#OPINIÓN La gran diferencia #9Jun

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Hasta ahora, todos los trucos instrumentados por Nicolás Maduro y sus asesores, les han salido con muy malos resultados. Calcularon, erróneamente, que la inhabilitación de María Corina Machado la sacaría del radar de los votantes. Que esa mujer sería paralizada por semejante arbitrariedad, y entonces Maduro quedaría solito en el terreno electoral. Se volvieron a equivocar de banda a banda. Lo que se ve en todo el país es a una mujer transformada en un benigno huracán que estremece todos los pueblos a donde acude y es recibida, “contra viento y marea”, por multitudes desbordadas de fervor, entusiasmo y esperanza. 

Veamos la primera inmensa diferencia con lo que reflejan las visitas de Maduro al interior de Venezuela en comparación con las movilizaciones que encabeza María Corina. Cuando ella, por ejemplo, recorrió las localidades del estado Trujillo, nadie se quedó en sus casas. Eran evidentes e impactantes las multitudes que se aglomeraron en las vías públicas de Valera, Sabana de Mendoza, Betijoque e Isnotú. Aquello era un festival de alegría que contagiaba a todo el mundo y proyectaba a todos los observadores dentro y fuera de Venezuela, la determinación de una ciudadanía de seguir adelante, sin reparar en los obstáculos que aviesamente coloca en esa ruta electoral el régimen que se nota moribundo. Cuando recientemente Maduro visitó el estado Trujillo todo era despoblado, aquello parecía un desierto. Maduro aparecía como una figura espectral encaramado en una unidad rodeado de agentes policiales y escoltado por vehículos de su aparato de seguridad. Desde las aceras la gente se asomaba con desdén, para gritarles frases de repudio. 

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Otra gran diferencia la encontramos en las reacciones de sus respectivos seguidores. A María Corina la sigue la gente de forma voluntaria, derramando pasiones por sus poros, resuelta a encarar cualquier adversidad, nada los detiene, más bien redoblan su fogosidad, tal como ocurrió en la reciente visita de María Corina a los llanos apureños de Venezuela. Los agentes policiales que le sirven al régimen repitieron la cartilla de hostigamiento contra María Corina. Trancaron las vías de acceso a la capital de ese estado, a la vez que se ocupaban de tomar notas de los locales en los que hacía una que otra parada María Corina para tomarse un refresco o comerse unas criollisimas empanadas. Pues bien, María Corina hizo lo propio en una comunidad llamada Corozopando, en cuyos espacios montaron un pequeño chiringuito dos mujeres guariqueñas que amablemente atendieron a María Corina. ¿Qué pasó después? Se han presentado funcionarios del SENIAT (Servicio de Impuestos de Venezuela) a imponer multas por el “delito” de proveer de alimentos a María Corina y a su equipo de campaña. Ese par de mujeres respondieron con un coraje digno de destacar, enviándole un mensaje a Maduro: “podrás cerrarnos el local, pero no impedirás que el próximo 28 de julio votemos por Edmundo Gonzalez”.

Si examinamos esa actitud firme y valiente de esas mujeres venezolanas, que difiere con la posición asumida por los que dicen ser “seguidores” de Maduro, encontraremos una abismal discrepancia. Los empleados públicos, los pensionados, o cualquier activista que se repute ser chavista original, comenta, a regañadientes, que son obligados a asistir a esos escuálidos eventos que le montan a Maduro. Pero por más presiones de las que son víctimas, no esconden ni escapan de la realidad en la que también sobreviven, en un país en donde la carestía de la vida y la crisis de servicios públicos alcanza a todo el mundo. 

Mientras Maduro cuenta con una amplia flota de aviones para viajar a donde mejor le parezca, rodeado de escoltas “armados hasta los dientes”, María Corina se desplaza en una camioneta, tiene a su orden motocicletas, bicicletas, caballos, burros, canoas, una insondable voluntad de lucha y englobada de un pueblo que se multiplica en cada comunidad que la recibe con un sonoro regocijo. La contrastación permite concluir que a María Corina la elevan en hombros de muchedumbres, que la ven a ratos como la virgen que lidera procesiones religiosas y siempre como la “mamá gallina” que busca cobijar a su pueblo; con un mensaje unificador y pacifista, predicando la verdad al decirle a la gente, no lo que les gustaría oír, sino las enseñanzas indispensables para asumir responsablemente la titánica tarea de reconstruir, entre todos, al país que nos han destrozado. Otra cosa relevante, la agenda política del país, la está marcando María Corina Machado. El lado opuesto lo representa un marchito e imperceptible Maduro, obviamente reducido a su mínima expresión y perdido en un aislamiento que torpemente pretenden despintar con la tecnología de las redes manipuladas y prometiendo lo que sabe que no podrá cumplir, aun reincidiendo en el artificio picaresco. 

Hay otra inmensa diferencia. Maduro no quiere observadores electorales. Él sabe que no tiene respaldo popular. Más del 80 % de los electores lo rechazan. “Ese panorama es demasiado sombrío como para estarlo exhibiendo”, balbucea Maduro entre sus apesadumbrados seguidores, cada vez más confundidos con ese modelo de campaña que hunde al empecinado aspirante en el piélago del descalabro. Por eso se opone torpemente a que asistan las misiones de observadores de la Unión Europea. Maduro apuesta a la abstención, cree que, si la gente no acude a votar, será mejor para sus planes. Mientras que María Corina y Edmundo González Urrutia no dejan de animar a la ciudadanía, salen a su encuentro, tal como lo hicieron en actos multitudinarios en las ciudades de La Victoria y de Guatire. Esas movilizaciones están aderezadas por el trabajo organizativo cuidadosamente articulado para garantizar cada voto que se emita el próximo 28 de julio. Es la tarea histórica asignada a Los Comanditos, esa herramienta ciudadana atrincherada en cada localidad que se multiplica, tanto y en cuánto se crean mesas de votación en los que habrá que resguardar cada centro electoral. 

Antonio Ledezma

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