El alcalde de Nueva York, Eric Adams, concluyó el sábado una gira por Latinoamérica a las puertas de la peligrosa selva del Tapón del Darién y con un llamado a que Estados Unidos dé la posibilidad de trabajar a los migrantes que cada año llegan a ese país.
“Nada es más humano y, nada es más americano que su derecho al trabajo, y creemos que es un derecho que debemos extender”, dijo Adams a periodistas reunidos en Necocli, un pequeño pueblo costero del Caribe colombiano que desde hace varios años sirve de paso a migrantes de distintas nacionalidades y que es la puerta de acceso al Darién, una inhóspita selva que une Colombia con Panamá.
“Si nos fijamos en Colombia, vemos que han demostrado realmente cómo absorber a los individuos en sus sociedades, y una de las formas más importantes de hacerlo es permitir que la gente trabaje”, añadió el alcalde, poco después de sobrevolar la zona en un helicóptero de la policía colombiana.
Por cuatro días, Adams viajó por México, Ecuador y Colombia, en un viaje que planeó con la intención de tratar de disuadir a la gente de buscar asilo en su ciudad.
En Necoclí, Adams observó a los migrantes desde la oficina de Migración, ubicada a pocos pasos del muelle donde diariamente salen botes hacia la selva. Tras salir fuertemente custodiado por policías y sus escoltas, un grupo de migrantes lanzó arengas y sostenían carteles en inglés que decían: “La migración no es un crimen”.
“Si él viene a conocer el recorrido como tal que utilizamos los migrantes, entonces él debe hacer un recorrido real por la selva y ver a todo lo que nosotros nos enfrentamos para llegar (a Estados Unidos), no por gusto, sino por un futuro mejor para nosotros y para nuestros hijos”, dijo a The Associated Press la venezolana Sandra Martínez.
En Necoclí, la suerte de los migrantes se divide entre quienes tienen dólares en el bolsillo y los que no. De los que tienen dinero, incluidos latinoamericanos y asiáticos, duerme en casas u hoteles por un alquiler de al menos 10 dólares. El resto permanece en la playa con carpas de plástico o a la intemperie cubiertos apenas con una manta.
Luego de ver las condiciones en que viven los migrantes en Necoclí, Adams dijo que le entristecía ver a decenas de familias con niños durmiendo en la playa mientras reúnen el dinero suficiente para iniciar el camino hacia el Darién.
“Lo que no quiero es que lo que vi en la zona playera de Colombia se repita en las calles de Nueva York”, dijo Adams más tarde a la prensa en Bogotá. “Todos queremos ayudar a tanta gente como sea posible, queremos mantener nuestros valores como ciudad de inmigrantes. Pero para ello necesitamos estabilizar la situación″, agregó.
Nueva York se ha vuelto el lugar de arribo de miles de migrantes. Sólo desde la primavera de 2022, ya son más de 122.000 personas en busca de asilo.
Al inicio de su gira, el jueves, Adams envió desde México un mensaje claro a los migrantes : “Mi casa es su casa”, pero “no tenemos más espacio” en Nueva York.
En la mañana del sábado, había una una inusual presencia de policías ante la llegada de Adams a Necoclí. Hace unos meses, aquí se notaba sobre todo la presencia de haitianos; ahora se ven sobre todo venezolanos.
Los migrantes suelen estar dispuestos a soportar grandes penurias con tal de darle un vuelco a su vida en Estados Unidos, pese a que el gobierno del presidente Joe Biden anunció esta misma semana que reanudará las deportaciones de migrantes venezolanos.
“Sí, hemos escuchado que están empezando a deportar gente. Yo digo que a veces también es cuestión de suerte… si vienes solo tienes mucha posibilidad de que te deporten, pero si vienes con tu familia puede ser prioridad. Uno persigue el sueño hasta que uno dice: ‘hasta aquí puede llegar’”, dijo a The Associated Press Miguel Rubén Camacaro, un venezolano de 33 años, al lado de sus hijos de 3 y 11 años que intentaban cubrirse de la lluvia en Necoclí.
Camacaro, oriundo de Barquisimeto, sueña con llegar a Washington donde tiene una prima. Sin embargo, está varado en las playas de Colombia desde hace un mes a la espera de reunir 1.200 dólares para pasar la selva.
Por cada persona, los autodenominados “guías” cobran aproximadamente 350 dólares por llevarlos hasta “Loma de las banderas”, donde termina la frontera colombiana e inicia la de Panamá, el trayecto más peligroso. En la selva suelen ser víctimas de los “coyotes” y se arriesgan a todo tipo de peligros como la violación, extorsión, robos o incluso la muerte.
Pese a los peligros, Camacaro, asegura que prefiere la selva a “poner a aguantar hambre” a sus hijos, por lo que no le importa el llamado a detenerse que ha hecho el alcalde de Nueva York.
Para el venezolano, alguien como Adams «de repente lo ve de otra manera porque no ha pasado la situación que se está viviendo allá (en Venezuela)”. Dice que en su país, él apenas y ganaba cinco dólares al mes por conducir un autobús.
Así que Camacaro seguirá aquí hasta que pueda seguir su camino a Estados Unidos.