A lo largo de muchos años, Venezuela ha estado sumida en una polarización profunda, producto de los niveles extremos de politización que han caracterizado las políticas y discursos del régimen. La retórica del gobierno se ha basado en la división de los venezolanos en dos clases sociales, dos clases de políticos y dos clases de venezolanos, creando una dicotomía donde solo un extremo puede prevalecer sobre el otro. Este discurso tan confrontativo está lleno de rencor y populismo.
Lamentablemente, como consecuencia de la propia polarización, ha surgido una «nueva alternativa» que se está promoviendo desde los sectores más radicales. Esta visión carece de soluciones eficaces y eficientes a los problemas sociales, que, incluso con un cambio político, persistirán en el tiempo. La polarización ha limitado nuestra capacidad de construir consensos y ha obstaculizado el desarrollo de estrategias integrales para enfrentar los retos sociales. Ni el liberalismo conservador ni la izquierda más extrema ofrecen una respuesta completa a los desafíos que enfrentan los venezolanos.
En este camino, penosamente, nos han llevado a una percepción errada sobre derechos básicos promulgados por la democracia social, tales como el Estado de bienestar, la igualdad, salud y educación pública de calidad y el progreso social. Se ha creado un discurso en algunos sectores radicales donde se afirma que esos derechos están asociados únicamente a la izquierda más radical y al socialismo, ideologías que han conducido a la actual emergencia humanitaria en Venezuela.
Sin embargo, la democracia social, no puede estar más alejada del régimen. En sus pilares fundamentales, la libertad surge como caracter necesario que solo es alcanzable cuando existen condiciones económicas y sociales que la posibilitan. La justicia, por su parte, se construye mediante la igualdad ante la ley y el respeto a la seguridad social para todos por igual. Y la solidaridad es clave, como la disposición entre las personas para brindarse ayuda mutua, en especial en los momentos más adversos.
La democracia social no solo representa un compromiso con valores fundamentales, sino también una herramienta pragmática para superar las divisiones y construir un futuro más promisorio. Solo mediante este proceso inclusivo se podrán esbozar y aplicar soluciones efectivas que realmente mejoren la calidad de vida de los venezolanos y promuevan un ambiente político y social más sano y equitativo.
Cada paso en la reconstrucción de nuestro país debe poner en primer plano a las personas y sus penurias, especialmente a los más vulnerables, aquellos que han sido más golpeados por la crisis. La verdadera política ubica a los ciudadanos en el centro, reconociendo que es solo una herramienta que existe por y para ellos, no para favorecer a unos cuantos privilegiados. Nuestro enfoque debe ser los venezolanos, entendiendo sus demandas, críticas y aspiraciones, y trabajando incansablemente para su beneficio. La democracia social no solo es un puente, sino una solución tangible para una Venezuela necesitada de recuperación. Dejemos atrás la polarización y las ideologías más radicales. Necesitamos que todos trabajemos juntos para reconstruir el país y crear un futuro próspero para todos.
Stalin González