#OPINIÓN Diarios de Porlamar: El Desprecio del Olvido (Parte 6) #15Ene

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 “Somos lo que hacemos día a día, de modo que, 

…la excelencia no es un acto, sino un hábito”.

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“Si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, 

…no necesitarían la justicia”.

Aristóteles

“Su recuerdo, es algo que quisiera olvidar, 

…y el olvido, algo que quisiera recordar”.

Anónimo

  • Saludos en el Contento

 ¿Qué es lo que hace a un hombre, un hombre?… dicen, sería la toma de decisiones, pero no como inicia la gesta, sino como decide terminarlas. Aristóteles, desde que recuerdo ha sido el guachimán del edificio, al que forzosamente debía saludar cuando me dirigía a mi casa. Han pasado abriles, y siempre resistía firme en su garita. Visual distraída, risa culpable, arriero de cierto secreto inexplorado.

Hará días cuando lo hallé cebando unos gaticos de calle con su habitual quehacer de las cosas, tenaz, minucioso, inalterable. Daba la sensación de no tener mucha academia, a la vez, de un alto sentido de responsabilidad, compromiso, y rectitud. De hecho, conocía a cuanto transeúnte pasaba por el frente, y sonreía e irradiaba paz, con la moderación de un canónigo. Hilaba mucho sobre el tallo de esa agudeza, una postura volátil, pero reinante, poco teatral y bien positiva. Mucho fluía de la sensibilidad campestre, no tan fértil o notoria, en tipos de alta urbe o breviario citadino. 

Esa vez me acerqué silenciosamente, mientras estaba con las crías, e inicié la charla, sin dar a entender que era para escudriñar sobre su país natal, familia, vida, etcétera. Algo que pudiera desentrañar, esa indefinida trinchera de contento que aparecía en su expresión y aquél genial hilo de sosiegos, que persistían colgados de su mirada, como un chinchorro.

¿Cómo está mi filósofo preferido? – dije con ese emboque a no saber qué decir. Me contestó con solidez original ¡como pueda!… Seguimos en una tira y encoge de expresiones para apaciguar aquél reto que reservan los disparates. A cada lisonja mía obtenía una réplica tan desnuda como decisiva. 

Luego de agotado el cambio de palabras sin rumbo, puso su mano en mi hombro y voceó ¡voy de salida! Fue al tiempo que concluí su recado. Procuraba apuntar, que la última etapa, convivía contigua a la apariencia.

  • Despedida en el Silencio 

Al otro día, fui como de costumbre a su caseta de guardia y no lo encontré, cosa que me dio mala espina. Crucé el portal, y busqué en el jardín. Al fondo percibí su imagen, sobre la tapia, donde concluía el patio. No se movía, estaba lúgubre y no respiraba. El susto electrocutó mi cuerpo. Aristóteles llevaba una postrera invocación sobre un pliego que sostenía en su palma, como un ceremonial funesto, y en él leí No habrás llegado, hasta que lo hayas perdido todo”; un aire estrecho surcó su cuerpo fantasmal, mientras su espíritu parecía terciar en el vendaval, y entonces entendí. Él era el hombre genuino de un mundo irremediable. Muere, y luego, todo el resto es, silencio y el desprecio del olvido…

MAFC

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