Un hijo llevó a su padre a un restaurante para disfrutar de una deliciosa cena; su padre ya era bastante anciano y por lo tanto un poco débil también; mientras comía un poco de los alimentos caía de cuando en cuando sobre su camisa y su pantalón; los demás comenzaban a observar al anciano con sus rostros distorsionados por el disgusto, pero su hijo permanecía en total calma; una vez que ambos terminaron de comer, el hijo, sin mostrarse ni remotamente avergonzado, ayudó con absoluta tranquilidad a su padre y lo llevó al sanitario, limpió las sobras de comida de su arrugado rostro, e intentó lavar las manchas de comida de su ropa; amorosamente peinó su cabello gris y finalmente le acomodó los anteojos; al salir del sanitario, un profundo silencio reinaba en el restaurante, nadie podía entender cómo es que alguien podía hacer el ridículo de tal manera; el hijo se dispuso a pagar la cuenta, pero antes de partir, un hombre, también de avanzada edad, se levantó de entre los comensales, y le preguntó al hijo del anciano: “¿No te parece que has dejado algo aquí? el joven respondió: “no, no he dejado nada” entonces el extraño le dijo: ”¡sí has dejado algo! ¡haz dejado aquí una lección para cada hijo, y una esperanza para cada padre!” el restaurante entero estaba tan silencioso, que se podía escuchar caer un alfiler, uno de los mayores honores que existen es poder cuidar de aquellos adultos mayores que alguna vez nos cuidaron también. Nuestros padres, y todos esos ancianos que sacrificaron sus vidas, con todo su tiempo, dinero y esfuerzo por nosotros, merecen nuestro máximo respeto. Si también sientes respeto hacia los adultos mayores, comparte esta historia con todos tus amigos.
Con todo cariño lo comparto porque me trae grandes recuerdos compartidos con mis padres y abuelos, aunque fue muy poco tiempo porque se me fueron mi padre y mi abuela en mi época que era adolecente, en el momento que más los amaba y los necesitaba, de eso hace unas cuantas décadas, el tiempo pasa peros los gratos recuerdos no vencen, porque en esa época existía un amor y una inquebrantable unión que estaba por encima de todas las carencias, que cabe muy bien aquel decir “que se puede vivir sin dinero pero es muy difícil vivir sin amor” o es decir el amor lo puede todo, aparte de los viejos se mueren por soledad y no por enfermedad, esto lo envío a los que tienen la suerte de tener sus padres vivos, también a mis familiares y a mis amigos como un mensaje a García para que no tengan remordimientos cuando se recuerden a sus progenitores y abuelos que vivieron para ellos, dándoles amor y dedicándoles toda su vida sin ningún reparo, esfuerzo y sacrificio para su formación, haciendo honor a la carencia, conocí a madres y a padres bajo una aguda pobreza que decían mientras mis hijos coman aunque sea dos veces diario, no me importa que a mí me falte de todo, Dios lo puede todo y protege a mis hijos, esos son los padres y madres que yo conocí en el campo y también en las ciudades, también conozco a muchos pobretones que ahora son ricachones y sus padres siguen con la misma carencia y quizás irrespetados y olvidados por los que donaron su vida a su formación y bienestar.
Ahora más que nunca el campo es la solución; unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.
José Gerardon Mendoza Duran