Dedicado a los hermuen Benatuer…
Jaime (Jimmy) (+) y Carlitos.
“Nunca dejes que un recuerdo
…sea más fuerte que un sueño”.
Anónimo.
“Un amigo verdadero, es un
hermano escogido por nosotros”.
Anónimo.
“Y dicen que por muy corto que sea el camino,
…quien pisa fuerte, deja huella”.
Anónimo.
“Capitanía inmortal. Es la hora, zarpemos.
Nos aburre esta tierra, levad anclas, oh Muerte”.
Charles Baudelaire.
(Las flores del mal).
«Guardaos (dijo el labrador) de vender el patrimonio.
Dejado por nuestros padres, Veréis que esconde un tesoro.
Pero el padre fue sabio. Al mostrarles, antes de morir.
Que la educación encierra un tesoro.».
Jean de La Fontaine.
(El labrador y sus hijos).
- El Gurú dei Sonriso Dolce.
No es preciso decir muchas palabras para decirlo todo, es mejor que éstas digan lo mucho, diciendo lo menos. Pero este caso es al revés. No hay como decir poco de quien fue tanto. Allí se complica hacer justicia con un personaje que peregrinó el mundo dejándolo mejor con su empresa de varón de bohonomía extrema y un feeling noble contra los plomos de la maquinación interior por todo aquello del disidente íntimo y el complot a la redonda.
Bajo la premisa de que se tiene derecho a pensar, lo que no se tiene derecho a decir, la gente no equivoca, (si fuera el caso), pensar que cualquiera no es tan bueno como piensa de sí, ni tan malo como otros lo creen. Lo cierto es que, bueno o malo, esto es invención del hombre para adjetivar sus incertidumbres con los procesos que cree entender, y tal vez no sea el caso ¿Who Knows?; pero sin ánimo de filosofar mucho de lo que la vida es, puedo decir, sin temor a fallar un trazo, cuál bolígrafo kilométrico que Jimmy fue un tipo simpático, compasivo, franco, y honesto en el perfil y en el proceder de un gurú-gentleman, que como todo adelantado a la época (cual otro Beatles cualquiera) nos cambió el mundo, me consta, y éstos seres de luz, dejan la vida sabiendo que sí lo hicieron. Para eso estamos nosotros, o al menos algunos para poder rescatar de las memorias, todos sus buenos oficios a la época que le toco vivir, y a todos sus panas del alma, como mis hermanos y muchos otros, lo doy por hecho, y tal vez yo, remoto, más allá, prendido entre la espesura, y la selva del afluente.
Repasando airadamente cómo expresar por escrito algo como un sueño inasible, no pude entender lo que recordé. La risa del gurú no era solo sonrisa, había una repetición, un retorno repetido de signo secreto. Lo que Kundera llamó “la idea del retorno” en su novela cumbre, “La insoportable levedad del ser”.
La novela empieza diciendo… poco más, poco menos, que la idea de retorno, es misteriosa, y con ella Nietzsche dejaba confusos a los demás filósofos… ¡pensar que alguna vez haya de repetir todo tal como lo vivimos, y que incluso esa repetición, haya de repetirse, de nuevo, hasta el infinito!
Luego el siguiente párrafo, es a decir poco, temible… el crepúsculo de la desaparición lo baño todo, con la magia de la pena y la nostalgia, en un mundo fundado, en principio, en la inexistencia del retorno, pues en ese mundo, todo está exento de antemano, y, por tanto, también está exento, todo lo cínicamente permitido.
Siempre, llamó la atención que hay prójimos que no les va el cinismo, (como a Jimmy que armonizaba con naturalidad) pues no riman con su bajeza, tienen una repulsión innata contra su poderío de urbanidad agresiva, sin es que existen modales agresivos, lo cual suena a una contradicción, entendible si le utilizamos como, por ejemplo, en el folclor “acordemos estar en desacuerdo”, un tipo de pacto de no agresión, cuando no hay quorum inter-pares, o las partes están plenamente contrapuestas y enfrentadas, buscando todo sin moderación.
Como ha sucedido en ciertos seres amados, tan únicos y especiales, donde hay tanto que decir de ellos, lo mejor sería, creo, aproximar lo más especial desde el perímetro de su guía que, como he dicho es liviano, pero contundentemente duro. Jamás, y no digo por solo decir, que los seres de fibra única, no pueden dejarse atrás o ponerse de un lado, al olvido. Eso no va con mi pana Jimmy, ni con mamá Alegría o mamá Carmen, o papá Meir o Peppino pues “Honor, a quien honor, merecen”.
- La Médula del Espléndido.
Nada podía definir mejor a Jimmy que su sonrisa. Acaso su repertorio de báculos, cayados, muletillas, estribillos, bordoncillos, bastones, bordones y afines de todo el mundo, de meticulosa selección, y curioso interés. Su sonrisa fue siempre el imán que atraía su tipo relajado pero bromista, todo un caso para estudio de lo paradójico. Llegué a pensar que su manera de ser, reconectada al reír, era cuasi cuántica. Podía viajar en otras dimensiones.
De paso, no era una sonrisa de burlón habitual, más bien era como arma de fuego desahogando sopotocientos cartuchos al unísono. Tal vez, el ejemplo es impropio, por lo de las balas, pues de los plomos, nunca te queda nada bueno. Pero si lo imaginamos, como una machacona de carcajadas, así lograremos suponer, con cierta fluorescencia, lo que resalto.
Aquella vez, mi hermano le solicitó un bastón para dármelo en calidad de mórbido por mi artrosis articular, ésta sí cierta, como si se conocía en los corrillos familiares. Cuando mi hermano, ese día, me entregó el bastón, no entendía que carajo me estaba entregando.
A first sight lo confundí con una cimitarra oriental. Luego pensé que en un bumerang recto de aleación, y al fin, y quedé cerca, pensé, era una pieza de arte de un mercado árabe. Ni hablar del asa con cara´e dragón que, a lo días de usarlo, me sacó una ampolla de piel de padre y señor nuestro. Y no conforme con todo eso, y con su clásica generosidad, me mandó un par de botas de cuero, amarillo y azul, sin uso, pero caras, que sabrá dios que Pentagruel o Gargantúa las usaría. Vale la pena recordar a los lectores ese conjunto de novelas escritas en el siglo XVI, en francés por François Rebeláis. Narra la historia de gigantes, Gargantúa y su hijo Pentagruel, y sus aventuras, escritas de forma satírica, entretenida y extravagante.
Recuerdo pocos días después del rito judío, Benei Mitzvá o Bar Mitzvah de Carlitos, el hermano menor de Jimmy, que presenciamos en la Sinagoga de San Bernardino Sur, para quienes han alcanzado la madurez, frente a su comunidad y se fija en 12 años para las niñas, (hay un lapso de seis meses y un día donde la mujer se considera naará «joven mujer«, hasta que pasa a ser bogueret, «madura«); y 13 años para los varones.
A partir del instante, los jóvenes pasan a ser, según la halajá o ley judía, responsables de sus actos. Tal criterio popular se celebra desde la Edad Media, mediante una ceremonia que difiere levemente entre los ritos asquenazí y sefardita. Apenas me recuperada de la cortada de la planta del pie que me hice corriendo descalzo en el patio trasero de la mansión de Altamira, cerca del restaurante famoso Tarzilandia, con Carlitos en papel de responsable de sus actos. Esa vez ocultados, bajamos al salón de juego, a ver a los hermanos, en un área sótano donde había mesa de pingpong, no sé si máquinas de ejercicio y diván para sentarse a conversar, y creo que había una barra para atender a usuarios permanentes como nos.
Sobre la mesa de juego, como un nido de serpientes en ebullición, estaban los cintos de cuero negro, castaño, rojo y añil, todos muy opacos, listos para hebillas. Jamás olvidaré que, con las ganancias de negocio juvenil, de cinturones de cuero, compraron pasajes de avión y viajaron por Europa, Jimmy, y mi hermano Nell. Apenas graduados de bachilleres.
Jimmy, si fue rígido con el dinero no lo sé, pero sé que gastaba sin condena. Y cuando se tiene, el problema es cuando dices hasta aquí. Esa palabra, muchas veces, no vivía en su inventario. Podía malgastar como moro, y guardar como judío, materia dual, al pendiente. Pero no malgastó la vida. Son tipos donde su coto dotado de hermosura es en el que Jimmy, ahora va despegando, mientras Carlos va recordando su miga compartida, saciado de diario y adiós, sollozando con nostalgia a su amado hermano … ¡Vuela libre Jimmy, vuela libre, bro!
Marcantonio Faillace Carreño