La señora Milexa prefirió no dar su apellido pero sí contar su dolor.
“A mi hijo le robaron una bicicleta que era de su hermano; a él lo involucran porque fue robado por ellos. Después me enteré que quienes robaron a mi hijo fueron asesinados. Pero yo busqué a un abogado y me sugirió que le pagara a los del Cicpc para que no me involucraran en el problema. Y él me dijo: ‘Mire señora aquí es muy fácil involucrar a las personas, lo difícil es demostrar que no se tiene relación con eso’. Luego otro abogado demostró que mi hijo no tenía que ver nada con el problema, y aconsejado por su defensor comenzó a estudiar Derecho.
El caso, en teoría resuelto, no fue impedimiento para que funcionarios de la Policía y el Cicpc, pretendieran extorsionar al joven a punto de graduarse.
En una oportunidad acudió al Edificio Nacional a objeto de determinar si su hijo aparecía en el sistema y le dijeron que no. “Esa orden está suspendida”, fue la respuesta.
Ella, entonces, preguntó. “¿Por qué lo persiguen?” La respuesta la dejó confundida: “Porque a ellos se les manda el aviso, pero hacen caso omiso para extorsionar”.
A su hijo lo asesinaron cuando veía una partida de dominó en el barrio donde se crió con su abuela. Su madre lo atribuye a un presunto sicariato.
“Lo más triste es que pretendieron ensuciar su nombre hasta que les dio la gana. El único periódico que no me lo dejó manchado y que sacó algo bonito fue El IMPULSO, porque decía cómo están acabando con nuestros jóvenes estudiantes.
Mi hijo estudiaba Derecho y era el único a quien, entre sus compañeros, le faltaban solamente tres materias y el trabajo de grado para terminar su carrera. En sus vacaciones se la pasaba adelantando materias. Él me decía: ‘Mamá yo quiero demostrar que no tengo nada que ver con eso’ “.
El duelo se siente diferente
Carlos Lorenzo Rodríguez, psiquiatra, hace la diferencia entre el duelo que proviene de una muerte natural y la causada por la violencia y delincuencia que se vive en el país.
“Cuando una persona está en su etapa terminal los familiares tienen tiempo de perdonarse y despedirse. Este duelo transcurre con parámetros de normalidad”.
En cambio, cuando la muerte es trágica, ya sea por accidente de tránsito o muerte violenta, se puede generar un duelo patológico o anormal, porque la persona no se pudo despedir y perdonar con sus familiares.
“Esto genera sentimientos de culpa. Comienza a preguntarse, por ejemplo, por qué no estuvo más pendiente de la persona. Este duelo tarda mucho en curar. A este se le suma la frustración, la depresión y crisis de ira, algunas veces con agresividad”.
La injusticia conduce a la impotencia de los familiares
Luego de decirle el último adiós al familiar, queda el mal sabor en la familia de luto, confusión y ese silencio en el alma traducido en impotencia que se confunde con dolor. La vida de los integrantes de la casa se convierte en un “valle de lágrimas”. Sobre todo en una realidad de impunidad que cada vez está más acentuada y la justicia inoperante.
Lenys Tona Betancourt, juez jubilada de la Circunscripción Judicial del estado Portuguesa, enfatiza que los familiares del fallecido se cansan de gestionar justicia en el Ministerio Público, órganos auxiliares de la justicia, los jueces que tienen el control jurisdiccional pero nadie los escucha ni se hacen solidarios con el dolor.
Sufrimiento constante
Son varias las situaciones derivadas de una pérdida forzosa: familias que quedan sin el padre quien contribuía a los gastos del hogar, por lo cual ahora el hermano mayor debe asumir la carga económica. El hijo a quien la madre lo esperaba cada noche con la cena en la mesa; el niño que se entretenía con su juguete del Niño Jesús en el porche de la casa y recibió un impacto de una bala perdida.
También, el estudiante que luchó por obtener un título y en la fiesta de graduación fue asesinado o el chofer que para robarle su vehículo lo asesinaron.
Los dramas son constantes: el niño que jugaba con otro y accionó el arma de su padre ocasionándole la muerte a su compañero o cuando en una celebración de cumpleaños, delincuentes entran de manera violenta y asesinan al cumpleañero o uno de sus allegados.
Para superar la pérdida
En estas circunstancias que aumentan el sufrimiento y la angustia que padecen los seres queridos, surge la pregunta: ¿cómo superar el sufrimiento presente en el alma?
María Juliana Rodríguez, psicóloga, expresa que el duelo causado por la muerte violenta es difícil de superarlo, ya que aparte del dolor que conlleva el fallecimiento se anexan otras emociones como la sorpresa o shock, la incredulidad y la negación. De manera general están acompañadas de resentimiento, resignación y deseo de hacer justicia ya que existe un culpable de la muerte del amigo o familiar.
Duelo patológico
Carlos Lorenzo Rodríguez, psiquiatra, recomienda que la persona debe ir de inmediato al psiquiatra después de la pérdida del ser querido mas no al psicólogo, porque no maneja medicación, además son duelos patológicos que deben ser manejados por un especialista para que elabore su duelo y se transforme en normal, cura que se obtiene por medio de la psicoterapia.
“Es necesario asistir a todo lo que es el ritual, orar, rezar, ir a la iglesia y al cementerio. Hacerlo tranquilamente sin tomar antidepresivos, vivir el duelo” enfatizó el especialista quien, al mismo tiempo, recordó unas fases que ser dan en el duelo que son muy importantes tratarlas además de la culpa, el perdón y la despedida que se tratan con psicoterapia. La primera fase es la negación, es decir para él, el familiar no ha fallecido, aunque esté y lo vea muerto no cree, lo niega, y esto es normal.
Después de esta fase viene la del aturdimiento que consiste en la confusión, preocupación, llanto, miedo, desesperanza, una tristeza profunda y sobre todo mucha confusión. En este momento la persona no puede estar tomando antidepresivos, sino vivir ese momento, porque de esta manera elaborará bien su duelo.
Se debe cumplir con todo de manera natural. Contemplarlo en el velorio, acudir al cementerio y vivir esta etapa sin tomar tratamiento.
La última fase es la desorganización. La persona está confundida y no logra hilvanar bien sus actividades docentes, académicas, laborales, todo se le complica y desorganiza. Pierde días de trabajo, actividades deportivas y culturales.
Cuando la persona emprende el camino de salida del duelo comienza la fase de reorganización hasta que llega la cura.
Estas son etapas que se presentan y se van evaluando. Hay personas que hacen un duelo patológico, crónico porque simple y llanamente no asistieron al cementerio o al entierro ocasionando un duelo tremendo y no sabe por qué.
Llevar el duelo con calma y con la ayuda de especialistas aportará estar más tranquilo en estos momentos.
Aceptar que ya no está
Cuando la persona sea capaz de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando aprenda a vivir sin él, cuando sea capaz de plantearse retos vitales y de centrarse en una convivencia normalizada con sus familiares, amigos y compañeros, habrá superardo el dolor.
Para alcanzar estos objetivos la tarea prioritaria consiste en aceptar la pérdida y entender que la persona querida no volverá.
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