A propósito del Día del Médico en Venezuela que se conmemora este 10 de marzo, natalicio del Dr. José María Vargas, compartimos el prólogo, la presentación y la introducción del libro Historia Social de un Hospital Latinoamericano Hospital Vargas de Caracas (1891-1967), autoría del Dr. Federico Arteta Bracamonte (médico internista, neumonólogo clínico, docente, investigador e historiador), en una coedición del autor con la Asociación Cardiovascular Centro-Occidental de Venezuela (Ascardio) y que se acaba de presentar. Es una edición al cuidado del Dr. Carlos Giménez Lizarzado, por la Fundación Buría.
La historia social del Hospital Vargas de Caracas, producto de una investigación que culminó en la tesis doctoral del Dr. Federico Arteta Bracamonte, constituye una pieza fundamental para el mejor entendimiento de la historia de la medicina venezolana, motivo por el cual, ASCARDIO consideró importante auspiciar su edición, no solo por el valor intrínseco de la obra, sino también por los vínculos que desde hace décadas, el Dr. Arteta tiene con ASCARDIO.
Para entender mejor el origen y desarrollo de ASCARDIO, es necesario trasladarnos hasta las primeras décadas del Hospital Vargas, ya que las raíces de la cardiología venezolana se conectan con ilustres profesionales de la medicina de este Hospital.
El Dr. Jose Gregorio Hernández trajo el primer equipo para medir la presión arterial en 1916, un esfigmomanómetro de Potain, con el cual le midió la presion arterial a los estudiantes de medicina del Hospital Vargas.
El Dr. Luis Razetti, en la promoción de 1920 calificó a sus integrantes con la máxima nota y entre estos estaban los Dres. Jose Ignacio Baldo y Bernardo Gómez, quienes fueron fundadores en 1959, del programa de Prevención y Control de las Enfermedades Cardiovasculares del antiguo Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, el cual ha sido apoyado por ASCARDIO desde el inicio de sus actividades en 1976 en la región Centro Occidental.
La idea de desarrollar una organización no gubernamental, tiene también sus orígenes en el Hospital Vargas, ya que en este hospital, el Dr. Gómez en conjunto con los Dres. Carlos Gil Yépez, Gilberto Morales Rojas, Juan José Puigbo, Eloy Dubois y Rubén Jaen, promovieron en 1948 la constitución de la “Fundación Centro Nacional de Cardiología”, la cual fue fundamental para la dotación de los equipos del servicio de cardiología del Hospital Vargas en la década de 1950, lo cual constituyó un punto de inflexión en el desarrollo de la Cardiología venezolana y fue un hecho que influyó en la fundación de ASCARDIO.
De la cardiología del Hospital Vargas, salieron un grupo de cardiólogos para fundar el Servicio de Cardiología del Hospital Universitario de Caracas, el cual a su vez tuvo una gran influencia en la formación de una parte importante de los cardiólogos iniciadores del proyecto de ASCARDIO. Por lo señalado anteriormente, se concluye que el proyecto de ASCARDIO está conectado con la historia del Hospital Vargas de Caracas, lo cual justifica el apoyo brindado a esta publicación, producto de una investigación realizada por una persona que reúne cualidades que sintetizan la veracidad histórica y se conecta con el presente con visión de futuro.
Dr. Bartolomé Finizola Celli
Director médico de ASCARDIO
Una investigación con sentido social
Tengo en mis manos la voluminosa investigación que con el título de “Historia Social del Hospital Vargas de Caracas. Medicina y modernidad en Venezuela (1891-1967)”, presentó Federico Arteta Bracamonte en la Universidad Central de Venezuela (UCV), año 2018, para optar al Grado Académico de Doctor en Historia.
Antes, en el 2005, Federico presenta una investigación que con el título de “Historia Social de las Instituciones Médicas: Asociación Cardiovascular Centroccidental ASCARDIO. 1976-2000”, viene a ser su Trabajo de Grado en la Maestría en Historia que entonces funcionaba en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) en alianza académica entre la UCLA, la UPEL y la Fundación Buría.
Pues bien, es en el transcurrir de estos años que van de 2006 al 2018, que Federico se dedicó a formarse en la disciplina de Clío, orientado por el enfoque epistemológico de la Historia Social e Institucional que como historia síntesis e historia global desarrollamos en ambos programas de post – grado.
En su trabajo dedicado a Ascardio el historiador en formación demuestra su manejo del método histórico, el tratamiento de las fuentes y el cuidado de la escritura en una investigación circunscrita a un espacio regional.
Pero para su tesis doctoral, apreciamos al historiador dedicado metódicamente a desentrañar la vida del Hospital Vargas, en el contexto de la Venezuela de finales del siglo XIX y seis primeras décadas del siglo XX, tiempo de transición de un país de economía agrícola a petrolera, de dictadura a democracia, de lo rural a lo urbano. Esos cambios forman parte de la historia del Hospital Vargas, están allí presentes, y esa realidad es lo que define el método asumido por el historiador.
No se trata solo de una suma de eventos cronológicamente alineados, de la labor extraordinaria de médicos entregados a la fundación y dirección de este hospital. aquí, la reconstrucción documental de esta importante institución médica va acompañada de la reflexión del historiador que sabe que todo hecho-fenómeno y proceso histórico, como gustaba decir a nuestro maestro el Dr. Federico Brito Figueroa, para que pueda ser comprendido desde nuestro presente, no solo debe ser reconstruido en su tejido vital interno, sino que debe ser restituido a su contexto económico, social, político y cultural determinado.
Este es un detalle metodológico que marca la diferencia, ya que hay mucha investigación histórica, que a pesar de contar con un gran soporte documental empírico, al faltarle la contextualización espaciotemporal del fenómeno estudiado, se reduce a una cronología de eventos y a una labor de héroes aislados de su propia sociedad.
La historia social que cultivamos y que Federico Arteta ha aplicado en sus investigaciones es la historia de la sociedad, la historia de los de abajo, la historia colectiva que Marc Bloch denominó de los hombres en el tiempo, hombre en sentido antropológico y en plural. Esa historia que otro gran historiador, Joseph Fontana llama la historia de todos.
Gran ambición, tal vez imposible de cumplir, pero que orienta esa visión de totalidad con la cual el historiador científicamente formado debe acudir a la cita con el pasado humano.
Una parte sustancial de la tesis doctoral presentada por Federico Arteta en 2018 es la que ahora publica con un título que da cuenta que el espacio de relaciones abordado por el historiador fue también global, ya que el autor, por su sólida cultura humanística y formación científica y profesional, colocó su objeto institucional de estudio, en los grandes procesos que vivía la medicina en el mundo europeo, en América Latina y los Estados Unidos.
Al escribir estas líneas de reconocimiento a la labor de Federico Arteta, debo finalmente señalar que este importante libro – como producto científico – forma parte de la línea de investigación que en 1993 postulamos para el campo educativo en la Maestría en enseñanza de la Historia en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto con el título de “Historia social e institucional de la educación”. Más tarde, en los programas de maestría en historia de la UCLA, y de doctorado que desarrollamos en la Universidad Santa María y Universidad Central de Venezuela este enfoque fue orientado nuevas investigaciones en diferentes campos de la vida social como las instituciones prestadoras de servicios de salud, como ASCARDIO y el Hospital Vargas, en el caso de Federico Arteta, o el Antiguo Hospital de Caridad y el Hospital Central Antonio María Pineda de Barquisimeto, realizado por otro médico historiador, el Dr. Rafael Segundo Ceballos, o para instituciones de la cultura, la industria, o la educación superior y universitaria.
Esta investigación, la cual además nos tocó dirigir como tutor de un alumno aventajado, es una demostración clara de los avances que la historia como ciencia ha venido alcanzando en nuestro país.
La historia, tan antigua como la sociedad humana, ha pasado por diversas modalidades de interpretación del pasado. Desde el mito y la leyenda, hasta la historia cronológica y política, pasando por la historia narrativa y la novela histórica, hasta llegar a la historia como integrante de las Ciencias Sociales modernas, en todos esos momentos y modos de historiar, ha estado presente esa inquietud secular que nos define como seres humanos: la inquietud de saber de dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde vamos.
Esta incertidumbre ante lo desconocido es la materia con la que trabaja el historiador. Ir al pasado con las preguntas del presente, para idear, soñar, visualizar un mejor futuro. Investigaciones de largo aliento, meditadas, soportadas con todas la evidencias posibles, de lo que hemos sido y hemos hecho los venezolanos en el pasado son de gran importancia en momentos en que es cada vez más borroso el pasado, lleno de fábulas y mentiras que lejos de ayudar a avanzar sobre nuestros aciertos y errores llevan a la Humanidad a un precipicio.
El Hospital Vargas, escuela de médicos y protagonista no solo de la lucha contra la enfermedad y la muerte, sino también, centro de luces de la modernidad en accenso, cuenta con esta renovada mirada de un médico que ha hecho de la historia y su estudio un segundo oficio. Saludos a Federico por este nuevo hijo de su talento y nuestro agradecimiento a ASCARDIO por apoyar esta edición.
Dr. Reinaldo Rojas
Individuo de Número de la Academia
Nacional de la Historia
Miradas múltiple a una historia de resistencia
En 1967 el autor llegó al Hospital Vargas de Caracas para iniciar sus estudios de medicina, precisamente al edificio del nuevo servicio de Anatomía Patológica, para la época, en el extremo norte del Hospital. La Escuela de Medicina estaba situada a una cuadra de allí en la esquina San Lorenzo de la Parroquia San José.
Había pasado cuatro meses del terremoto de Caracas que afectó fuertemente a la nueva Escuela de Medicina que tenía apenas seis años de existencia, que había conservado al más antiguo Hospital de Caracas para la docencia.
Sus profesores había sido los fundadores del proyecto que permitió que el viejo Hospital Vargas “resucitase”, y no perdieron el entusiasmo y la motivación de salir adelante aun en las peores circunstancias.
De allí esta fuente de motivaciones personales para estudiar su historia y la razón de esa fuerza derivada de una tradición de más de un siglo.
Así el objetivo de este estudio es vincular la historia de la institución en el contexto histórico social en el cual se desarrolla, sus antecedentes que explican su existencia, sus avances, sus retrocesos.
En el caso del Hospital Vargas de Caracas su significación en la historia de Venezuela y en especial de la historia de la asistencia médica en Venezuela. Hemos usado la analogía de la vida biológica, como gestación, nacimiento, desarrollo, muerte y el simbolismo del “renacimiento” de la institución, pero también las categorías de construcción, deconstrucción y reconstrucción precedido por una gestación.
A la vez hemos escrutado las distintas miradas a una institución como el Hospital Vargas de Caracas, no solo desde los conceptos de salud y enfermedad, de los ciclos o periodos históricos de la nación venezolana, sino de sus comunidades humanas que habitaron sucesivamente al Hospital y que explican las fases singulares de su historia. La resistencia a las fracturas de grandes conflictos sociales como en 1902, 1936, o 1957, y fenómenos naturales catastróficos como los terremotos de 1900 o 1967 que pusieron en peligro su estructura material.
Hospital laico, científico en Venezuela, desde su gestación, periodo donde se concibe la idea hasta el momento en que nace el Hospital Vargas. En ese periodo el hilo conductor es la figura del doctor Calixto González. Se detalla el papel del Hospital Vargas en 1891 como símbolo de la ruptura de una tradición, la del Hospital como institución religiosa vinculada a la idea de la caridad donde la medicina científica tuvo un papel secundario, de los hospitales en el tiempo colonial y su prolongación durante los primeros tres cuartos el siglo XIX.
Su construcción, gracias a la singular relación del doctor Calixto González con el presidente Juan Pablo Rojas Paúl, el contexto del “Guzmancismo”, periodo histórico de 1870 a 1888 donde Guzmán Blanco asume la Presidencia del gobierno, pero también del tiempo del “liberalismo amarillo” en el poder, hasta 1898, donde hubo una moderna administración pública de la estructura del Estado venezolano a partir de 1870 y la formación de una primera élite intelectual que edificó el Hospital. Allí destaca su ingeniero constructor Jesús Muñoz Tebar, así como la comunidad médica que lo habitó inicialmente, a la espera de la comunidad científica conformada por la primera generación de médicos formados en París de 1891 a 1895, quienes fundan instituciones que vincularán al Hospital Vargas de Caracas a una estructura de la medicina moderna en Venezuela.
Se describe una comunidad científica que logró fortalecerse en el Hospital y cohesionarse lo suficiente para resistir los embates de la crisis económica, política y social de 1891 a 1908. En ese primer cuarto del siglo XX, surgió un proyecto de “Hospital General Universitario de Caracas” de influencia nacional, por una comunidad de médicos liderados por Luis Razetti, como centro asistencial, y como institución forma dora de médicos y centro de investigación, que le permitió adaptarse a las transformaciones tecnocientíficas de la medicina de la Segunda Revolución Industrial de 1870 a 1914.
Ello se logró gracias a tres grandes reformas en el Hospital Vargas en 1902, 1911 y 1930. Tiempo signado por un paradójico régimen de “tiranía liberal” que estuvo personificado en la figura de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (1898-1935), a pesar del cierre formal de la Universidad Central de Venezuela de 1912 a 1922. En 1915 se consolidó, en plena crisis universitaria, una propuesta de “Escuela de Medicina” en el Instituto Anatómico de la esquina de San Lorenzo, en estrecha vinculación al Hospital Vargas.
El Hospital Vargas navega las aguas del sentimiento democrático de 1936, a la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, expresado en los Reglamentos de 1936 y 1937, con una nueva y más estrecha relación con la Universidad Central de Venezuela.
Se crearon las “Cátedras Libres”, en especial en 1936, y los concursos de oposición para la escogencias de los jefes de cátedras y de su personal, en el contexto del ascenso de un país petrolero de inmensa riqueza material que transformó toda la cultura nacional, su demografía, la relación campo-ciudad, que explica un incremento de las demandas asistenciales y la necesidad de formación de más médicos y enfermeras, ante lo cual el Hospital Vargas intentó adaptarse con el reglamento de 1941, sin conseguirlo, pues pierde en gran parte su vínculo con la Universidad, así como los concursos de oposición y las cátedras libres.
En ese tiempo se desarrolla un desmembramiento del Hospital con la salida de la maternidad y la cátedra de Obstetricia del Hospital Vargas en 1939 y la fundación de la Maternidad Concepción Palacios de la Parroquia San Juan, así como la atención de niños enfermos con la salida de la cátedra de Pediatría en 1941, y la formación del Hospital de Niños de la esquina de Pirineos. En la docencia universitaria se vivió un proceso de fragmentación, así como en la asistencia médica con la separación de los servicios y sus salas según “especialidades” médicas y quirúrgicas, así como nuevas funciones, como servicios de hospitalización a personal de la Gobernación, y en 1944 hospitalización del Instituto de los Seguros Sociales del Seguro Social Obligatorio, así como la nuevo concepción del Servicio de Emergencias (“Puestos de Socorro”) que llegó al Hospital Vargas de 1938 a 1947.
La restauración del edificio del Hospital Vargas se hizo en condiciones adversas para la Universidad Central.
El Hospital Vargas se transformó a mediados de siglo, en Hospital de especialidades de la Beneficencia Pública, en medio de un nuevo proyecto político sostenido por militares nacionalistas con una visión desarrollista de la vida nacional (1948-1958).
Sin embargo, en ese periodo surgió una nueva comunidad científica y humana que restituyó organizaciones internas del Hospital, en especial, la Sociedad de Médicos y Cirujanos del Hospital Vargas, con objetivos comunes y una visión compartida de lo que debía ser el Hospital, que organizó ámbitos académicos y recibió la influencia exterior de constantes visitas de grupos e individuos de significación de la medicina mundial.
El proyecto militar personificado por el triunvirato militar luego del golpe de 1948 y en 1952 por Marcos Perez Jiménez construyó obras materiales sin precedentes en la historia del país, que incluyó la fundación en 1956 del Hospital Clínico Universitario de la Ciudad Universitaria, gran hospital nacional de 1,200 camas, y con este nuevo Hospital se decretó la eliminación material del Hospital Vargas que fue rescatado de manera inesperada ese año.
Sin embargo, en 1957 el Hospital Vargas fue definido como un Hospital de enfermos crónicos sin recursos económicos, un “Hospital de pobres”.
“Renacimiento del proyecto del Hospital Vargas de Caracas” vinculado a la docencia e investigación fue su reconstrucción. Su comunidad alrededor de la Sociedad de Médicos y Cirujanos construyó un nuevo proyecto que lo elevaría de ser de poco más de un albergue para enfermos crónicos, a un Hospital Universitario, con estudios de post grado y luego de pregrado, con una nueva Escuela de Medicina en el sitio de la antigua Escuela de San Lorenzo, una nueva revista científica, los Archivos del Hospital Vargas, y una nueva Comunidad Profesional liderada por el “Grupo del Vargas”.
Se creó con gran habilidad alianzas estratégicas, no solo con las nuevas autoridades universitarias, buena parte de ellas formadas en el Hospital Vargas sino con el nuevo sector político emergente de 1958, y un nuevo modelo democrático representativo.
Se hizo realidad una segunda Escuela de Medicina en la Universidad Central de Venezuela, la Escuela de Medicina Jose María Vargas, asociada estrechamente al Hospital Vargas, 1957-1967.
Esa consolidación reconstruyó instituciones como los bachilleres-internos, los concursos de oposición, la Comisión Técnica, lo cual le permitió al Hospital sobrevivir a coyunturas muy graves como el terremoto de 1967 que puso en peligro la vida de la nueva Escuela de Medicina y parte del propio Hospital.
Para abordar esta aproximación a la realidad de un Hospital en Venezuela que sin duda alguna fue el más relevante de su historia republicana, y la ruptura de una tradición religiosa, colonial, hito de modernidad, acudimos a una historiografía del Hospital Vargas de Caracas construida en la segunda mitad del siglo XX.
Nos referimos a tres obras fundamentales.
La primera, la más significativa, es la Biografía del Hospital Vargas escrita por el doctor Oscar Beaujon Graterol, que es una extensa obra de casi 1,300 páginas en dos tomos. Una verdadera recopilación y antología no solo documental sino iconográfica, con fotografías de innumerables documentos, que van desde cartas, comunicaciones manuscritas, mecanografiadas e impresas (revistas científicas y portadas de tesis doctorales), iconografía de dibujos y fotografías de diversas áreas del hospital, retratos y fotografías de médicos y enfermeras, personal que laboró en el Hospital desde su fundación en 1891 hasta 1958.
Transcripciones de documentos de una numerosa y diversa procedencia que va desde Gacetas Municipales, Nacionales, hasta Archivos personales y de diversas organizaciones civiles y religiosas que actuaron en el Hospital.
Ello hace del libro una compilación documental única del Hospital Vargas, más aun, cuando en la elaboración de este libro nos encontramos con que muchos de esos archivos desaparecieron. Además, incluye testimonios invalorables epistolares, hasta anecdotarios y el propio testimonio del autor, protagonista de la vida del Hospital, desde la década de los 40 y 50, quien vivió todo el escalafón presencial vital desde estudiante de medicina, a médico del hospital y más tarde director, Inspector de Hospitales y presidente de la Beneficencia Pública del Distrito Federal, organismo al cual estuvo adscrito el Hospital Vargas de Caracas en la segunda mitad del siglo XX. Su padre y su hijo de Oscar Beaujón Graterol fueron también estudiantes y médicos del Hospital Vargas de Caracas.
Otras dos obras acerca de la Historia del Hospital Vargas fueron escritas a propósito del centenario del Hospital en 1991. Para ello se abrió un concurso en el Hospital. Dos de estos trabajos fueron escritos por médicos de planta del Hospital Vargas quienes, como Beaujón, recorrieron buena parte del escalafón vital en el Hospital, vale decir desde estudiantes de pre y post grado hasta llegar a ser brillantes profesores de Clínica Medicina en el Servicio de Medicina 2 del Hospital Vargas. Ellos son Luis Fernando Chacín Alvarez y Rafael Vargas Arenas, este último fallecido.
Obras de gran significación se basaron en los archivos documentales de la Comisión Técnica del Hospital Vargas, la revista “Archivos del Hospital Vargas” en su colección de 1958-1991, archivos personales, testimonios de sus protagonistas, en especial de 1950 a 1990 y la prensa caraqueña, en especial los diarios El Nacional y el Universal.
Hemos añadido otras fuentes que nos parecieron útiles en un contexto más amplio de la historia de los hospitales, al indagar más acerca de la gestación del Hospital Vargas, la vinculación de Jose María Vargas con el proyecto que llevó su nombre, a travás de su discípulo, el doctor Calixto González, verdadero promotor del proyecto, pero además de un conjunto bibliográfico que permitiese comprender mejor las etapas de la vida hospitalaria.
Nos detenemos en 1967, donde incorporamos nuestro testimonio personal, así como las obras y archivos de la Escuela de Medicina Vargas de la Universidad Central de Venezuela, vinculada a la vida del Hospital Vargas de Caracas, desde 1962 y su gestación en 1958.
En noviembre de 1967 llegamos al Hospital Vargas, luego del terremoto de Caracas, en momentos en que se ponía en duda la continuidad del reciente proyecto de la nueva Escuela de Medicina Jose María Vargas. Es precisamente en ese momento cuando culmina el tiempo histórico de este trabajo.
Dr. Federico Arteta Bracamonte, autor
Médico internista, neumonólogo clínico,
docente, investigador e historiador