En un país donde se judicializan las organizaciones políticas para impedir que éstas funcionen, se inhabilitan a dirigentes políticos para arrebatarle sus derechos y existe una permanente persecución política, además de arbitrariamente multar y cerrar establecimientos donde comen y hospedan una líder de oposición, no puede extrañarnos nada que alguien salga en estos momentos, cuando faltan apenas menos de cinco semanas para las elecciones presidenciales, a solicitar la suspensión de este proceso ante el Tribunal Supremo de Justicia.
La declaración fue emitida por el abogado Filiberto (Fili) Peña, exsecretario general seccional de AD, exdiputado regional y exsecretario general de gobierno del estado Lara, quien añadió que en el gobierno de Nicolás Maduro, que tiene control sobre todas las instituciones, suelen tomarse decisiones arbitrarias e imprudentes.
Esa solicitud hecha por una persona a quien se la adjudicó una diputación por lista nacional, no tiene sentido, pues recurrir sin ningún soporte legal no tiene sentido jurídico y lo que se pretende es que el TSJ tome una decisión política.
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Si lo que se trata es de amedrentar, asustar, causa pánico, nerviosismo, zozobra y caos en el país, no lo van a conseguir el gobierno y sus adláteres porque la inmensa mayoría de la población está muy clara en sus decisiones de lograr un cambio político y del restablecimiento de la democracia y las libertades de los ciudadanos.
El país ha avanzado demasiado para irse a detener, sostiene Fili Peña. Tiene que haber elecciones y el gobierno, aunque tenga poder sobre el TSJ, no puede suspender el proceso que ya está muy avanzado porque sabe que a estas alturas una decisión de esa naturaleza, ante los ojos del mundo, es incorrecta, imprudente e ilegal.
Venezuela está esperando el 28 de julio para concretar su decisión de que el nuevo presidente de la República sea el doctor Edmundo González Urrutia y, por supuesto, Maduro tiene que estar consciente de que tiene las elecciones perdidas y lograr, tras la transición, la paz porque precisamente la paz es lo que deseamos nosotros, los que estamos en oposición, porque quienes no la desean son los que han causado el peor daño al país al destruir la industria petrolera y la producción nacional, han empujado a más de ocho millones de venezolanos a irse al extranjero, y quienes nos encontramos subsistiendo abrigamos esperanzas para la reconstrucción de una Venezuela, que hasta hace 25 años era la envidia para el resto del continente.