo. El entramado de la vida, cosa difícil de entender, doloroso parto aceptar los reveses, estéril sollozo ante lo inevitable, radiante gesto ante lo posible y gustoso alborozo remediarlos. Somos la creación de Dios y Él se hace presente entre nosotros con sus actos por nuestras manos. Constituimos los instrumentos para cumplir los designios del altísimo. Afortunados o desgraciados, unos son la posibilidad de los otros; la simbiosis hace el equilibrio o intenta lograrlo. Encontramos o pedimos, buscamos o rogamos; nos vienen sin esfuerzo o sudamos para hallarlos. Cada quien desde sus talentos o desde sus miserias, ignora al Señor de los cielos o eleva una ofrenda por su suerte o su destino.

“Hemos de colocarnos en posición de alerta

para el certero conocimiento del alma de los hombres”.

Ángel Osorio – El Alma de la Toga.

Dr. Crisanto Gregorio León

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