#OPINIÓN Soliloquios de café: Inflación- reduflación #11Ago

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La literatura económica es muy clara: existe inflación cuando se produce un incremento general de los precios al comparar dos periodos de tiempo. Afecta a bienes y servicios y, con el tiempo, reduce el valor de la moneda. Es decir, con la misma cantidad de dinero se pueden pagar menos cosas.

Para calcular la inflación se tienen en cuenta una cesta de bienes y servicios que consumen las familias, lo que incluye artículos de consumo diario, bienes de consumo duradero o servicios.

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A partir de esa cesta, se construye un índice de precios de consumo, IPC.

La influencia de las variaciones del precio de un determinado artículo en el IAPC (o en cualquier otro índice de este tipo) depende del gasto medio de las familias. Algunos economistas consideran que una inflación moderada es positiva porque significa una economía sana: los salarios suben y los consumidores compran.

¿Pero qué nivel de inflación se considera aceptable?

Para responder a esta pregunta habría que mirar a las características particulares de cada economía, a su capacidad de crecimiento y, particularmente, a si la autoridad monetaria de un país o zona económica concreta cuenta con una inflación objetivo.

Es criterio del Banco Central Europeo (BCE):

“Que una inflación demasiado baja es tan negativa como una inflación demasiado alta”.

En periodos de alta inflación, algunos productos disminuyen su contenido en lugar de aumentar su precio de venta, de forma que el consumidor pasa a recibir menos por el mismo precio. Se trata de una práctica legal, una manera de mantener el margen de beneficio del productor. Los expertos le han asignado una etiqueta llamativa: REDUFLACIÓN.

El concepto se atribuye a la economista estadounidense de origen británico Philippa “Pippa” Malmgren, experta en geopolítica y economía tecnológica. La asesora de presidentes, lo llamó “shrinkflation”: una combinación del término inflación con el verbo “shrink” (contraer).

Denominan a la reduflación como “la inflación invisible”. Consiste en reducir la cantidad de producto que se vende manteniendo o elevando su precio. Es una práctica que se viene realizando desde hace décadas, pero que se ha sistematizado y sofisticado en los últimos años.

“Hablamos de reduflación cuando un producto reduce su tamaño, su cantidad o el número de unidades que se venden en un mismo envase sin que esa reducción repercuta en una bajada de precio” … “Es dar menos por lo mismo”.

En los últimos años, la economista, muy activa en redes sociales, se ha referido al concepto en términos humorísticos: “La reduflación es el extraño caso del producto menguante”. 

“Es un asesino silencioso”. Y su principal víctima es la economía de muchos hogares.

Esta práctica de “contracción” interesada del volumen de producto que se vende se ha vuelto muy común en períodos de inflación alta. Se ha demostrado que los consumidores son muy reticentes a aceptar aumentos de precios explícitos, pero, en cambio, tienden a asumir de manera pasiva las reducciones de volumen, tamaño o cantidad que no implican un cambio de precio incluso cuando les resultan perceptibles a simple vista.

Algunos expertos hablan de reduflación táctica o sibilina en los casos en que esta merma interesada pasa desapercibida.

Para el fabricante, este tipo de contracciones interesadas sirve para aumentar el margen de beneficio sin asumir la pérdida de competitividad y el coste asociado en términos de imagen de marca, que con frecuencia implica un incremento de precio.

Aunque se ha descrito esta práctica como “cínica” y “fundamentalmente deshonesta”, en comparación con el aumento de precios derivado de la inflación, que no deja de ser un efecto natural de la evolución de la economía, lo cierto es que la reduflación es legal siempre que se comunique de manera correcta y explícita el volumen de producto que se pone a la venta. 

Si una docena de huevos se convierte en decena manteniendo su precio inicial, basta con que en el envase se indique de manera apropiada que lo que se está comprando es una decena.

La reduflación puede convertirse en un arma de doble filo. Puede dar réditos económicos a corto plazo, en periodos de alta inflación en tanto que, la subida de precio como el cambio de composición o de ingredientes del producto resultan estrategias difíciles de implementar o contraproducentes.

Un cierto grado de inflación explícita en el precio final del producto puede ser preferible a un porcentaje superior de inflación oculta o subrepticia. “Somos los consumidores quienes debemos trasladar a las marcas el mensaje de que no todo vale, que no todas las estrategias comerciales nos parecen igual de aceptables o legítimas”.

bbva.com

“La única manera de parar la inflación es producción con productividad.”

Maximiliano Pérez Apóstol

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