Por la amplitud de su gesta Argimiro Gabaldón (1919-1964) forma parte de la pléyade privilegiada de hombres multifacéticos en que se conjugan los quehaceres humanos de la cultura, política, educación, historia y arte motorizado por el incansable espíritu del estudio. De esa estirpe son pocos los destacados.
Cuando se le alude generalmente la primera imagen que asalta es la del hombre de ideas comunistas. Sistema ideológico-filosófico al que se adhiere desde joven antes de viajar a Brasil a proseguir estudios de arquitectura.
Advenido en el seno de una familia dedicada a las labores agropecuarias ello lo condiciona, desde temprano, hacía una inclinación para el trabajo propio de esos entornos. Por ello se dedica a la cría de ganado.
Faenas que lo hacen madrugador, pues en Chabasquén se le observaba, antes de la puesta del Sol, repartiendo la leche producida por el ganado de la hacienda Santo Cristo, propiedad de su padre el general José Rafael Gabaldón.
En el campo de la educación ejerce la dirección del Colegio Federal de Biscucuy, estado Portuguesa. Siempre fue manifiesto su interés por el estudio e investigación de las ciencias sociales, entre estas la etnografía, historia, política y arte con varios libros inéditos.
La vertiente del pintor y escultor en su inquieta existencia apenas se conocía por los rumores y cuentos de pasillos en los medios políticos de izquierda. Es un oficiante de la pintura condicionado por el paisajismo y el retratismo que lo hacen un artista figurativo. Esas eran las corrientes de la plástica conocidas y en boga en nuestro medio roto parcialmente en 1936 cuando su padre, en funciones de gobernador del estado Lara, fundó la Escuela de Artes Plásticas que luego asumiría el nombre de Martín Tovar y Tovar. Atesora los méritos de un logrado cultivador de esas manifestaciones artísticas de la plástica con evidente destreza que alcanza de manera autodidacta y académicamente.
En sus cuadros es patente el buen dibujante. Sus figuras son las de un diestro conocedor y practicante del mismo, propio de alguien con natural talento para este arte. Exhibe un dominio profundo de su técnica que sorprende.
En noviembre de 2019 dijimos al respecto: “Los retratos de los pintores Armando Reverón y Pablo Picasso se distinguen por su marcada expresividad. A Reverón lo pinta con la fuerza del artista insatisfecho, triste y deprimido. El permanente contestatario despegado del mundo cotidiano con abundante barba y cabellera descuidada para lo cual recurre a colores fríos. Mientras que Picasso, por el contrario, tiene los rasgos físicos de un hombre fuerte, altivo, desafiante y dominante con severa mirada muy consciente de sus potenciales.”
El empleo de los colores lo percibimos moderado para expresar los signos psicológicos de una positiva y bien conformada personalidad. Con todo, atrae de inmediato al observador contagiando positivos estados de ánimo entre estos la alegría y deseos de vivir inherente a una persona consciente y madura para afrontar las adversidades de la vida. Ya lo decía: “El camino es duro, difícil, pero es el camino”. Era dueño de una portentosa paleta consustancial a quien conoce el círculo cromático.
Cronológicamente calculamos que sus creaciones las realizó antes de 1948, fecha a partir de la cual el país es dominado políticamente por la dictadura perezjimenista. Luego, en la década de 1960, viene la época de la lucha guerrillera. El tiempo lo consume en el trajinar político en la clandestinidad hasta el momento de su trágico deceso. El 13 de diciembre de 1964, en las montañas del municipio Morán, de sus labios se escucha la expresión de dolor: “¡Coño, me diste!”. Había recibido un disparo accidental del fusil de uno de sus compañeros que le segó la vida, durante una reunión de la comandancia de la guerrilla de la FALN en armas contra la democracia liberal recién instalada en el país.