#OPINIÓN Diarios de Porlamar: Los que van a morir te saludan (Parte II) #18Dic

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¡Ave, Cesar, morituri te salutant!…

Suetonio.

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  • Sube el Telón.

¡Tiene que ser broma! pienso frente al televisor, estirando los brazos y bostezando, sin creer que agonizo. Sudo pesadumbre. Vibra el celular. Atiendo. Informa que la calle está peligrosa, enfermiza. Aprecio la voz al fondo, antes de ir a otro metro cuadrado, con idéntica ineptitud, con que pierdo la vida. El mueble par, y la mesa impar, dan la impresión de refugio para bestia moribunda, pero no por ello, un enloquecido suicida.

El perchero, astil de cierva boreal, escolta la butaca, que paralela, sirve de restorán, centro de estudios, sala de cine, teatro del absurdo, y a veces, solo a veces, lujuriosa silla de vago. Evalúo el sitial catando fondos, y su forza cautiva en la dimensión desconocida. La voz, simula ventrílocuo. En la otra arista, resucita la hornilla para café, con el cachito en el sartén budare, y en el pulcro retrete, póliza de buen gusto, y filosofía del temperamento, maldigo la fina puntería de la parca, para este propio y deslucido corolario escatológico de mí vida.

  • Intermezzo

Llego mortecino a la agencia, para faena mínima. Vendo lo que sea, y me incluyo. La silla mantiene surtido desempeño: de gala de editor, de Chaise lounge de fiesta, de bufete de adivino, de mesón de clases, de repisas donde recuento ondas hertzianas. Gasto, poco o nada, por no tener con qué. El encierro es mi única divisa. La revista estropea la paz: dama decapitada frente a la familia por olvido de burka, ¿penada la desfachatez de ser mujer?; veo reserva de barbarie sin pie ni cabeza porque el desastre del hombre en nada es gratuito. Su crimen paga. Voy, a la cámara, descalzo, tocando el candil, palco de tomavistas mirando el pulso de las tinieblas; opto por cualquier cosa, menos ir en mengua, reserva y piedad de quién sabe cuál dios sentado a espalda del edén e indiferente al tibio terreno donde aguarda mi suerte echada. A lo oscuro no temo. Pero sí, al diablo oculto que nadie sabe a qué vino y a cuál infierno rinde cuenta. Atajo al fin el adagio irlandés: si no estás confundido, no sabes lo que está pasando…

  • Baja el Telón

Encuentro equivalencia, en el país de otro mundo. Biológicamente reacio a morir, lo soy de víctima. Por quiasma conectado, cambio canal. Pasan, El perro Andaluz de Buñuel. Lo que aparece es tan perro como yo. La imagen cubre el cristal como sarcófago de fuego. Que el redentor no surja entre dudas y caídas, pone sobre la mesa, que la masa no da pa bollo y es el crepúsculo quien nos observa, en Pole Position.

Con pasaje de ida sin vuelta, el elam vital punza y trepa como hiedra a la pilastra o madreselva a la crujía. Siento la vileza sintética del recelo. Tieso del susto, callo. El programa vino sin fe, como manifiesto de arbitrio y absolutismo, como canto de sirena. Sin más, caigo dormido, bajo a la vacía negrura, la que mora tras la silla de yanta, en el despacho de gestor, sobre la sartén de pan duro, desde el catre que no sabe de mí, si no me expando sobre sus mortajas de olvido. Derrotado por turno, esclavo de sombra, y secreto, maldiciendo virtud, y muerta la esperanza, me pongo de pie y grito con frenesí, al cierre bruto, al silencio cruel, y a la lóbrega tiniebla del cuarto… ¡los que van a morir, te saludan!

Marcantonio Faillace Carreno

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