El ruido son todos aquellos sonidos no deseados que se emiten a la atmósfera en forma rutinaria.
Entre ellos figuran el constante ruido del tránsito, los equipos y maquinarias de la construcción, camiones de recolección de basura, las cortadoras de césped, los equipos de música fijos o en los autos, sólo por mencionar algunos.
Cuando los niveles del conjunto de ruidos que percibimos exceden de los límites aceptables, se habla de contaminación acústica ambiental.
La diferencia con otros agentes de polución como el smog, es que el ruido no se acumula, no se traslada y no se mantiene en el tiempo.
La intensidad de las distintas actividades o fuentes sonoras se mide en decibeles (dB).
La escala de medición sonora va desde 0 decibel, que señala el umbral mínimo de percepción acústica, hasta el límite establecido en 160 dB. En la ciudad los niveles de ruido oscilan entre 35 y 85 dB, la televisión encendida presenta 70 dB, el teléfono 80 y clavar un clavo 120 dB.
Un nivel de ruido entre 45 y 55 decibeles resulta molesto y desagradable. Estar expuesto a valores superiores a 85 y 120 decibeles puede causar la pérdida gradual, irreversible y permanente de la capacidad auditiva. Los ruidos con valores de alrededor de 160 decibeles dañan irreversiblemente los oídos.
Le hacen mal a su oído todos los ruidos fuertes y que le ponen nervioso, los que le dejan zumbando los oídos o sordo momentáneamente, y los que le obligan a gritar para comunicarse.
También los ruidos de los vehículos motorizados con escape libre, las bocinas, los talleres, industrias y construcciones que usan maquinarias que emiten ruidos molestos, y las zonas cercanas a los aeropuertos.
Además de estrés, irritabilidad y ansiedad, la contaminación acústica puede provocar y agravar enfermedades cardiovasculares, como aumento del ritmo cardíaco, hipertensión y elevar el contenido de colesterol en la sangre.
Al estar expuesto a ruidos intensos puede generar dolor de cabeza y tener tendencia a actitudes agresivas, dificultades de observación, concentración y sordera.
El ruido también afecta el rendimiento intelectual y la productividad, tanto a nivel individual como en equipo. Las lesiones al oído se producen gradualmente, sin dolor, de modo acumulativo durante toda la vida, y son irreversibles ya que ningún tratamiento médico o intervención quirúrgica, puede recuperar las lesiones auditivas.
Efectos negativos
El sistema auditivo se resiente ante una exposición prolongada a la fuente de un ruido, aunque esta sea de bajo nivel. El déficit auditivo provocado por el ruido ambiental se llama socioacusia.
Una persona cuando se expone prolongadamente a un nivel de ruido excesivo, nota un silbido en el oído, esta es una señal de alarma. Inicialmente, los daños producidos por una exposición prolongada no son permanentes, sobre los 10 días desaparecen.
Sin embargo, si la exposición a la fuente de ruido no cesa, las lesiones serán definitivas. La sordera irá creciendo hasta que se pierda totalmente la audición.
No sólo el ruido prolongado es perjudicial, un sonido repentino de 160dBa, como el de una explosión o un disparo, pueden llegar a perforar el tímpano o causar otras lesiones irreversibles.
Citando puntualmente las afecciones auditivas que produce el ruido tenemos el desplazamiento temporal del umbral de audición, vinculado con la pérdida de la sensibilidad auditiva debida a los efectos de la edad. La sordera producida por el desplazamiento permanente del umbral de audición afecta a ambos oídos y con idéntica intensidad.
Además, la inteligibilidad de la comunicación se reduce debido al ruido de fondo. El oído es un transductor y no discrimina entre fuentes de ruido, la separación e identificación de las fuentes sonoras se da en el cerebro.
La interferencia en la comunicación oral durante las actividades laborales puede provocar accidentes causados por la incapacidad de oír llamados de advertencia u otras indicaciones. En oficinas como en escuelas y hogares, la interferencia en la conversación constituye una importante fuente de molestias.
La contaminación acústica, además de afectar al oído puede provocar efectos psicológicos negativos y otros efectos. Por supuesto, el ruido y sus efectos negativos no auditivos sobre el comportamiento y la salud mental y física dependen de las características personales, al parecer el estrés generado por el ruido se modula en función de cada individuo y de cada situación.
Una normativa olvidada
En 1992 el Gobierno nacional a través del decreto Nº 2217 del 23 de abril, da a conocer las normas sobre el control de la contaminación generada por ruido, producidas por fuentes fijas o móviles, en actividades comerciales, domésticas y sociales tales como fiestas, uso de equipos de sonido, artefactos eléctricos, equipos de aire acondicionado, hidroneumáticos, entre otros que causen molestias en las comunidades. Estas son consideradas como alteraciones del orden público y deberían ser sometidas al conocimiento de las jefaturas civiles y autoridades municipales según su competencia.
Sin embargo, esta regulación poco se cumple, las principales urbes de nuestro país se ven sometidas a un constante flujo de ruidos de diferentes tipos, haciendo que el silencio, para muchos, sea un placer imposible de conseguir en sus hogares.
Desde muy temprano, el ruido de los automóviles y el despertar de las actividades comerciales e industriales, sin contar el constante murmullo de las voces, ya forman parte de nuestro día a día.
¿Cómo se previene?
Los problemas de contaminación acústica están regulados por normativas legales que establecen niveles máximos de emisión de equipos industriales, domésticos y de vehículos.
Además existen reglamentos laborales que establecen límites admisibles en determinados recintos laborales y el uso de equipos especiales de trabajo.
Sin embargo, es importante tener presente que cada persona debe colaborar de forma activa en esta prevención. Aprende a reconocer los ruidos peligrosos y protégete de ellos.
Fotos: Archivo
