Venezuela tiene titularidad nominal sobre las tierras de Guayana Esequiba gracias al tratado entre España y Holanda de 1791, pero nunca ejerció una posesión efectiva sobre esos territorios.
La mayor parte de esa extensa e inhóspita jungla está sin carreteras, con apenas villorrios indígenas y misiones, donde habitan un poco más de 200,000 angloparlantes, que no conocen otro gobierno que el de Guyana.
Hace 211 años – en 1814 – el todopoderoso Imperio Británico le arrebató toda la zona del Demerara a Holanda, y fue aumentando paulatinamente su ocupación hasta que para fines del siglo XIX avanzaba a ocupar las estratégicas bocas del río Orinoco, pretendiendo todo hasta las márgenes del río Caroní.
Pero en 1895 el presidente norteamericano Grover Cleveland invocó la “Doctrina Monroe” y forzó un arbitraje donde no participó Venezuela, pero logró frenar la expansión imperial y salvó el vital dominio venezolano sobre las desembocaduras del Orinoco.
Sesenta y tres años más tarde, en 1962 – en plena era de la descolonización- una Venezuela democrática reabrió el tema en Naciones Unidas. Pasaron luego 61 años de reclamaciones y negociaciones, con un Acuerdo en Ginebra que establece que la actual República de Guyana mantiene posesión de la zona hasta que se resuelva la controversia.
Hace cinco años la ONU tiró la toalla de la mediación y planteó llevar el asunto a la Corte Internacional de Justicia. Guyana se movió de inmediato, y ya cuenta con apoyo de CARICOM, Cuba, Brasil y Estados Unidos. Venezuela solo se apersonó en junio del año pasado, para objetar la admisión del caso en la Corte, y fue rebotada el pasado 23 de abril.
Ahora, tras 211 años de la ocupación inicial, aparece un demagógico referéndum que es totalmente intrascendente en derecho internacional.
Mientras tanto, desde 2013 lo que efectivamente se encuentra en el aire es el vital tema de la delimitación de las aguas territoriales y la fachada atlántica de Venezuela – que es lo que realmente interesa estratégica y económicamente, y que además poseemos en realidad.
Cuando el doctor Alejo Fortique planteó la línea del río Esequibo en 1841 el tema era solo parte de una negociación más extensa donde privaban la inmensa deuda económica de la Gran Colombia con la Gran Bretaña, y otros temas comerciales.
Quizás con esa perspectiva fue que él mismo Fortique le expresó al presidente Soublette que temía que en la negociación “perdamos la soga y la cabra”. ¿Será que con payasadas como el referéndum quedaremos finalmente sin chivo ni mecate, tal como lo temía ese extraordinario patrici0?
Antonio A. Herrera-Vaillant