#OPINIÓN Los Mercenarios #21Feb

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“…hasta constituirse en un negocio que de acuerdo a algunas fuentes pudiera rondar, en conjunto, los 100.000 millones de dólares anuales…”

Jorge Puigbó

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A finales de los años sesenta del siglo pasado, cuando en Caracas existían autocines, en uno de ellos se estrenó una película que titularon “Los Mercenarios”, misma que en los Estados Unidos llamaron “The Dark of the Sun”, correspondiéndole con el del libro del escritor sudafricano Wilbur Smith, donde se narran las acciones bélicas llevadas a cabo por mercenarios contratados por el gobierno del Congo para llevar a cabo misiones de guerra. Recuerdo la acción trepidante de la película protagonizada por Rod Taylor y la bella Yvette Mimieux. Un África, cuyas naciones en ciernes, en la década de 1960 se sacudían el colonialismo y declaran su libertad, convirtiéndose el continente, en un foco de violencia tribal inmenso, lo cual no ha podido ser superado con el paso del tiempo como lo podemos apreciar en las noticias que nos llegan. Días atrás, precisamente por informaciones leídas acerca de las luchas por el poder en los países de la región africana del Sahel, releí el libro “Ébano” del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński, publicado en 1998 y repasé sus 29 relatos de lo que él presenció durante su permanencia en África entre los años 1957 y 1990. El refrescamiento dado por esta lectura, sumado a las informaciones actuales, nos reafirmó la perspectiva de larga inestabilidad que espera a los africanos. Lo descrito anteriormente tiene una sola razón: África es un territorio que siempre ha sido dominado por el caos; las luchas tribales continúan como en el pasado y la intervención de potencias extranjeras ávidas de riqueza agravan la situación política y social de la región sin detenerse, para ello, en la utilización de fuerzas mercenarias a pesar de estar prohibidas por el Derecho Internacional. Su historia ha sido una constante guerra y uno de los factores determinantes es el uso, de una u otra forma, por parte de los gobiernos de las fuerzas irregulares o paraestatales. 

Y el uso de mercenarios no es exclusivo del territorio africano, en Ucrania y múltiples países su uso se extiende y normaliza. En un artículo publicado en agosto del 2023, de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile, firmado por el Dr. Ariel Álvarez Rubio, se cita a Herfried Münkler, prestigioso experto alemán en materia de estrategia de la guerra: “…la forma “clásica” de contienda exclusiva entre Estados, se había convertido en un modelo en desuso, toda vez que los Estados habrían abandonado su condición de únicos monopolizadores fácticos de la guerra, y en su lugar o complementariamente, se presentaban cada vez con mayor frecuencia actores paraestatales, incluso privados; desde “mercenarios individuales” hasta “empresas de mercenarios” que operan en todo el mundo, para los que la guerra se ha convertido en constante campo de actividad…”. El DRAE define mercenario como: “Soldado que lucha a cambio de dinero o de un favor y sin motivaciones ideológicas”, y su historia es larga, solo nos baste decir que desde Grecia tenemos noticias de la existencia de este tipo de combatientes, ejemplo de ello  la historia que nos relata Jenofonte, de los diez mil mercenarios griegos abandonados en Mesopotamia, lejos de su patria, a la muerte en combate de Ciro el Joven en la batalla de Cunaxa quien los había contratado para hacerse con el poder que detentaba su hermano Artajerjes. Todos los grandes imperios situados en las costas del Mediterráneo, Roma, Cartago, Egipto o los Omeya, contrataban mercenarios de otras naciones para que pelearan en sus guerras. En Europa durante la Edad Media y el Renacimiento este tipo de tropas fue de uso frecuente en las guerras entre reinos, una conocida estatua en bronce del artista italiano Donatello llamada “El Condottiero”, realizada entre los años 1444 y 1453 en honor a Erasmo de Narni, más conocido por “Gattamelata”, situada en Padua, nos demuestra su importancia histórica, igualmente el dibujo conocido como “Profilo di capitano antico”, de Leonardo da Vinci. 

Por razones originadas en nuevas ideologías el uso de mercenarios disminuyó en las guerras después de la Revolución Francesa, para luego, después de la Segunda Guerra Mundial aumentar de forma notoria hasta constituirse en un negocio que de acuerdo a algunas fuentes pudiera rondar, en conjunto, los 100.000 millones de dólares anuales. Por tanto, una de las preguntas sin respuesta que todos nos hacemos es la de cómo países que se dicen democráticos legitiman las acciones de estos grupos paramilitares en contra de disposiciones del Derecho Internacional que prohíbe expresamente el uso de mercenarios en los conflictos armados y en determinadas situaciones no bélicas. Debido a la extensión de los convenios y tratados internacionales al respecto, solo mencionaremos algunas de las normas que regulan este aspecto, comenzamos por la “Convención internacional contra el reclutamiento, la utilización, la financiación y el entrenamiento de mercenarios” (1989), la cual establece los delitos que pueden ser cometidos por los mercenarios individuales, las personas que los reclutan, utilizan, financian o entrenan, e igualmente por los Estados partes, a quienes les impone una serie de obligaciones al respecto. En el mismo texto se mantiene la definición de “mercenario” que figura en el artículo 47 del Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra, estableciéndose además como delito la recluta de personas que tiene como objeto el atentar contra un gobierno legal establecido, o cuando se pretenda invadir y controlar territorios de otro Estado. Hemos creído conveniente traer una norma del Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra (1949), el cual en su artículo 47, Mercenarios, establece expresamente que éstos no tendrán derecho al estatuto de combatiente, ni de prisionero de guerra, lo cual quiere decir que no los ampara ninguna norma especial y pueden ser tratados como delincuentes.

Para darnos una idea de la cantidad de compañías que utilizan mercenarios mencionaremos las más grandes: 

Grupo Wagner, creado en 2014, después de la toma rusa de Crimea. Estiman en 35.000 hombres su fuerza, casi todos rusos. Los dirigía Yevgueni Prigozhin, hasta su extraña muerte desaparición. Fue anexada a los servicios de inteligencia rusos. Es una organización clave en el control político de Rusia en África, está presente en ocho países, se sabe que ahora reciben el nombre de “Cuerpo Africano”, así los denominan en Uagadugú capital de Burkina Faso. 

Academi, antigua Blackwater, el mayor contratista militar de los EE.UU. fundado en 1997 como un centro de adiestramiento para marines. Muy conocida por sus actuaciones en Irak y Afganistán, así como por los escándalos surgidos de sus actuaciones. Tiene 21.000 empleados. 

Triple Canopy, derivada de la anterior fue fundada en 2003, cuenta con un total de 5.000 empleados, todos veteranos de diferentes fuerzas. Participó en Irak y en el 2010 en Haití, asimismo en el Golfo de Adén y la frontera con México.

G4S plc, británica, es la más grande del mundo, opera en 125 países con unos 600.000 trabajadores, tercer mayor empleador privado del mundo. Presta seguridad a bancos, terminales aeroportuarias, prisiones, y a los puestos de control y asentamientos de Israel en Cisjordania.

Defion Internacional, peruana, con oficinas en varios países del medio oriente. Recluta personal latinoamericano y los envía a donde se los solicitan. Esa empresa entrenó personal a Triple Canopy, 3.000 fueron enviados a la guerra en Bagdad.

Garda World, canadiense, utiliza fuerzas especiales británicas y soldados de élite. En 2013, en Nigeria proporcionó protección armada a las compañías petroleras. También participó en el conflicto de Libia.

El exministro de Asuntos Exteriores de Nepal, denunció días atrás ante su parlamento que entre 14.000 y 15.000 nepalíes luchan en el frente ruso en Ucrania. Los primeros mercenarios gurkas datan de 1817; estuvieron en la Guerra de las Malvinas y forman parte de los Ejércitos de Gran Bretaña e India. El ser humano como mercancía.

Jorge Puigbó

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