Con placer y suma complacencia me permito compartir esta parte magnífica de la biografía John D. Rockefeller, noble filántropo quien dejó una enseñanza permanente y además se traduce en un antídoto contra la miseria y el egoísmo que solo conduce a más carencia y aumenta la pobreza mental, aparte de que es un tormento caer en la avaricia y solo en aquel decir “todo pasa” y sin pensar que eso solo sirve para acortar la vida que aun sabiendo que se puede vivir sin dinero pero no se puede vivir sin amor y con la bendición de Dios se puede vivir de muchos modos pero hay modos en los cuales no se pueden vivir y estar consciente de que dar y compartir no es parte del deber sino de la felicidad; aunque sea poco para el que lo haga o quizás mucho para el que lo necesita; la lógica dice “que es mejor dar que recibir” como si fuese boxeador, pero esto son decires que debemos tomar en cuenta y abrazar con el corazón el comportamiento de este admirado hombre a quien me refiero y que Dios lo tenga en la gloria.
Escribo sobre cargado de esperanza que llegue al corazón de muchos y le despierte la sensibilidad de que es mejor dar sin esperar nada, que hay alguien que por arte de magia le multiplica por obra de gracia que todos sabemos quién es y nos mantiene en permanente vigilia, guiando nuestros pasos que abre nuestra mente y frena las malas tentaciones.
“JOHN D. ROCKEFELLER fue una vez el individuo más rico del mundo y el primer multimillonario. A los 25, controlaba una de las refinerías de petróleo más grandes de los Estados Unidos, y a los 31, era el refinador de petróleo más grande a nivel mundial. Con 38, logró el 90% del petróleo refinado en los Estados Unidos. A los 50 años, era el hombre más rico del país. Toda su vida, desde sus decisiones hasta sus relaciones, se centró en construir su poder personal y riqueza. Sin embargo, a los 53, la salud de Rockefeller se deterioró drásticamente. Sufrió un dolor inmenso, perdió todo su cabello y apenas podía comer nada más que sopa y galletas. A pesar de su riqueza, era miserable. Sus médicos predijeron que no viviría un año más. Enfrentando su mortalidad, Rockefeller tuvo una epifanía. Se dio cuenta de que su vasta riqueza no tenía sentido si no podía llevársela con él. Reconociendo esto, tomó una decisión significativa. Llamó a sus abogados, contadores y gerentes, declarando su intención de dedicar su riqueza a hospitales, investigación y causas caritativas. Esto llevó a la creación de la Fundación Rockefeller, que financió importantes descubrimientos médicos, incluyendo la penicilina y curas para la malaria, la tuberculosis y la difteria. Notablemente, una vez que Rockefeller comenzó a dar algo, su salud mejoró dramáticamente. Aunque se esperaba que muriera a los 53, vivió hasta la edad de 98 años. Rockefeller descubrió el poder de la gratitud y la filantropía, regalando la mayoría de su riqueza. Este acto no sólo lo curó, sino que también lo completó. En sus últimos años, reflexionó en su diario: «Dios me enseñó que todo le pertenece a Él, y yo soy simplemente un canal para cumplir sus deseos. Mi vida ha sido un viaje largo y feliz; lleno de trabajo y juego. Dejé ir la preocupación, y Dios fue bueno conmigo todos los días. ”John Davison Rockefeller 8 de julio de 1839 – 23 de mayo de 1937”.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
José Gerardo Mendoza Durán