#OPINIÓN La fatal racha del régimen #13Feb

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A lo largo de este año, los venezolanos seremos sometidos a pruebas de distinta naturaleza e intensidad, situaciones que medirán, día tras día, nuestra entera capacidad de resistencia y de lucha, incluso nuestro equilibrio emocional.

Es indispensable ser conscientes de que hemos asumido, con sus riesgos implícitos, la intensificación de una contienda tan inédita como desigual. Compleja, ciertamente, nada convencional ni fácil; no obstante, convenzámonos, por fortuna ¡tampoco imposible!

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En apariencia asistimos a un escarceo político por el poder, pero el perverso juego de intereses tanto nacionales como foráneos que aquí confluyen, para someter y desangrar la nación, que ellos ven como botín en tierra de nadie, eso junto a las ansias de perpetuidad de quienes con desmanes matonescos reniegan de toda posibilidad de alternancia, ha deformado hasta lo indecible cuanto no debiera ser más que una rutinaria, decente y auspiciosa jornada democrática.

Por nuestra parte se impone no caer en las ciénagas del derrotismo, ni invocar fatuos milagros. ¡Resuelta prudencia! ¡Serena firmeza! Esto, en verdad, no es más que el ruinoso teatro del absurdo, sin los rasgos existencialistas de esta tendencia escénica que irrumpiera en los años ‘40 del siglo pasado. Con sus matices, es en el fondo el mismo circo de siempre, la misma vieja carpa, la misma comedia bufa; aunque con actores curtidos en las artes del engaño y apegados por mera complicidad a un libreto que emborronan cada vez que algo les sale mal. Como, de hecho, ocurre ahora.

Y es que, aunque tocados por nuestra a veces comprensible predisposición a la desilusión colectiva solemos no apreciarlo, justo en estos momentos una fatal racha de graves y quizá irreparables errores ha colocado a los hasta ayer invulnerables jerarcas del régimen, en una situación caótica, de sorda emergencia, presagiadora de cruciales rupturas y defecciones.

Apelar al bastardo expediente de Nicaragua, en un grotesco amago por invisibilizar todo signo de oposición real, no es el camino que transita un gobernante medianamente valorado por sus administrados, más bien llamado como está a recuperar la extraviada fe popular, frenar la desbandada de sus huestes tradicionales, como quedó patentizado en el proceso de primaria del 22 de octubre y, acto seguido, en el fantasmal referendo consultivo del tres de diciembre. Dos fechas, una por su esplendor y la otra por lo baldío, que dan contraste y exacto relieve a esta lucha épica, y condenan la atrocidad roja, apropiadamente del mismo color que manchará por siempre sus manos. Para el oficialismo, remontar a estas alturas semejante cuesta por la vía electoral ya no luce factible, ni con la aparición en escena de un elenco de actores prestos a la farsa. Voluntarios abundan; pero, sin importar su depravado histrionismo ni el dinero que hagan correr a raudales por las calles, a pocos seducirán, ya están marcados por las viscosas señas de la ignominia.

Eso explica por qué María Corina Machado personifica el insalvable obstáculo a vencer; y es lo que asimismo pone de bulto la incurable frustración que los atormenta, por causa de no haber podido sacarla de juego al cabo de tanta emboscada y gruesa felonía. Abandonado por todo asomo de imaginación y de coartadas, el tirano se guarece en el trajinado recurso de la persecución y del hostigamiento contra la disidencia, tenebrosa argucia que ahora deploramos en la persona de Rocío San Miguel, activista de los derechos humanos, junto a miembros de su familia. ¿Acaso echan mano a nuevos rehenes con miras a futuros intercambios?

Sin escrúpulos, sin honra que salvar ni palabra que en sus bocas valga, se han burlado de otro ensayo de negociación, el de Barbados. La infamante vergüenza del (mal)trato dado al litigio con Guyana es otro postrer baldón que se anotan, en desmedro de intereses sagrados de nuestra patria. Tampoco les funcionó recurrir a la sensiblera tecla del nacionalismo, que tan oportuno le ha sido a déspotas de toda ralea.

De manera que la hermosa causa de la libertad está lejos de haber sido perdida. Lo será si nos desmoraliza cada tropiezo, en un camino que se sabe escabroso. Lo será si seguimos alimentando las consejas autodestructivas según las cuales derrotarlos es imposible, una quimera, porque “ellos jamás lo permitirán”, “ya dijeron que no entregarán el poder por las buenas ni por las malas”, y es que “no dan puntada sin dedal”. No compremos como cierto eso que ningún poder divino ni humano garantizó les funcionará por siempre. Esa vacilación, además de contradecir la inspiración de nuestra historia republicana, es una ofensa que nosotros mismos, sabiéndolo o no, nos infligimos.

En algún instante de iluminación, el fundador de la Alhambra, el rey moro Mohammed Ibn Yusuf ben Nasr, deslizó esta frase con la que nos hemos tropezado y viene de perlas: “Qué angosta y miserable sería nuestra vida, si no fuera tan dilatada y espaciosa nuestra esperanza”.

José Ángel Ocanto
[email protected]

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