#OPINIÓN Las sombras que acechan a los derechos humanos en Venezuela #9Dic

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En la Venezuela actual, la criminalización y persecución se han transformado en sombras que acechan a diario a aquellos que nos atrevemos a trabajar por un país mejor. Este fenómeno, dirigido por el régimen, ha tejido una red de amenazas que se extiende a todas las esferas de la sociedad venezolana. Defensores de derechos humanos, políticos, líderes religiosos, académicos, estudiantes y hasta el ciudadano de a pie, podemos ser blanco de una maquinaria gubernamental que no tolera la disidencia ni a quienes pensamos distinto.

La situación de los derechos humanos en el país alcanza niveles alarmantes, afectando a cada ciudadano. Esta terrible situación no solo ha sido denunciada por ONG nacionales, sino también por organismos internacionales. Los derechos fundamentales consagrados en la Constitución Nacional se desvanecen en medio de la persecución despiadada. Esta represión no conoce límites, y el temor a ser el próximo blanco se cierne sobre todos.

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La amenaza se extiende a diversas áreas de la sociedad. Los defensores de los derechos humanos, cuyo trabajo es esencial para la construcción de una Venezuela justa y libre, se encuentran en la mira del régimen. La voz política, vital para la democracia, es silenciada con tácticas intimidatorias y arrestos injustificados. Líderes religiosos, cuya labor abarca la guía espiritual y el apoyo a la comunidad, también son objeto de persecución. Los académicos, cuya misión es la generación de conocimiento, enfrentan la amenaza constante de represalias por sus investigaciones y expresiones. Los estudiantes y jóvenes venezolanos, quienes representan el presente y futuro de la nación, son amedrentados y censurados por el aparato represor del Estado. 

De esta forma, la diversidad de pensamiento, la principal fuerza impulsora del progreso, se ve mermada por el miedo a la persecución. En este contexto, cada venezolano se convierte en un posible objetivo, pues la libertad de expresión se convierte en un lujo peligroso. Este clima de intimidación y represión socava los cimientos de una sociedad libre y democrática. La incertidumbre sobre quién podría ser el próximo en caer bajo la sombra de la persecución crea un estado de ansiedad y miedo generalizado. No solo debemos lidiar a diario con la terrible emergencia humanitaria compleja, además somos víctimas de un régimen represivo que no duda en violentar nuestros derechos humanos para mantenerse en el poder. 

Ante este panorama, es necesario seguir trabajando incansablemente por un cambio político en Venezuela. La defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y el respeto a la diversidad de pensamiento son luchas colectivas que requieren unidad y determinación. Solo a través de un cambio político verdadero se puede restaurar la dignidad y libertad que todo venezolano merece. Pensar distinto no es un crimen; querer una mejor Venezuela tampoco. 

El clamor por un país donde todos podamos vivir en paz, sin miedo y con la libertad de expresión como un derecho inalienable debe resonar más fuerte que cualquier amenaza o acción del régimen. La Venezuela que anhelamos se construirá sobre los pilares de la justicia, la libertad y el respeto a los derechos fundamentales. Debemos seguir adelante, hasta lograr un país de progreso social y libertad.

Stalin González

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