Nadie podía tener la certeza, pero toda la población venezolana lo presentía, lo barruntaba: a la candidata Machado le impedirían la participación en las elecciones presidenciales y a quien designará como su sustituta en la contienda electoral, le interpondrán múltiples obstáculos para anular su participación.
Lo que sospechábamos todos se produjo por una razón muy lógica.
La cúpula de este nefasto gobierno sabe lo que le espera una vez que el poder ilegítimo que sustentan deje de ampararla. No hay sitio en el mundo, a excepción de países de férreas dictaduras, que permitirían su inclusión en sus territorios. Pero de eso tampoco están seguros en sus terribles pesadillas nocturnas en relación a su incierto futuro, pues esas dictaduras les permiten cierta protección por el poder que ejercen para desarrollar las opacas negociaciones que realizan. Pero cuando esto no sea posible y esos países se vean observados y criticados por la comunidad de naciones y por la justicia de la Corte Penal Internacional, dudarán en proteger a personas tachadas por cometer terribles crímenes de lesa humanidad.
Afianzarse desesperadamente al poder a través de fraudes de todo tipo, de violaciones evidentes a la ley y a la Constitución al cerrarle el paso a la candidata Machado y a su sustituta, es el único camino que tienen los perversos cabecillas del régimen, para mantenerse en el poder que es lo que evitaría ser sentados en el banquillo de la justicia nacional o internacional. Era de esperarse esta desesperada reacción, pero teníamos la irracional esperanza de que ello no se produjera.
Sin embargo, la dirigencia de la oposición ha dado muestra hasta ahora de la sabiduría que ha logrado sortear todas las insólitas fullerías que ha ideado el régimen y por otra parte, aun cuando han surgido candidatos con aspecto de opositores, la Unidad Superior sigue incólume bajo la conducción de quien la logró sin ninguna duda: María Corina Machado.
Que han encallejonado a la población democrática hacia un grupito de candidatos que todavía no tienen el visto bueno de la oposición, eso es cierto, pero lo evidente es que se cerró la rueda de la postulación a candidaturas para las elecciones presidenciales y es necesario que la oposición encabezada por María Corina Machado se mantenga firme en la defensa de las instituciones que con todo y alteradas por el régimen, siguen allí a la espera de su rescate moral. La solución aun cuando en principio sea desagradable es no dejar que el ilegítimo gobierno cierre definitivamente los espacios electorales y caigamos en barrena directo al abismo del estado socialista respecto al cual ya han aprobado leyes siniestras con las cuales tienen en planes eliminar alcaldías y gobernaciones y que no lo han hecho, porque las expectativas electorales han permitido que la sociedad este movilizada.
María Corina Machado sigue como el referente moral que necesitamos, es el emblema de la democracia que queremos, junto a ella debemos dar luchas en defensa de la institucionalidad democrática, lo que implica no salirnos bajo ningún argumento de la ruta electoral, una ruta defectuosa, llena de trampas, administrada de forma dolosa por el régimen, pero con todo y eso, es el escenario donde somos fuertes porque contamos con el 80 por ciento de apoyo popular.
Ella con su liderazgo ha hecho posible que la emoción electoral haya prendido en la gran mayoría del pueblo venezolano, ella es la gran figura histórica a la que debemos agradecer participar de manera unitaria en las próximas elecciones presidenciales. Ahora toca trabajar con grandeza, amplitud y compromiso nacionalista.
Pero a la vez recordamos que la ruta electoral deja por fuera, sin opción alguna, a la abstención. Debemos votar y para ello de una u otra manera la lideresa que ha hecho posible que la esperanza de un cambio se haga realidad, deberá guiarnos con su sabia decisión al indicarnos por quien debemos hacerlo. La abstención significa seis años más de este déspota y destructor mandato, por lo que la opción del cambio pasa por un último sacrificio: escoger un mal menor.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez