#OPINIÓN Por la puerta del sol (193): Fuera de mi ventana #20Abr

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Cada uno vive una odisea diaria a su manera. Leemos, meditamos, escuchamos música, vemos televisión, escribimos, rezamos, nos dedicamos a reflexionar sobre la diaria jornada o analizar el mundo y lo que acontece cada día frente a nuestra ventana.

¿Qué veo allá fuera de mi ventana?

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En la noche un cielo saturado de astros errabundos y una brisa generosa, en el día un sol inclemente y las vidas avanzando salpicadas de auroras, de ruidos y de plegarias sollozantes. Todo va llegando y va pasando, la vida es una antorcha que Dios mantiene encendida, Padre bueno que nos inspira fervientes cantos de amor en doble lira…

¿Qué veo allá fuera de mi ventana?

El paso de extraños que se pierden al voltear la esquina, algunos transeúntes se me antojan vidas que lloran, corazones cargados de tedio, almas en donde braman pesimistas sus oráculos. Siento que allá fuera todo se exilia en la indiferencia de los que pasan y también en la agonía de las nubes… Las horas continúan su carrera y con ellas el breve paso de la vida de seres que van y vienen, de jóvenes y de viejos demacrados a los que les crujen los huesos y también sus bisagras oxidadas por el tiempo. Aunque nadie dude ni se asombre de la joven fortaleza, también deben saber que esta declina y se termina…

¿Qué veo allá fuera de mi ventana? 

Casas y edificios con familias en cuyos ojos se duermen las auroras y se escapan los sueños, jardines donde crecen rosas y cantan los pájaros, árboles que esperan la lluvia y huellas que van quedando haciendo eco en la voz vacilante de la brisa.

Anochece, fuera de mi ventana ya no se ven los transeúntes, uno tras otro se van como se van los días veraniegos, esperando la lluvia, mejor despertar o el canto de las chicharras. Todo se repite, regresa la bulla hasta que llega la noche disfrutando del silencio que pronto muere al regresar el nuevo día prendido en las alas de un pájaro. Pasan y siguen pasando frente a mi ventana caminantes albergadores de futuros, de corazones impenetrados, de lo justo que piensa el pobre para sobrevivir, de llamas que arden con vigor y prisa, de seres que no tienen tiempo para hablar con el hijo o sentarse a mirar una flor… 

Yo sigo aquí en la rutina de asomarme a la ventana, de sentirme parte de este mundo raro, de soportar los ojos que no ven más que sus sueños, conocer las nostalgias, incertidumbres de otros, sus apariencias. Sigo aquí saludando el día desde mi ventana, dando la bienvenida a la noche y echando al viento mis pensamientos, mis ideas y mis sueños, como el río sigo aquí el curso de mis años, unida a los recovecos de mi propia vida, de mi propia !Nada!

Amanda Niño P.

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