“Seamos realistas, exijamos lo imposible” fue consigna del Mayo Francés de 1968 que se no tardaría en regarse velozmente por universidades y leerse en muros de todo el planeta. Me sedujo, no lo niego, sobre todo cuando Cortázar lo completaba: “…lo imposible es el pan en cada boca…” En 1968 tenía dieciocho años ¿Qué tal si me vistiera como entonces, bailara como entonces, pensara como entonces?
La vida me ha enseñado lo que a El Guerra, aquel torero cordobés famoso por sus dichos que “Lo que no pué sé, no pué sé y ademá, e imposible”. Creo, sí, en hacer posible aquello que es necesario. Lo posible no se decreta, se da o se construye. Esa es la tarea de la política, menester que sigo empeñado en comprender y en ayudar a comprender.
El “Acuerdo parcial sobre la Promoción de Derechos Políticos y Garantías Electorales para Todos”, suscrito el 17 de octubre por la Plataforma Unitaria y el Gobierno en Barbados, con facilitación del Reino de Noruega es menos de lo que uno quisiera, pero por qué confundirnos. No es una meta, pero puede ser una ruta; tampoco es un gran salto, pero sí un paso en la dirección correcta. Ahora es cuando falta por hacer. Si fuera la vía que nos conduzca a plena vigencia de la Constitución, empezando por los derechos políticos y electorales, serviría de base para los cambios institucionales y económicos que nos den oportunidad a todos los venezolanos de progresar hacia la vida mejor que aspiramos. Eso no es fácil ni depende de un solo lado. Avanzar por esa ruta incluye no sólo remover derrumbes que la obstruyen, sino construir tramos enteros hoy desechos. Eso exige, obviamente, compromiso consistente de parte de todos los actores. Ante todo, del poder.
El propio título del documento nos dice de su naturaleza “parcial”, lo que indica claramente que para sus firmantes no es total ni definitivo. Y su propósito de “promoción” de derechos y garantías “para todos”. Diccionario con eso, para entendernos. Promoción es “acción o efecto de promover” y promover significa “impulsar el desarrollo o la realización de algo”. Es un compromiso de seguir adelante en procura de algo pendiente, cuyos beneficiarios no serían algunos, sino todos.
¿De qué se trata?
Garantía de libertad en la selección de candidatura presidencial, que la Plataforma decidió hacer en Primaria. Proceso electoral presidencial en el segundo semestre de 2024, según cronograma constitucional. En cuanto al Registro Electoral: jornadas especiales de inscripción y actualización, dentro y fuera del país, cedulación, puntos de inscripción en todo el territorio nacional, depuración y auditorías. Observación internacional de la Unión Europea, la ONU y otros. Rechazo a la violencia política y a la injerencia extranjera. Exhorto a políticos y funcionarios a respetar la normativa electoral. Garantía de libertad de circulación, seguridad y reunión para todos los candidatos. Derecho al financiamiento transparente. Equilibrio en el acceso a la comunicación. Reconocimiento a los resultados electorales. El punto 11 del acuerdo Tercero puede interpretarse como lo que la declaración de la Plataforma Unitaria resume como “ruta para que los inhabilitados y los partidos políticos recuperen sus derechos con celeridad”. Las libertades a presos y las que han de venir, ayudan a la credibilidad de lo acordado.
Incluso gente muy crítica del proceso negociador, sin bajarse del caballo de su discurso mide el lenguaje. Sobre la firma, prioriza el cumplimiento estricto según la Constitución y que “los gobiernos de los países acompañantes de este proceso se constituyan frente al pueblo en garantes de que estos compromisos asumidos se concreten”. Y se reiteran exigencias adicionales lógicas. Lo leo como señal positiva.
Algo más hay qué decir para reconocer la valentía de quienes, en clima de desconfianza y decepciones repetidas, se arriesgaron a reemprender un diálogo varias veces frustrado. Los partidos de la ahora Plataforma Unitaria Democrática lo asumieron y aunque remisos a defender abiertamente su decisión, como debían, se mantuvieron en ella. Y menos mal, porque mucho peor hubiera sido afrontar 2024 sin ese documento. Son los mismos que decidieron promover la Primaria. Son los únicos que corren esos riesgos, que reciben presiones y son blanco de las críticas de quienes no se atreven a iniciativas alternativas. Reconocérselos es justo.
Patricio Aylwin, aquel Presidente de la transición democrática chilena, se comprometió a trabajar por la verdad y la justicia “en la medida de lo posible”. No era un conformista, mucho menos un cínico. Era un político ético, con suficiente conciencia de la realidad para entender las dificultades en las que conducía a su pueblo hacia la democracia.
Ramón Guillermo Aveledo