Hace pocos días terminó el campeonato de tenis US Open, cuarto y último Grand Slam del año. La final femenina fue el sábado 7 de septiembre y la ganó la bielorrusa Aryna Sabalenka, frente a la estadounidense Jessica Pegula. Del lado masculino, el 8 de septiembre, el triunfo fue del italiano Jannik Sinner ante otro estadounidense, Taylor Fritz. Por muchos años no hubo un representante de los Estados Unidos en la final del US Open, justamente un campeonato de este país. En 2024 llegaron a la final dos gringos, pero no se alzaron con la copa, sino el platón o bandeja de subcampeones.
Salvo Jannik Sinner, que es el No. 1 del mundo, las grandes estrellas del tenis, los reyes, fracasaron en las primeras jornadas del US Open. Carlos Alcaraz, número 3 del ranking mundial y campeón del US Open 2023, ganó su primer partido fácilmente frente al australiano Li Tu, pero cayó en el segundo ante el neerlandés Botic Van De Zandschulp (74). Lo vencieron las letras, digo yo: en el primero el nombre de su competidor tenía cuatro letras, pero en el segundo, éste tenía veinte. En cuanto a Novak Djokovic (2 del mundo), perdió en la tercera ronda ante el australiano Alex Popyrin. Es decir, cayeron las cabezas reales del tenis mundial.
Me llamó la atención sobre todo Alcaraz. Es un pujante joven de 21 años que ya ha ganado cuatro Gran Slam, un brillante palmarés. Pero en el juego con el neerlandés, perdió el primer set, lo cual no tiene nada de grave, luego el tenista entra en calor, se repone. Me alarmé cuando vi a Carlitos, en el segundo set, perdido, la mirada errante, fuera de la cancha, como de quien tiene un dolor físico o un sinsabor espiritual. Comprendí que perdería y no vi más el juego.
En cuanto a Novak, tiene 36 años y lógicamente está al final de su carrera, pero todavía está muy fuerte, ha ganado varios campeonatos en los últimos años y la medalla de oro del tenis en la reciente Olimpiada de París, lo cual ha celebrado por todas partes. Djokovic no ha hablado de retiro, pero el tiempo es implacable y se le ve venir. Es el tenista más laureado de la historia, considerado como el mejor de todos los tiempos, debido a sus logros en todos los torneos más importantes del circuito profesional masculino y registros históricos en la clasificación de la ATP hasta la fecha, es ganador de 24 torneos de Grand Slam, plusmarca histórica que lo ubica en el primer lugar del palmarés. Ha conseguido vencer el Abierto de Australia en diez ocasiones (siendo el tenista que más veces lo ha conseguido en toda la historia), tres veces el Torneo de Roland Garros (aquí no podrá superar a Rafael Nadal, que lo ha ganado catorce veces), siete veces el Campeonato de Wimbledon y cuatro veces el Abierto de Estados Unidos. Y podríamos seguir agregando récords, pero esta vez el joven Popyrin lo eliminó del torneo.
Es la caída de los reyes del tenis y también podríamos decirlo de una manera más criolla: a cada puerco le llega su sábado.
Esto es un ejemplo de vida para nosotros: a todos nos llega el momento de ceder el paso, de entregar el testigo. Nada más triste e inútil que aferrarnos a posiciones que ya no nos corresponden. Directores de fundaciones que ellos mismos fundaron, de instituciones que les fueron confiadas, parroquias, escuelas, grupos culturales, deportivos, etc. El asunto está en que un día pasamos por edad o porque sencillamente hemos tenido mucho tiempo en el mismo cargo, donde siempre hemos hecho lo mismo, quizás cerrando la entrada a las iniciativas de otros miembros. Reconocer que ya no somos aptos para lo que ejercíamos y aceptar el reemplazo, es para muchos una actitud heroica, cuando debería ser lo normal.
El colmo es lo que está pasando en Venezuela. La oposición gana abiertamente unas elecciones, pero el gobierno de turno no lo reconoce, se declara triunfante sin presentar pruebas y pretende perpetuarse ilegítimamente en el poder. El presidente electo es perseguido, amenazado, tuvo que refugiarse en una embajada y luego abandonar el país.
La situación es tan insólita como absurda, por los momentos, nos la tenemos que calar. Por los momentos… Venezuela no aguanta más. Los líderes de oposición no se quedarán tranquilos. Simplemente esperan y estudian el instante preciso. Entonces, todo estallará y este estallido dará a luz la democracia, la justicia y la paz.
Volvamos al tenis y los deportes, que a lo mejor pueden darnos muchas lecciones de vida. La mayoría de las disciplinas deportivas es ir tras, o manipular, una pelota. Mi madre, que no entendía ningún deporte, se extrañaba, viendo el fútbol, que alguien se pudiera interesar en ver a unos hombres bien barbudos, corriendo con una pelota en los pies para meterla no sé dónde. A pesar de la avasallante locura planetaria por este deporte, a veces pienso lo mismo: ¡que estupidez! Unos individuos que deberían estar trabajando en oficinas de instituciones productivas para su país. Hasta me da risa ver a los entrenadores, principalmente de fútbol: señores mayores, vestidos formalmente, que lucen como empresarios, haciendo gestos y brincando al borde de la cancha.
Son abstracciones de tiempo y espacio que uno hace para imaginarse la visión de otros ante hechos que para nosotros son comunes. Por ejemplo: ¿se imaginan la reacción de un neófito, a lo mejor ser de otro planeta, que lo ponen, de golpe y porrazo, a presenciar una ópera? Se quedará atónito al ver y oír unos señores y señoras, extrañamente vestidos, dando lecos con acompañamiento musical.
Pero cerremos con tenis, como empecé. Vi por TV uno de los principales partidos eliminatorios del US Open 2024, entre Jannik Sinner (No. 1 del mundo) y el ruso Daniil Medvedev (5 del mundo). Se suponía que sería un gran partido. Pues no, fue fastidioso y hasta ridículo. Ganó Sinner con este inusitado score: 6-2, 1-6, 6-1, 6-4. ¡Ni un momento de reñida emoción! A veces la vida es así.
Alicia Álamo Bartolomé